dieciocho.

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La niña oscura, conocida como Julie, se acurrucó en mi hombro y se quedó dormida tras una larga charla. Resulta que iba a mi clase, pero como soy tan distraído, no me había dado cuenta. Solamente  en mí, en Clea y en los idiotas que me insultan. Y sólo les presto atención para no toparme en su camino y que así, no me peguen.

Me contó que se había escapado de casa aquella noche porque ya no aguantaba más estando allí, básicamente. No quiso contarme más.

El verla tan pequeñita y tan indefensa hace que me cueste creer que pueda tener la valentía de escaparse de casa, pero me dijo que volvería cuando las cosas se calmaran un poco.

Observé sus ojos cerrados, sus graciosas pecas por sus mejillas y sus labios. 

Sus labios me hicieron recordar a cuando entró Tiffany en el orfanato cuando yo tenía doce.

Tiff era la chica más bonita que alguna vez pude ver y lo mejor de todo es que se enamoró de mí.

Y yo de ella.

Recuerdo cuando los dos nos escondíamos en el cuarto de la lavadora para besarnos sin que nadie nos pillara, aunque Gale ya sabía algo. Pero como Tiffany era una niña bonita y dulce, la adoptaron enseguida.

Fueron buenos tiempos aquellos.

Me pasé la noche jugando con el pelo de Julie mientras ella dormía. ¿Cómo una chica tan bonita había decidido irse de casa por haberlo pasado mal? ¿Quién le haría daño a alguien así?

Cuando la campana de la iglesia dio las siete, ella despertó. 

Nos lavamos la cara con agua del riachuelo y desayunamos algo de la bolsa de comida antes de encaminarnos hacia el instituto.

En la puerta me esperaba la sorpresa del siglo.

Cedric estaba esperando.

Llevaba su gorro marrón enfundado en la cabeza y se levantaba las gafas empañadas con el dedo índice.

-Vaya, Julie. Qué compañía traes hoy, ¿no?

-Cállate.

-¿Te molesta que te digan la verdad? ¿Quieres que te recuerde quien es el perrito faldero de Anaïs?

-Muérete.

-¿Qué dijiste?- dijo acercándose peligrosamente a ella.

-Que te mueras.

No sé cómo lo hice pero paré el puñetazo que Cedric le iba a dar a Julie.

Era bastantes centímetros más grande que él, lo cual lo hacía ver como a un niño de quince mal desarrollado si estaba a mi lado.

Vi la furia en sus ojos.

Me preparé para lo que se avecinaba.


Anomalías.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora