Carnada.

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Sentado como un niño sobre el suelo de cemento, un bozal y las manos atrás, atrapadas en ajustadas esposas, Castiel no parecía muy feliz. Su rostro expresaba todo el odio que jamás un ángel sintió. Se habían necesitado demasiados demonios y un buen plan, pero lograron capturar al ángel.

Crowley palideció al sentir su mirada asesina, y los demonios alrededor del ángel sonreían orgullosos. Pero entonces, el Rey del infierno se percató de algo. Una fina línea de sangre caía desde la frente del mayor.

- ¿Markus? –

El demonio llamado se acercó, esperando una felicitación.

- ¿Qué es eso? – Señalo a la frente del ángel.

- Se resistió un poco cuando intentábamos traerlo, pero logramos reducirlo. – Relató sonriente.

- La mercancía no se daña. – Declaró. - ¡No dañes al ángel!

Los demonios se encogieron en sus lugares y el tal Markus, retrocedió un par de pasos.

- Salgan de aquí antes de que decida venderlos como esclavos sexuales. – Amenazó.

El grupo salió casi corriendo de la habitación, y cuando Crowley se volteó a ver a Cas, el seguía con la misma expresión.

- Voy a quitarte esa cosa, - Señalo el bozal. – Pero déjame explicarte.

Crowley desajusto el bozal, siendo escudriñado por los azules.

- ¡Suéltame en este maldito instante! ¡JURO POR MI PADRE QUE TE DESOLLARÉ VIVO! – Grito el mayor.

El demonio suspiro, sabiendo que el ángel no pararía de insultarle hasta que se le gastara la voz.

- Si te veías tan lindo calladito. – Se lamentó.

- Suéltame ahora, Crowley. –

- Vas a pegarme. – Objetó.

- Suéltame y no te mataré. – Prometió.

Crowley arrastró una silla de un costado y se sentó frente al ángel.

- Mejor quédate así mientras charlamos. –

- ¿Charlar de qué? No hay nada de que charlar, déjame ir. – Exigió.

- Tal vez hayas notado que todos parecen querer ponerte una mano encima.

- Tú culpa. – Interrumpió.

- No, no mi culpa, emplumado. – Comenzaba a cansarse. – Hay alguien que está poniendo un precio a tu cabeza.

- Y me vas a vender.

El demonio blanqueó los ojos, realmente estaba exasperándose.

- No, no voy a venderte. Quiero saber quién es él.

El ángel se quedó observándolo, intentado descifrar el plan del menor, sin mucho éxito.

- Matarlo y descubrir que trama.

- ¿Estas... resolviendo un caso? –

Crowley asintió con una sonrisa. Justo en el clavo. Pero la cara de póker de Castiel arruino su felicidad.

- Entonces, soy la carnada.

- Exacto.

- Te odio. – Sentenció el ángel.

- Lástima que no me importe. – Citó el demonio, mientras se iba.



Dean y Sam estuvieron allí a la hora, no de muy buen humor.

- Crowley, ¿Dónde está Castiel? – Preguntó el menor, intentando sonar calmado.

- Puedo explicarlo. – Sonrió el demonio. – Solo baja el cuchillo.

Pidió al cazador rubio que sostenía el cuchillo de demonio muy cerca del cuello del Rey.

Después de la explicación del demonio, Sam y Dean fueron a ver al ángel, exigiendo que lo desataran. Los hermanos y Cas discutieron sobre la mejor decisión, y llegaron a la conclusión que el morocho debía quedarse, por mucho que odiara la idea. Debían hacer pensar al sujeto que, realmente el Rey del infierno había capturado al ángel y lo tenía en venta. Pero sería todo con una condición...

- Espero disfrute su habitación, alteza. – Dijo con sorna el demonio.

Cas entró a la habitación, colores ciruela y detalles en dorado, adornada con muebles antiguos. No estaba mal, principalmente porque no la usaría para dormir, solo pasar el tiempo. Y, por supuesto, como su guarida para estar lejos de Crowley. 

Guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora