El padrino.

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Ese sujeto volvía a invadir el aire que respiraba. Con su estúpida sonrisa, sus estúpidos lentes, y su maldito brazo alrededor de los hombros de Castiel. Crowley lo odiaba profundamente.

Castiel había explicado con lujo de detalles como es que se conocieron, quien era en realidad el sujeto y el porqué del "secuestro". A estas alturas, al Rey del infierno le importaba un comino si era bueno o no, estaba planeando en su mente miles de formas de destruirlo.

- Tus chicos hicieron un excelente trabajo, Crowley. – Rio Acatriel. – Atrapar a este bad boy no es fácil. – Se burló del ángel.

- ¿Vas a recordármelo toda la vida? – Se quejó el ángel.

- "Su majestad" para ti, soy Crowley solo para los amigos. – Desafió.

Acatriel fingió sorpresa, y para suerte del Rey, se alejó de Cas.

- ¿Entonces Algodón tiene otro amigo demonio? ¡Wow! – Golpeó a Castiel en el hombro suavemente, ganándose la mirada malhumorada del otro. – Creí que solo eran "socios".

- Se odian más tiempo del que pasan juntos. – Rio Dean, el sujeto nuevo le caía bien. –

- Nosotros en cambio, – Alardeó. –  somos besties.

- Te odio. – Replicó Cas.

- Yo también te amo, Algodón.



Crowley sacó casi a patadas a todo el grupo. Dejó para después el trabajo y se tiró en su cama. Crucificado en medio del acolchado, suspiró, mirando el techo.

- ¿Por qué no me amas?

Resultaba fastidioso, pero volvía a hundirse en celos incontrolables de nuevo. Los odiaba pero le eran imposibles de evitar. Más ahora que sus posibilidades solo se alejaban más y más. Alguna vez intento convencerse de que Castiel lo odiaba por ser un demonio; las torturas, asesinatos, trampas y las propias acciones contra el mayor. Crowley aceptaba que ese pasado, y un poco del presente, pesaban mucho. Además, Cas era el soldadito de plomo del cielo, correcto y puro como el agua, con errores y todo, intentaba mantenerse lo más pulcro posible.

Ahora se daba cuenta de que se mintió a si mismo. A Castiel no le importaban esas cosas. Acatriel y Cas habían conformado una amistad demasiado rápido y sin problemas al principio, la rotura de ese lazo fue después. Pero Crowley no había logrado ni eso, por mucho que se esforzara, siempre era rechazado y tratado como una vil basura.

Prometió no volver a arrastrarse por el ángel, y no lo haría. Pero lo deseaba...

Castiel no era solo inalcanzable ahora, sino que alguien más ocuparía el lugar por el que entregaría su vida, y sin esfuerzo. Nunca tuvo realmente al ángel, pero se sentía como si estuviese perdiéndolo. Y dolía...




- Maldita sea, que te ama. – Rio Acatriel. – Mi pequeño Algodón ya tiene un pretendiente.

Castiel había aceptado la invitación del demonio a un café, como en los viejos tiempos. Ahora se arrepentía terriblemente.

- Él solo juega conmigo. – Dibujaba con la cuchara en la espuma del café. – Por supuesto que no siente nada por mí.

- No recuerdo que fueras tan depresivo, hombre.

En otros tiempos, Acatriel fue su confidente, y se sentía en confianza de hablar cualquier tema con él, pero esto realmente pesaba en su corazón. Ya no tenía con quien hablar de esa forma, pero tampoco era santo de su devoción.

- ¿Es un buen tipo?

- Pues, si hablamos de últimamente... - Sopesó. – Creo que ha hecho lo mejor posible.

- ¡Bien! Entonces dale una maldita oportunidad. – Se acercó fingiendo enojo.

- No.

- ¡¿Por qué?!

Cas se sumió en sus pensamientos, totalmente avergonzado. Acatriel suspiro cansado, y se quitó los lentes para ver al mayor.

- ¿Que sientes, Algodón?

- Confusión. – Confesó. – Él dijo que me quería, pero eso solo me ha traído confusión.

- Más bien miedo.

El ángel, perdido en esta conversación, inclinó su cabeza en un gesto muy propio suyo, y que el demonio ya conocía.

- Sientes miedo, no estoy seguro a qué. – Dio otro mordisco a su hotcake. – Pero te diré una cosa, necesitas algo de mimos nocturnos, Algodón.

- Estoy bien. Tengo mi hijo, mis amigos, mi familia es todo lo que necesito, Acatriel.

Acatriel estampó su mano en su propia cara, en un gesto de absoluto fastidio.

- Necesitas un jodido novio. – Declaró. - ¡Y yo seré el padrino de su jodida boda!

Puede que se haya pasado un poco con el volumen con el que dijo eso último, pues todos en el local lo estaban mirando. 

Guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora