08. Libros.

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[“Te encuentro en cada libro que leo, en todos lados te ves reflejado.”]

2016

El primer año de secundaria no estaba resultado exactamente el mejor para Aristóteles, pero como sea, intentaba acostumbrarse. No quería llamar la atención, pero igual su atractivo físico lo hacía resaltar del resto de sus compañeros, lo cual lo hacía resultar antipático para muchos, incluso para algunas compañeras. En general, casi para todos y eso que Aristóteles simplemente estaba existiendo, sin hacer más, justo por eso deseaba no llamar la atención de nadie.

En uno de esos días poco afortunados, después de la escuela. Al llegar a casa se topo con su padre en medio de la sala con un montón de libros regados por el lugar. Aristóteles observó el panorama, algo sacado de onda, pero siempre curioso.

—¿Y esto?— preguntó, sin dejar de dar vueltas.

—Puros libros, libros con conocimiento.— menciono su padre, con alegría.

—¿Por qué están todos regados?

—Había que darle una escombrada al librero.— explicó.  —Mira, pasame ese montón de allá.

Aristóteles tomó un pequeño montón de libros y se los pasó a su padre, como le indicó. Su mirada se topo con uno en particular; lucia antiguo, pero tenía la pinta de uno de esos libros románticos. Una mujer de vestido elegante y un hombre de traje en la portada, ambos mirándose de forma interesante, con algún título que Aristóteles consideraba cursi.

—Ah, que cursileria.— botó el libro cerca de la mesa y disponía a irse.

—Ya te tocará...— Habló el hombre, tomando el libro entre sus manos.

—No creo.— si bien Aristóteles nunca fue un interesado en el amor, a los 13 años mucho menos.

—Me darás la razón.— Sonrió.  —Por ahora te parecen cursilerias, pero en algún momento tú escribiras las tuyas y leeras las de los demás sintiendo reflejado.

—La neta no creo.— insistió.

La verdad era que, en realidad, no le parecía tan desagradable. Sí encontraba algo lindo en el título, sí le parecía interesante y no le parecía "ridículo", sin embargo no mentía en decir que le parecía muy cursi, porque así era. No le agradaba porque no lo entendía y de verdad se esforzaba en hacerlo, ¿y si aceptaba salir con alguna de las chicas que le pide su teléfono? ¿Qué tal si observaba el cuerpo de las niñas y  entonces entendería porque sus compañeros se obsesionan tanto con eso?, no lo sabía. Ni siquiera pensaba que el amor se tratara de eso. Él creía que si era cierto que todas esas cosas cursis que vienen en los libros son reales, entonces nada tiene que ver con el físico, todo está en el alma. Y si de verdad quería entender todo aquello, entonces debería esperar a encontrar a ese "alma" que lo hiciera entender.

[...]

2017

Aristóteles sabía que debía estar haciendo cualquier cosa, cualquiera menos hacer garabatos en su cuaderno, mientras su maestro intentaba hacer que el grupo entero le prestaba atención. Ciertamente, Aristóteles había presentando muchas mejorías en el último mes, incluso prestaba atención en clase, pero había algo que no lo dejaba, seguía dándole vueltas en la cabeza, así como Aristóteles le daba vueltas una y otra vez a la pluma sobre su cuaderno. Podían ser muchas cosas, pero tal vez, era esa canción. Ni siquiera cuando compuso "Bronceados de amor" le había dedicado tanto tiempo, como en esta. Luego, estaba Cuauhtémoc López, su mejor amigo, su ahora vecino.

 ¿Qué estás dispuesto a hacer? ; Aristemo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora