Como siempre.

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Muy poca gente ocupaba las mesas del restaurante y, sumando la música tranquila, existía un ambiente agradable y familiar. Hasta que un demonio y un ángel entraron.

Jack, Sam y Dean los vieron entrar, el mayor de los tres levantó la mano para que los hallaran.

- Llegaron los enamorados. – Se burló Dean.

- Hacen linda pareja. – Dijó Sammy.

- ¿Linda? ¿Intentar matarse cada 5 minutos te parece lindo?

Crowley y Cas discutían arduamente sobre quien sabe qué, sin impórtales lo que pensaran las personas a su alrededor.

- No todo se arregla chasqueando los dedos. – Objetó el ángel, sentándose a un lado de su hijo. – Hola. – Saludó cruzado de brazos.

- No puedes salvar a todo el mundo, ángel guardián. – Crowley también se sentó con mala cara.

- ¿Qué paso ahora? – Fingió interés el cazador mayor.

- Crowley desintegró a una persona inocente. – Acusó Cas.

- Que resulto ser culpable. – Completo su pareja.

- No lo sabias en el momento en que se te ocurrió acabar con su vida. – Replicó el ángel.

El Rey del infierno se pidió un café, Cas chasqueó los dedos y lo derramó sobre su traje.

- ¡Ups! – Fingió inocencia. – ¿Estas bien, cariño?

- Te odio.

- No más que yo.

Dean estaba a punto de decir algo para detener esta insoportable discusión, pero el teléfono de Castiel se adelantó a sus planes.

- ¿"Aca"? ¿Lo agendas como "Aca"? – Reclamó Crowley, observando la pantalla sin autorización.

El ángel se levantó para atender la llamada de Acatriel, saliendo del establecimiento.

- Son la pareja más toxica que he visto jamás. – Sentenció Dean.

- Así se enamoraron, eso se llama amor entre polos opuestos. – Defendió el hermano menor, obteniendo la aprobación de Crowley.

- Venimos de lugares distintos y nuestro pensamiento difiere. – Explicó el demonio. – Pero jamás nos hacemos daño.

- No te conviene hacerle daño. – Habló finalmente Jack.

Los tres adultos voltearon a ver al chico, diciendo eso con tanta inocencia pero con una amenaza bastante directa hacia el demonio.



De vuelta a casa, Crowley volvió en la camioneta de Castiel, peleados aún.

- Tu hijo me amenazó. – Acusó, como un niño a su madre.

Castiel rio, imaginándose a ese adorable rostro diciendo algo amenazante. Era impensable.

- ¿De qué te ríes?

- Olvídalo. – Quitó importancia. – ¿Me pasas la caja que encontramos?

Esa caja era pequeña, pero equivalente a la de Pandora. Crowley revisó su bolsillo interior de la gabardina, los exteriores. Nada. Quizá lo había dejado en la parte de atrás de la camioneta, sobre el bolso de Castiel. Pero tampoco había algo allí. Tragó saliva volteando a ver al ángel.

- ¿Perdiste la caja? –

- No, cariño. Seguro la deje...

- ¡¿PERDISTE LA MALDITA CAJA?!

Puede que se llevaran mal más seguido de lo que besaban. Puedo que Crowley sacará de quicio al ángel, y que Cas no comprendiera lo que el demonio intentaba decirle. Puede que incluso se dijeran "te odio" más veces de las que tenían sexo. Pero se amaban, de eso no existía duda. Cuando se enfrentaban al mal y las cosas no iban bien, podían contar con sus manos bien entrelazadas y la apuesta de sus vidas por la de su pareja.

Castiel aborrece no estar cerca de su demonio, y Crowley adora consentir al caprichoso ángel. 


FIN.

Guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora