¿Novios?

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Era un desayuno normal, como cualquier otro día. Dean comía tostadas con mermelada, Sam su comida de conejo. Jack disfrutaba de un nuevo cereal de colores y Cas revisaba el diario. El nephilim se giró a su padre, notando algo particular en él.

- ¿Por qué pareces más alegre? – Interrogó.

Dean dirigió su atención al ángel, sin notar nada extraño, Cas tenía la misma cara de póker que llevaba a todas partes. Sam se había percatado de que algo pasaba con el ángel últimamente, pero no presto demasiada atención.

- ¿Cómo sabes que esta alegré? – Inquirió el Winchester mayor.

- Lo conozco bien.

- He vivido 10 años con él y siempre tiene la misma expresión. – Replicó Dean, con un toque de enfado.

- Quizá sea porque eres despistado. – Culpó el nephilim.

- El chico tiene razón. – Comentó Sam. – Pero, ¿Qué es lo que te trae tan feliz? – Curioseó.

- Supongo que la resolución de cuestiones y aprensiones que padecía fue liberador, y simplemente estoy bien. – Sonrió.

Jack asintió totalmente de acuerdo con esa idea, mientras los Winchester no lograban comprender de qué demonios hablaba.



Crowley se debatía, tamborileando sus dedos sobre el trono en el que estaba sentado. Fue un pequeño suceso, no tenía idea de cuánto duro, y aun sentía sus labios deseosos de sentirlo de nuevo; pero le había llenado de nuevas dudas. ¿Debía ir a buscarlo? ¿Debía esperar a que se apareciera? ¿Debía invitarlo a una cita?

¡¿Qué se supone que se hace a partir de aquí?

Estaba feliz, eso no lo negaba. Se sonrojaba como un adolescente cada vez que recordaba aquel beso. Sin embargo, eso no apagaba su incertidumbre.

- ¿Solo obtuviste un beso y ya crees que lo aseguraste? – Se rió Acatriel a sus espaldas, apoyado contra el trono.

- Creí que me había deshecho de mi desgracia, pero haz vuelto. – Se quejó.

- Si no fuese por mí, Cas te hubiese agendado en su lista negra de pretendientes. – Sopesó. – Joder, seguro que estoy allí también.

El rey del infierno ignoró al gigante mosquito zumbando en su oído y estaba a punto de irse.

- ¡Oye! ¿Dónde vas? – Estalló el castaño.

- A trabajar. –

- Nada de trabajo. ¡Tienes que ir con Algodón! – Exclamó. – Llévale flores, invítalo a salir... ¡Hagan cosas de novios!

- ¡No me vas a decir que hacer! – Declaró.

Allí estaba, en la puerta del bunker, con su mejor cara de "odio mi vida". Tocó dos veces, y rogó porque alguien lo escuchara detrás de esos 40cm de metal. Esperó unos minutos, hasta que el metal comenzó a rechinar.

Un ángel, en camiseta estampada con bandas de rock y el cabello despeinado, le recibió. Si Castiel estaba sorprendido de verlo, su expresión no lo demostró ni un poco.

- Pasa. – Dijo simplemente.

Crowley entró, cerrando la puerta tras él y buscando a los Winchester con la mirada mientras bajaba las escaleras.

- Sam y Dean salieron y se llevaron a Jack. – Dijo el ángel. – Estoy haciendo galletas para pasar el rato.

- Todo un ama de casa. – Bromeó el demonio.

- ¿Quién crees que mantiene el bunker así de limpio? – Sonrió. – No hay mucho que hacer cuando ni siquiera puedes dormir.

Cas se apoyó en la mesa, totalmente despreocupado.

- ¿A qué venias? – Interrogó.

- A verte.

Lo dijo espontaneo, sin pensarlo ni un segundo. Solo salió de su boca en una verdad absoluta. Se sentía avergonzado.

- Pues aquí estoy. – Respondió el mayor, justo antes de darle un beso fugaz al otro.

Fue más que suficiente para paralizar a Crowley, mientras veía como el ángel desaparecía en la cocina. Se golpeó mentalmente y siguió al otro.

- ¿Cerveza, café, agua o... - Hurgó en la heladera, levantando finalmente una botella media llena. – Ron?

- Definitivamente ron.

El ángel sirvió un vaso mientras Crowley seguía cada uno de sus movimientos.

- ¿Cas?

- ¿Si? – Deslizó el vaso hasta el demonio, dándola permiso de sentarse.

- ¿Qué tipo de relación tenemos exactamente?

Castiel se detuvo a pensarlo un momento, achinando los ojos y mordiéndose los labios. Ese gesto estaba matando al menor.

- No me lo preguntaste ni yo a ti como los humanos acostumbran... - Pensó en voz alta, recuperando de su memoria todas las películas románticas que vio. – Pero supongo que novios, ¿No?

Crowley no cabía en su recipiente de la emoción.

- ¡Excelente! – Sonrió.

Luego paso a robar un beso no tan fugaz.  

Guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora