Capítulo 22

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Había pedido un permiso en el trabajo y ya casi era nuestro turno de entrar con el doctor. ¿Qué cómo está ella?, bien, primeramente, no puso música de camino a la clínica, me ha dirigido dos palabras: Estoy nerviosa, tiene los ojos hinchados de llorar y encima parece que no ha dormido en toda la noche. La entiendo no debe de ser fácil.

La chica que estaba en el consultorio había salido eso indicaba que era nuestro turno, me levanté mas ella se quedó sentada mirando al vacío. La tomé del brazo y la ayudé a levantarse animándola con la mirada. Las personas que estaban sentadas en la fila de espera nos miraban raro y confundidos.

Una señora como de algunos cuarenta y dos años habló -Tu puedes hacerlo mijita' -con acento mexicano incluido. Paula se levantó y acomodó su cabello que casi parecía un nido en desasosiego.

Entramos, y el doctor Domínguez nos esperaba con una gran sonrisa como si nos había visto antes, era un señor de algunos cincuenta y cinco años, tenia todo el pelo blanco y pliegues en su cara.

-¡Buenos días!, pueden tomar asiento. Soy el ginecólogo Domínguez -nos recibió.

Después de hacer varias preguntas a Paula y terminar el proceso de la eco-grafía, me dio ganas de llorar al ver que Paula no miraba la pantalla, no quería ver a su bebé, aunque no se perdía de mucho ya que solo se veía un puntito súper pequeño entre todo ese blanco y negro. No le exijo que ame a su bebé tan pronto, pero está en su cuerpo.

-Bien Paula Spyker, tienes exactamente hoy dos semanas de embarazo, le recomiendo comer bien, si se empieza a sentir mareada, con ganas de vomitar puedes venir sabes que es totalmente normal. -luego de muchas recomendaciones le puso otra cita y salimos de allí.

-Quiero largarme de aquí ya. -dijo mientras yo pedía un capuchino en la cafetería.

-Pau, sé que es difícil, pero tienes todo mi apoyo, no es algo que-

Se dio la vuelta y salió de la cafetería del hospital.

Paciencia Lauren, paciencia.

La señorita me dio mi capuchino y salí detrás de ella, estaba sentada en una banca de afuera, creo que esta niña va a caer en depresión, me abrazó tan rápido que casi se me cae la bebida.

-No quiero hacer esto -decía apegada a mi cuello.

-Si vas a poder amiga, si vas a poder -la alentaba.

Subimos al auto esta vez yo voy a conducir, tengo mucho que no lo hago, pero lo que se aprende no se olvida. Puse el auto en marcha.

-¿Adónde vamos? -pregunta. -¿no tienes que ir a trabajar?

-Sí, pero te llevare a tu casa y luego pediré un taxi para-

-Para, orillate y para. -me ordena.

La miro confundida, pero ella me mira seriamente así que no que queda de otra.

Intercambiamos de haciendo, -No me lo tomes a mal, sé que quieres ayudarme y todo, pero no estoy enferma, puedo conducir. -se abrocha el cinturón y yo también.

Me lleva al trabajo y le pido de favor que cuando llegue a la casa que me escriba de inmediato.

-Calma los nervios -dice un poco inquieta.

Le echo una ultima mirada y entro a las oficinas, saludo a todo el mundo como siempre, no es que me vaya a postular como política ni nada, mi madre me enseñó a que las personas que recogen basura, barren las calles, abren las puertas se merecen el mismo trato que los dueños de grandes compañías y que personas 'importantes'.

INTRUSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora