Décimo Tercero: Sonidos

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El chico, recién salido de la universidad, decidió vivir solo para ver cómo era esta experiencia. Pero con los vecinos que desgraciadamente le tocaron era imposible; los inquilinos del apartamento contínuo, parecían unos ninfómanos, pues los gemidos que soltaban por sus actos se oían a todas las horas del día.

Él ya no tenía paciencia o  siquiera paz para recuperárla, lo habían despedido hace poco y no conseguía trabajo con buena paga como para sobrevivir desde hace un tiempo, además, los gemidos no se silenciaban ni una sola vez, era imposible descanzar. Tratando de estar en un pequeño ambiente de tranquilidad al menos unos segundos, el chico colocó música, pero ésta no hacía efecto. Él se sentó al lado del parlante, sin ninguna aparente mejoría, le subió un poco, todo seguía igual, le subió la mitad, nada cambió, hasta que le subió al máximo.

Ahora, por fin podría estar unos minutos en silencio, sin oír ningún tipo de sonidos; y así se sentó en el piso, con una gran sonrisa, demostrando su tranquilidad, y con un charco de sangre formandose alrededor de su cabeza, saliendo desde los destruídos oídos, pero almenos, ahora ya no escucha ningún sonido.

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