cuatro.

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Supuestamente los despertares tienen que ser como en los libros: los rayos de sol que se cuelan en la cortina dan directamente hacia tus globos oculares cerrados haciendo que la luz te despierte de ese precioso sueño que estabas teniendo con la tía despampanante. O también están los asquerosos despertadores.

Pero yo,Michael Goodway ,tengo un despertar más irritante que este último.

Que veinte niños estén enfrente de la cama de tu amigo,tocándote y chillándote que llegas media hora tarde al instituto.

Voy corriendo al baño y me miro al espejo.

Me cago en la hostia.

Me han pintado un bigote.

-¡Cabrones!-me dispongo a gritar dentro del baño. Sólo escucho un burullo de risas por su parte.

-¡Regalo de cumpleaños!-chilla la voz de alguno de ellos.

Malditos niños.

Abro el grifo del agua para lavarme la cara.

¿Cómo?

¿Por qué mierda no se enciende?

¡No me jodas! 

Me lavo la cara como puedo con el minúsculo chorrillo que cae del lavabo.

Me visto y bajo a desayunar.

En la mesa de la cocina diviso una bolsa de cartón donde pone ''Micheael''.

¿Tan difícil es escribir bien mi nombre?

Bueno,nada.

Palpo la bolsa para averiguar así con el tacto qué lleva dentro.

Una naranja.

Esa será mi retención hasta las tres de la tarde. Una naranja.

Menos mal que estoy acostumbrado a comer poco,con los pocos fondos del orfanato no podemos permitirnos chocolate o yogures. Sólo fruta en gran cantidad,agua y hortalizas baratas.

Nada más.

Bueno,algo es algo. Al menos como.

Bajo la puerta principal y salgo a la calle.

Y la soledad me acompaña de nuevo.

Aunque ahora no está del todo mal,será peor en unos días,cuando tenga que vivir literalmente debajo de un puente.

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Anomalías.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora