Epílogo.

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—¿Tomaste tus medicinas?— le insistió Aristóteles, pues Temo normalmente olvida tomar sus pastillas a sus horas correspondientes.

—Sí— rió un poco, —me encanta que me cuides tanto— le sonrió.

—Te dije que aquí estaría, te voy a cuidar y nada malo volverá a sucederte— le dijo, recostandose a su lado en la cama.

Temo suspiró y se quedó mirando a un punto fijo.

—¿Estás bien?— le preguntó Ari.

—Sí, es sólo que sigo pensando en ese sueño. Yo solía pensar eso ahí, te decía que no iba a dejar que te hicieran daño de nuevo y sólo lo recordé, está bien— soltó un suspiro y trató de sonreír.

—A veces creo que ese sueño impactó más en tu vida de lo que parece— le dijo, mientras acarició su rostro.

—Pero fue un sueño y estás aquí, me cuidas, te cuido y nada más importa— se recostó en su pecho y tuvo cuidado de no lastimarse al moverse.

—Siempre que quieras hablar de ese sueño, puedes hacerlo— Aris besó la cabeza de Temo y acarició su cabello con sus dedos.  —Y de verdad, qué salta cunas saliste, eh— hizo una broma final, intentando sacar una risa sincera a Temo, y funcionó.

—Ni me lo digas, casi me mete a la cárcel tu papá— rió.

—A mí me suena peor eso de Diego y tú juntos, ¡qué horror!

—¡¿Peor que yo en la cárcel?!

—Diego y yo te habríamos sacado de la cárcel usando eso del tiempo, digo, si éramos tan amigos ahí como dices, seguro lo habría hecho.

—Si se dieran una oportunidad, podrían ser amigos ahora— rió Temo.

—¡Ya nos llevamos mejor!— se defendió, —aunque desde que está de novio con el chico este, ¿cómo se llama?

—Mateo.

—¡Ése!— expresó, —pues está más insoportable que antes, llena todo mi inicio en instagram con sus fotos.

—Bueno, cuando nosotros empezamos a andar subiste como mil fotos de nosotros también.

—Como sea—  se abrazó más a Temo, siendo cuidadoso, —me alegra que esté feliz, y me siento bien de saber que tú y yo también tuvimos un final feliz en tu sueño y en esta vida, después de todo.

—No hay final para nosotros— le dijo Temo, cerrando sus ojos mientras se acomodaba mejor.

Ambos comenzaron a quedarse dormidos, con una sonrisa en el rostro, como cada noche que pasaban juntos desde que Ari se quedaba en casa de Los López para cuidar de su novio, pues aún estaba muy resiente el accidente y no quería descuidarlo ni un momento.

Temo comenzó a abrir los ojos poco a poco, se dio cuenta que estaba en una habitación que recordaba, era la misma habitación que le pertenecía en el sueño que tuvo mientras estuvo en el hospital, ese que fue guarida de tantas recuerdos junto a Ari, su pequeño Ari.

En la cama, estaba Aristóteles tocando su teclado. Cuauhtémoc se impresionó al mirarlo ahí, porque ese era justamente su pequeño Ari. Él le estaba sonriendo, mientras tocaba esa melodia que reconocía porque se trataba de la canción que le escribió.

Llegué a la luna en plena tormenta, por ti aprendí a bajar las estrellas. No hay imposibles ya no, si al final tu amor— lo escuchó cantar, sintiendo en su interior cada cosa que Aris sentía con exactitud, sabiendo que todo era gracias a su don.

—Ari— dijo su nombre apenas pudo.

—Temo— le dijo, dejando el teclado a un lado y parándose para estar a su lado. Aristóteles tomó las manos del chico mayor frente a él y Cuauhtémoc se sintió peor que confundido de nuevo.

—¿Qué...? ¿De nuevo fue un sueño o...?

—¡No!— rió con singularidad, y Cuauhtémoc se alegró de oír esa voz que extrañaba de él, —esto que está pasando ahora sí es un sueño.

—Aris...yo...

—¡No tienes que explicar nada! ¡Cumpliste tu promesa!— le dijo, mientras lo abrazó.

Temo recibió el abrazo con todo el amor del mundo y lo correspondió al instante, casi lo cargó y aquello sacó las risas de Aristóteles. Cuando se separaron, Temo acomodó la gorra gris de Aris en su cabeza y acarició sus mejillas.

—¿Cuál promesa?— le preguntó finalmente.

—Prometiste que si las cosas no funcionaban aquí, huiriamos juntos a otro tiempo donde pudiéramos estar juntos— sonrió con tanta luz y tanta alegría que Cuauhtémoc podía sentirla dentro de él.

—Y entonces...

—Ahora estaremos juntos siempre, como prometimos— le dijo Aristóteles.

—Así será— sonrió, entendiendolo todo. —¿Por eso desperté?— le preguntó.

—Es allá a donde pertenecemos—  le explicó,  —y ya nada va a separarnos.

—Nada— le aseguró.

Aristóteles se acercó a él de nuevo, tomó el rostro de Cuauhtémoc y se levantó de puntas para alcanzarlo y besar sus labios.

—Te amo, mi Ari.

—Yo a ti— le respondió, —siempre seremos tú y yo.

—No importa donde y no importa como.

—Y yo siempre seré tu niño...y espero seguir siendo el arcoiris de tus nubes grises.

Temo rió y asintió, —Para siempre.

Temo abrió los ojos y se repuso poco a poco en la cama, Aristóteles dormía aún. Acarició sus rizos y besó sus labios. Ari despertó un poco confundido, pero sonrió al ver a Temo sentando mirándolo. Cuauhtémoc se recostó de nuevo junto a él con una sonrisa en el rostro, sabía que Aristóteles y él estaban destinados a estar juntos, en ese y en todos los tiempos en el que pudieran existir.

—Gracias por este último viaje en el tiempo juntos— le dijo, abrazándose más a Aristóteles.

—Este será permanente, Tahi.

—Así es justo como quiero estar contigo para siempre.


















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Les apuesto cinco pesos a que olvidaron que había epílogo, ¿verdad?

Definitivamente, todo pasa por una razón y al final, creo que ese Aris pequeño y ese Temo mayor terminaron huyendo juntos, como prometieron.

Amé tanto esto, le lloré horrible y no puedo creer que terminó.

Los amo, los amo, los amo.

Gracias por tanto.

Att. AristemoTeorias. ✨

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