Décimo Quinto: Canival

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La bebida que le ofrecían poseía un putrefacto aroma y un color verde moho que nada más verlo, le dió asco, y al aproximarlo a su boca, el olor inhundó sus fosas nasales, causándole arcadas y nauseas, mas aún así se la tragó.

Pero no la bebió por gusto, sino bajo una horrible amenaza que prometía arrebatarle cada uno de los huesos de ambas manos sin molestarse por aplicarle anestesia o dejarla inconciente por lo menos.

Cuando se tomó el líquido desde la botella, un poco del mismo se derramó por la comisura de su labio, se lo limpió y observó retadoramente a sustorturadores, quienes le hicieron señas de que mirase nuevamente.

Cuando sus ojos se dirigieron al fondo del frasco, sintióque ya no podía contener el vómito y expulsó toda la bilis que había subido por su garganta, y ganas inmensas de suicidarse arrancando todas sus tripas, cualquier cosa con tal de sacar eso de su interior.

Lo que vió había sido, pues, los restos podridos y carcomidos por gusanos de un dedo.

Entonces fue cuando comprendió la atrocidad que había cometido.

Se había bebido a un ser humano.

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