Capítulo 16

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No tienen un gran funeral. Todos se quedan por unos momentos hasta que Mari comienza a llorar, y Grego lleva a Thomy al interior. Nadie dice nada, porque no hay nada que decir.

Sin embargo, el resto del día todo el mundo está deprimido, lo que no es sorprendente. Thomy y Grego están en la torre vigilando, y Gabriel y Renato terminan en la sala común jugando a las cartas con Marco, que ha estado llorando todo el día. Marco es tan reacio a perder a Gabriel como Renato.

Permanecen así durante tres horas seguidas, sentados en la mesa, jugando a todo, mantienen a Marco distraído y también a Renato, lo cual es bueno.

Aunque no está completamente distraído, porque Gabriel todavía está directamente a su lado, y tan a menudo como puede, Gabriel lo toca, ya sea con el roce de sus brazos o con una mano sobre su pierna. Renato se retuerce cada vez que lo hace, incapaz de sacar de su mente el recuerdo de Gabriel.

No debería haber tenido sexo con él. Lo sabe. Fue mala idea. No es que se arrepienta en absoluto, porque simplemente no puede. Pero él solo está haciendo esto más difícil para los dos de lo que debe ser.

Finalmente, Marco comienza a bostezar y Gabriel lo levanta y lo lleva a la cama. Renato viene con él y espera en el pasillo, y después de que cierra la puerta de Marco, besa a Renato con suavidad. —Podemos quedarnos acá— dice—. En este bloque de celdas, si querés. No creo que a nadie le importe.

Renato enrolla sus dedos alrededor del dobladillo de la remera de Gabriel y sacude su cabeza. —Me gusta nuestro bloque de celdas.

Gabriel sonríe. —A mí también.

Pasan junto a Julián en su camino hacia el pasillo, quien pone los ojos en banco y les dice: —Busquen una habitación.

—Tengo un bloque de celdas completo—contesta Gabriel, meneando las cejas.

Julián arruga la nariz y sigue caminando.

—Entonces, ¿dónde lo conociste?—Renato pregunta mientras caminan.

—¿A Julián?—pregunta Gabriel. Renato asiente—. Estábamos en otra ciudad. No nos quedábamos, solo pasábamos, y yo conducía y de la nada alguien salta delante del auto. Casi lo golpeo, claro, porque pensé que era un caminante. Pero lo siguiente que sé es que se está deslizando en el asiento del pasajero y me grita que conduzca, y no sé, ha estado acá desde entonces.

Renato sonríe por un momento, pero la sonrisa cae de su cara cuando pregunta: —¿Y Migue?

Gabriel agarra su mano y la aprieta. —Otra ciudad. Estaba en una tienda de comestibles, buscando comida para nosotros. Thomy me estaba esperando en el auto, y me rodearon. No sé de dónde salieron, y entonces, de repente, los caminantes comenzaron a caer. A primera vista, era como la imagen de una abuela perfecta, pero resulta que ella fue la que detuvo a la mayoría.

Llegan a su bloque de celdas, pero se quedan despiertos mucho tiempo después de eso. Renato le pregunta a Gabriel sobre todos y cada uno de los miebros de su grupo, y Gabriel habla un poco sobre su antiguo grupo, antes que ellos. Cuando estaba con su familia y la gente que conocía, y cómo los perdió. No es tan diferente de la propia historia de Renato, y eso le duele en el corazón por Gabriel, porque si alguien en el mundo no merece ser lastimado de esa manera, piensa que es él. A veces, a Renato solo le sorprende saber que Gabriel es realmente una buena persona. Incluso antes de que el mundo se fuera al infierno.

—No quiero tener que contarle a alguien la historia de esto un día— dice Gabriel en voz baja después de que apagó la vela y se metienron debajo de las sábanas—. No quiero tener que contarle a alguien sobre este hermoso pibe que amenazó con cortarme la garganta y luego logró robarme el corazón en menos de una semana. Quiero que estés acá. No quiero que seas otro recuerdo u otra persona que me importa pera que ya no está. No quiero mencionar tu nombre dentro de un mes y que todos se callen y me miren con simpatia. Te quiero acá. A mi lado.

Mal MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora