Ella

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Ya había visto a la chica un par de ocasiones, pero nada importante, era muy linda y había captado mi atención sin solo musitar una palabra, su mirada era penetrante y su sonrisa parecía sacada de un cuento de hadas. Ella era imposible de ignorar, pero tenía otra conquista en mente.

Pasaron varios meses para verla de nuevo, esta vez fui yo a su casa, conviví de forma muy buena con mi familia pero de nuevo no con ella, algo cambió en mí ese día, no podía dejar de mirarla aunque lo disimulé bastante bien.

Ella tenía miedo de hablar con todos, era muy retraída al parecer, hablaba bajito, en ocasiones sonreía trémulamente y en otras desaparecía por horas. En uno de esos momentos en los que afortunadamente bajó de su habitación, tuvo que decir algunas palabras para el brindis y aunque su discurso fue algo carente, también fue emotivo, entonces todo quedó en blanco, el tiempo pareció detenerse, solo existía ella y su hermosa voz.

Sabía que volvería a verla pronto, así que no me preocupé por no poder interactuar con ella en esa ocasión; no obstante ella me había impactado tanto que no me podía ir sin antes pedir permiso a sus padres para invitarla a salir, ellos al notarme un poco pasado de copas asintieron y dejaron el tema sin darle mucha relevancia.

Al día siguiente ella se retiró temprano y regresó bastante tarde, sus padres no le dijeron nada y yo tampoco me atreví a decirle que quería salir con ella, cuando finalizó la visita ella se levantó cortésmente del sofá, les dedicó sonrisas y agradecimientos a todos los que se despedían, cuando llegó mi turno, estaba nervioso, me acerqué le di un abrazo y un beso en la mejilla, ella lo recibió sin molestarse, en cambio sonrío y dijo —Gracias por venir, hasta luego.— Le regresé la sonrisa y me encaminé al pasillo para esperar a los que faltaban.

Ella y su familia nos llevaron a la puerta, fui el último en irme ya que debía ponerme el casco y preparar la motocicleta. Por alguna razón la chica nunca dejó de mirarme y yo de pensar en ella.

Una semana más tarde la chica estaba en mi casa, sentada a un lado de su madre, sin hablar, con un vestido negro impecable y zapatos bajos. La fiesta ameritaba que vistiéramos de formal-casual y el atuendo que ella eligió sacó de la jugada al menos al 90% de las chicas jóvenes que estaban allí; yo decidí usar un traje no muy formal y juvenil en tonos color vino.

Otra vez la estaba mirando atentamente sin quererlo, me era inevitable pasar con sowbenirs o cervezas a su mesa y no mirarla, era mágica hasta cuando rechazaba el licor.

Naturalmente quería hablarle pero no sabía cómo dirigirme a ella, hasta que mi primo Caleb (que era esposo de su madre) salió y me dijo que ella era muy tímida, que la sacara a bailar para que se le quitara el miedo, que él iba a sacar a toda su familia para que pudiera hablar con ella sin que se pusiese tan nerviosa.

Accedí y en cuanto Caleb logró su objetivo me acerqué, me recargué en la silla de la chica y la invité a bailar, ella se sonrojó y casi se atraganta con una papa frita, a pesar de ello accedió regalándome una sonrisa y sacándome una a mí también.

Como la canción estaba por terminar le propuse esperar la siguiente, de esta manera ella podría terminar sus deliciosas papas fritas (le robé una) y yo de repartir los sowbenirs, ella solo asintió con un sútil rubor en las mejillas.

Salí entonces a la planta exterior donde estaba Caleb y terminé con mi tarea sin preocuparme de hacerlo participe de mi logro, ya que se dirigía a la mesa de nuevo a lado de su esposa y el resto de la familia. Entre tanto yo perdí de vista a la chica entre la gente, entré un par de veces a la plataforma cerrada (donde ella y el resto estaban) y salía de nuevo. Así se fueron 2 canciones y cuando regresé por ella, oh sorpresa no estaba.

Una noche con la chica de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora