[“La verdadera conexión es sentirnos como en casa, desde la primera conversación. Porque el amor será bueno, sólo si nos permite ser quienes somos desde el principio”]
2020
—Cuauhtémoc— Escuchó a su padre llamarle desde afuera. —¡Temo!— Le llamó una vez más.
Cuauhtémoc reposaba, tirado en su cama, sin cerrar los ojos, sin ninguna expresión, sin siquiera poder descansar.
Su padre por fin entró a la habitación, encontrándose con él, recostado en su cama otra vez.—Mira nada más, mijo' otra vez te vestiste de negro.— Expresó su padre preocupado. —Hijo, no puedes seguir viviendo así.— Aseguró, sin recibir respuesta por parte de Cuauhtémoc.
No había ni una sola emoción en su rostro, tampoco lágrimas; estaba seco, roto.
—Hijo, te amo. Me duele verte sufrir.— Expresó su padre con las lágrimas en el rostro. —Yo no te voy a dejar solo, aquí voy a estar contigo.— Le dijo, mientras se recostó a su lado y lo abrazó.
Cuauhtémoc seguía inerte ante las expresiones y sin decir ni una sola palabra y sin cambiar siquiera su expresión, las lágrimas comenzaron a rodar sobre su rostro y su mirada fija en la fotografía de Aristóteles que descansaba sobre su buro. Tomó con fuerza la mano de su padre, quien seguía con él, abrazándolo sin intención de retirarse pronto.
—Gracias.— Se limitó a decir, con la voz bajita, apenas audible. —Voy a dormir.— Dijo entonces.
Su padre se levantó de la cama y acarició su rostro. No sabía qué hacer, no tenía ni idea cómo ayudarlo, pensó que quizá y sólo por ese día, dejarlo hacer lo que él mejor creyera conveniente para su tranquilidad sería lo mejor. Acarició su brazo y se retiró del cuarto.
Temo intentó cerrar los ojos, buscando algo de tranquilidad en dormir, pero sólo obtenía más desesperación, porque la única cosa que más lo aterraba era volver a despertar y darse cuenta que no se trataba de una simple pesadilla, que vivir sin Aristóteles era vivir una en carne propia. Dormir sólo le permitía escapar un par de horas de la realidad, anhelando no despertar jamás.
[...]
2017
Caminaban juntos por el parque de Oaxaca, con una nieve en la mano cada quien y con una sonrisa que parecía ser permanente en el rostro de ambos.
—La neta estoy ansioso por escuchar tu canción.— Confesó Temo, mientras se llevaba otro poco de nieve con ayuda de su cucharita a la boca.
—Me da pena, la neta.— Confesó Ari.
—Para nada, estoy seguro que está increíble.— Expresó Temo con seguridad.
—¿Cómo lo sabes? No la has escuchado, ni me has oído tocar.— Hablo Ari con cierta inseguridad.
—Todos merecemos un voto de confianza ¿no crees?— Le soltó Temo en respuesta.
Ari se quedó pensado en lo que Temo le dijo “Un voto de confianza”, pensaba que tal vez era la primera vez que alguien le daba el beneficio de la duda. Eso lo hacía sentir especial, así lo hacía sentir Temo la mayoría del tiempo.
—Y además...— Se detuvo Temo al hablar. —creo que hay algo en tus ojitos que me dice que eres un músico increíble.— Expresó Temo con cierta confianza.
Aristóteles se sonrojo de inmediato, esperaba que Temo no lo notará, pero sí lo hizo y eso sólo le hizo sonreír también.
—¿Te cae?— preguntó Ari, ocultando la pena.
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¿Qué estás dispuesto a hacer? ; Aristemo
Aventura¿Hasta a dónde estarías dispuesto a llegar con tal de regresarle la oportunidad de vivir al amor de tu vida? Una herida irreparable vive en el corazón de Temo desde del día en que la vida de Aristóteles terminó. La lucha contra sí mismo y seguir ad...