04. Inspiración.

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[ “No es por lo que eres, es por lo que transmites, por lo que me inspiras. Ahí está tu magia” ]

2020

El piso estaba frío, la pared aun más helada, pero ahí estaba, porque no había ningún otro lugar en donde Cuauhtémoc quisiera estar que no fuera con él. Sentando, abrazado a sus rodillas mientras se recargaba en la pared, vistiendo su ropa negra como ya era costumbre, con su piel pálida, las ojeras profundas y los golpes aún marcados sobre su rostro, con la cabeza en mil cosas y al mismo tiempo queriendo fijarla en una sola.

—Todo el tiempo me están diciendo que ya no debería venir.— Hablo al aire, aprovechando la soledad del lugar. —Pero ¿qué se supone que debería de hacer? ¿dejarte aquí solo? No, jamás.— añadió.

Dio un ligero suspiro, volteo un poco su cuerpo sin abandonar su posición, recargo su cabeza sobre la pared y con sus dedos, tocó la misma y paseo el dedo índice por encima de las letras pintadas de color dorado sobre el mármol donde se leía el nombre de su amor:

"Aristóteles Córcega Castañeda 2002-2020".

—Los moretones de mi cara y los raspones de mi cuerpo se están curando, Ari.— Soltó poco a poco con la voz cansada.  —Pero mi corazón no, sigue herido, latiendo por latir, sin sentir, sin vivir, porque la vida se me fue contigo.— Las lágrimas comenzaron a rodar una a una sobre su rostro, sintiendo el único calor perceptible sobre ellas. —Intento continuar, pero no lo consigo. Siendo honesto, siento que yo me morí contigo, que estoy aquí aún en el mundo como una especie de castigo, porque ya no vivo, respirar es una costumbre, no un privilegio. Necesito acabar con el dolor, me estoy consumiendo; cada que abro los ojos lo único que deseo es que me encuentre con los tuyos, con tu sonrisa, pero no estás ahí y no lo vas a estar.— Soltó, con todo el dolor contenido. 

—Déjame estar contigo, déjame irme de aquí...estoy dispuesto a todo.— Pego su palma a la pared de mármol, se acercó a las letras de su nombre y beso la pared, sintiendo el frío golpear en sus labios, imaginando en su mente la calidez que sentiría si tan solo la pared se convirtiera en los labios de Aristóteles, aunque fuera sólo un sueño sombrío e inalcanzable.

 

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[...]

2017

Tú y yo... un verano te besé bajo el sol...” pensaba Aristóteles mientras las palabras llegaban solas a su cabeza y procurando que nadie lo viera, escribía discreto en su cuaderno, donde más bien, debería estar escribiendo los apuntes que la maestra estaba dictando.

—¡Aristóteles!—  Escuchó la voz resonante de su maestra llamarle la atención.

Rápidamente cerró su libreta y miró con cierto miedo hacia el frente, justo al pizarrón. La maestra le miró con desafio e irritada porque de nuevo el joven Córcega no está poniendo ninguna atención a su clase.

 ¿Qué estás dispuesto a hacer? ; Aristemo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora