[ "Somos rehenes de la eternidad,
cautivos en el tiempo" ]2020 —pasado—
Temo abrió los ojos apenas la turbulencia paró. Su respiración estaba agitada, tenía miedo y era obvio el porqué. Buscó con rapidez a su alrededor, necesitaba encontrar a Aristóteles, cuando lo halló, su corazón volvió a dar un salto abrumador al darse cuenta que su vida seguía siendo amenazada por el mismo hombre; ese hombre que tanto aborrecía, ese que durante un año se la pasó odiando y justo en ese instante, estaba siendo la persona que de nueva cuenta amenazaba con arrebarle la oportunidad de vivir al amor de su vida.No se detuvo a pensarlo ni dos segundos cuando ya estaba caminando con decisión hacia Roberto, sin ningún miedo, sin embargo, éste reapuntó la pistola con más seguridad contra Aristóteles, cosa que hizo que Cuauhtémoc se frenara en seco.
Aristóteles estaba temblando y muerto de miedo, forcejear con el brazo que lo sostenía del cuerpo era inútil, y con la pistola apuntando hacia él, lo tenía paralizado. Miraba a Temo a lo lejos, sabiendo que él podría protegerlo, aferrándose a la idea, pero en el fondo deseando que no intentara nada, porque podría ponerse en riesgo.
—No te acerques— habló finalmente Roberto, —otro paso y me vas a dar el placer inmenso de deshacerme de él una vez más.
La respiración de Temo no parecía calmarse, pero su semblante era serio y decidido, aunque el fondo temiera todo lo peor.
—¿Por qué?— le preguntó simplemente, —¡¿por qué me haces esto?! ¡¿por qué otra vez?!— le gritó con más fuerza.
—Porque te amo— le dijo, pero sin una sola muestra de ternura en su voz.
—No me amas— le reprochó, —no le haces esto a quien amas, no lo insultas durante años llamándolo maricon, no lo golpeas hasta dejarlo en el piso y matas a su novio a alguien que amas, ¡no me amas!
—Lo hago— reparó con la misma seguridad y descaro que mantuvo desde el principio, —para él lo odio— dijo, apretado más hacia su cuerpo al pobre joven muerto de miedo bajo su amenaza.
Temo negó con la cabeza, necesitaba pensar rápido, —¿Cómo es que estás aquí?— le preguntó.
—De la misma forma que tu amiguito te estuvo ayudando— señaló con su rostro hacia Diego, que permanecía aturdido.
—Diego...— susurró Temo al verlo tan confundido y desequilibrado.
—Tengo el mismo don que él, sólo que mucho mejor entrenado, por eso su inútil cuerpo no soportó la brutalidad del viaje, pero parece que tú y éste niño son especiales— explicó.
Temo se acercó a Diego y lo sostuvo con sus brazos. Hizo que se sentara en el suelo, sin perderle la pista a Roberto. Sin Diego con consciencia, no podía ayudarlos en nada.
—Sabía que tienes más de un don, igual que éste estúpido— le dijo con molestia —siempre supe que había algo en ti, Cuauhtémoc. Siempre supe que eras como yo, que eras para mí, que tú y yo con nuestros dones podíamos llegar lejos, pero lo elegiste a él— le habló con el mismo coraje retenido, aunque Temo juraba que estaba escuchando al mismo joven que le reprochaba por su amor hace un par de años, a ese Roberto que creyó conocer alguna vez. —Aristóteles no jugó limpio, él uso sus dones— le dijo.
—No entiendo— habló Cuauhtémoc, mirandolo a los ojos, retador, sin bajar la guardia un solo instante.
—¿Crees transmitir sentimientos a través de su estúpido piano es todo lo que puede hacer?— sujetó a Aristóteles con más fuerza, con coraje. —Ese don es nada a comparación de su otra característica. Él tiene carisma, él puede tener lo que quiera, ganarse a quien sea si así lo quiere. Suena a un don estúpido pero es más poderoso de lo que crees— le explicó. —Tú dime, ¿crees que todo eso de renunciar a tu futuro seguro con tu amiguito ése fue sólo por amor y por convicción?— le preguntó. —Jamás habrías terminado con Diego, de no ser porque Aristóteles se encaprichó contigo y cuando se dio cuenta que siempre sí sentía algo por ti, nada más con desearlo se deshizo de Diego.
ESTÁS LEYENDO
¿Qué estás dispuesto a hacer? ; Aristemo
Aventura¿Hasta a dónde estarías dispuesto a llegar con tal de regresarle la oportunidad de vivir al amor de tu vida? Una herida irreparable vive en el corazón de Temo desde del día en que la vida de Aristóteles terminó. La lucha contra sí mismo y seguir ad...