Capítulo 10

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Gabriel está fuera por el día con Grego y Julián, regresando a esa granja para buscar algo más que sirva. Renato todavía está convencido de que toda la idea es jodidamente ridícula, pero se lo guarda para sí mismo. Thomy no lo hace, está inquieto y molesto, y Renato se queda con él hasta que regresan. Aparentemente, la regla de las esposas ha sido revocada, pero la regla de la guardia es más estricta que nunca.

Renato también está preocupado. No quiere estarlo, pero lo está. No le gusta la frecuencia con la que Gabriel abandona la seguridad de la prisión. Teniendo en cuenta el hecho de que la primera vez que lo había hecho con Renato allí, había regresado con una bala en el hombro, Renato cree que es completamente racional su preocupación. Incluso si todavía está planeando irse. Solo después de que pague sus deudas.

—Cuando te trajeron acá— dice Thomy, sacando a Renato de sus pensamientos mientras caminan por el patio, recogiendo la basura de la noche anterior—. Solo tenías un cuchillo, ¿verdad?

Renato asiente. —¿Por qué?

Thomy se encoge de hombros. —Solo me pregunto en qué sos bueno.

—En que soy bueno— su voz en plana cuando toma otra botella de plástico.

—Como... Grego. Él es bueno con una ballesta y Julián tiene una puntería con una pistola que solo Migue puede vencer. A Gabriel le gustan las escopetas...

—¿Sí?—pregunta Renato, sorprendido. No tenía a Gabriel por un tipo al que le gustaban las escopetas. Renato ha usado algunas y no le gustan. Demasiado retroceso, la propagación es demasiada amplia. Es demasiada inexacta. Pensó que Gabriel sería un tipo de pistolas.

—Sí—dice Thomy, sonando molesto con Renato por interrumplirlo—. Personalmente, me gustan las metralletas.

Renato se ríe. Él no está sorprendido por esto, al menos. Thomy es una especie de metralleta. Rápido, disparando como un loco y no muy grande.

—Me gustan los cuchillos—dice Renato después de un momento—. No hay que preocuparse por recargar un cuchillo o quedarte sin balas. Y se necesita una persona realmente estúpida para apuñalar accidentalmente a alguien.

—Cuchillos—repite Thomy—. Brillante.

—¿Por qué es tan brillante?—Renato pregunta.

Thomy sonríe y deja caer su bolsa de basura y dice: —Vamos. Terminaremos esto más tarde. No puedo trabajar hasta que vuelvan. Necesito hacer algo que realmente distraiga.

Renato lo sigue a regañadientes, dejando su propia bolsa en una pila junto a la de Thomy. Tiene la sensación de que estará acá más tarde, terminando su trabajo y Thomy encontrará una razón para no hacerlo.

Thomy abre la puerta de la sala de armas y empuja a Renato. El castaño da un paso vacilante en la sala con los ojos abiertos. Hay armas por todas partes. De todo tipo. Pistolas, escopetas, rifles de asalto.

—Nos hemos quedado sin municiones para la mayoría—explica Thomy, señalando una pared entera—. Ninguna de estas tienen balas. Todo lo que funciona y tiene munición está acá.

Renato sigue su línea de visión hasta una mesa llena de armas, pero realmente no hay muchas de ellas. Puede verlas en el estante detrás de la mesa, pero Thomy se dirige a la pared opuesta y saca una espada larga y enfundada.

—Katana—dice Thomy, sonriendo—. Es de Grego, pero casi se corta la cabeza con eso, por lo que no le permitimos usarla.

Se la da a Renato y la toma con suficiente cuidado antes de mirar a Thomy, pidiendo permiso con los ojos. Thomy retrocede un paso y asiente con la cabeza y Renato saca la espada con los dedos curvados alrededor de la empuñadura. Es una hoja larga, elegante y curvada, y Renato no puede resistir la tentación de presionar su pulgar contra el borde afilado. Sin apenas presión, se corta el dedo y la sangre gotea.

Mal MomentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora