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ㅡ¿Diga? ㅡMurmuré sin ganas tras descolgar el teléfono.

ㅡHola, cariño. ¿Cómo va todo? ㅡSe oyó al otro lado de la línea.

ㅡHola, mamá. Todo bien.

Me alegro, hijo. ¿Estás comiendo bien? ¿Qué tal con tus amigos?

Mi madre podía ser la persona más poco correcta para criar a un hijo. Sin embargo, se preocupaba por mí. Ella sabía de sobra que yo era una persona difícil. No tenía amigos y me costaba horrores hablar con alguien desconocido. Sin embargo, era una forma de dar a entender que todo iba bien.

ㅡBien, todo bien.

ㅡAsí me gusta. Me gustaría pasarme por tu casa algún día de esta semana pero no sé si voy a poner. Ando muy liada últimamente.

ㅡNo te preocupes, mamá. Estoy bien.

A eso me refería. Sabía que ella me quería. Sabía que ella pensaba que el pagarme absolutamente todo y mimarme era una forma de compensar la falta de tiempo que pasábamos juntos.
Yo me había acostumbrado a ello. Pero me costó tiempo hacerlo: a los diez años hicimos en clase un perrito de cartón para el día de la madre. Ella estaba tan ocupada que apenas le dio importancia y, en aquel momento, eso me afectó mucho. Había deseado millones de veces que mis padres me criasen y me dedicaran tiempo en vez de tener tanto dinero. Sin embargo, había terminado por acostumbrarme a ello.

ㅡGenial. Pues ya hablaremos a ver si nos vemos, cariño. Tu padre me manda un beso muy grande para tí. Cuídate mucho e intenta salir un poco, ¿vale? Adiós, hijo.

ㅡSí, mamá, no te preocupes. Cuidaos mucho, adiós.

No sabía si había sido por la conversación con mi madre o por alguna otra razón, pero aquel día me dio por hacerme una buena y sana comida.
Encargué por Internet mi pedido de siempre, añadiendo pescado y algunas verduras. No llegó antes de la comida pero si por la tarde, al menos cenaría como es debido.

Cuando llamaron a la puerta tenía la esperanza de que fuese MI repartidor. Aunque la imagen del joven apareció en mi mente en cuestión de segundos, provocando que rodase los ojos y chistase levemente.

ㅡHola de nuevo. Aquí tienes tu compra.

De nuevo él con su extremadamente radiante y amplia sonrisa. Inconsciente suspiré y, como siempre, me hice a un lado. En mi interior comenzaba a tener un fuerte debate entre preguntarle o callarme. Finalmente me decanté por la primera, a pesar de que era algo que odiaba hacer.

ㅡOye... ¿Sabes algo del anterior repartidor?

Mi voz salió algo más rasposa y grave de lo que esperaba, pero tampoco importó mucho. Esperaba una respuesta inmediata y alegre por parte del joven, sin embargo, se quedó completamente callado. Detuvo sus movimientos para girar su cabeza, con suma lentitud, y así clavar su mirada en mí.

ㅡ¿Puedes hablar? ㅡPreguntó finalmente, con los ojos abiertos como platos.

ㅡ¿Ah? ㅡCuestioné, confuso. ㅡPues claro.

ㅡCreí que eras mudo. Es la primera vez que te oigo hablar... ㅡExplicó, tragando saliva y rascándose la nuca con la mano.

ㅡSiempre te digo gracias antes de cerrar la puerta.

ㅡPues nunca te he oído, en serio. Hablas muy bajo... ㅡDe un momento a otro se echó a reír a carcajadas, negando con la cabeza.ㅡ Y yo pensando que eras mudo... Qué cosas, ¿eh?

Me limité a apartar la mirada y fijarla en el papel que el chico tenía en la mano, dando a entender que quería firmarlo para poder quedarme solo de nuevo. Se ve que captó mi mensaje, pues me extendió un bolígrafo y el pequeño documento para que lo garabatease con mi firma.

ㅡ¿Entonces sabes algo del repartidor o...?ㅡPregunté de nuevo, sintiendo como poco a poco me iba poniendo cada vez más tenso. Quería que se fuese de una vez. A pesar de tener el aire acondicionado encendido, comenzaba a tener mucho calor.

ㅡOh, ¿El señor Choi? ¿Ese que es muy fuerte y grande? Le han asignado otras tareas. Ahora soy yo el nuevo repartidor.

Lo explico con dulzura y entusiasmo y, aunque sabía que no lo hacía con mala intención, no pude evitar expresar levemente mi ligera desaprobación. Choi sabía cómo era mi forma de ser. Sabía que no me gustaba hablar, ni mantener contacto visual. Lo había aprendido tras ser él quien traía mi comida todas las semanas.

ㅡMe llamo Jimin, por cierto. ㅡAñadió el joven, dedicándome una sonrisa que causó que sus ojos se convirtiesen en finas líneas. Yo me limité a asentir con la cabeza y a comenzar a cerrar la puerta lentamente. ㅡ¡Oye, espera! ¿No me vas a decir cómo te llamas?

Murmuré un suave "no" y terminé de cerrar. En cuanto estuve solo de nuevo pude notar que estaba con las manos en puño, las cuales me sudaban.
Coloqué la compra de manera torpe y rápida y me tumbé en el sofá, obligándome a mí mismo a respirar profunda y lentamente.

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Por fin había programado mis pedidos por Internet para que me trajeran los mismos productos cada martes. Sí quería alguno más en especial, debía pedirlo. Pero, si no, me aseguraba el tener comida todas las semanas.
Algunos días me traían pedidos de ropa o libros, discos o películas que había comprado con antelación.

A la semana siguiente, el martes por la mañana, la puerta volvió a sonar. Pero, esta vez, yo me hallaba durmiendo profundamente en mi cama. Tanto así que no oí el timbre hasta que resonó por tercera vez.
Me levanté a toda prisa, tambaleándome por el pasillo, hasta que llegué a la puerta. La abrí y me eché a un lado para que el chico entrase y dejase las bolsas en el mismo lugar de siempre.

ㅡBuenos días por la mañana. ㅡMurmuró riendo. Pude apreciar que me miró de arriba a abajo varias veces, probablemente porque aún llevaba el pijama, tenía el pelo revuelto y la cara hinchada debido al calor.

Me limité a asentir con la cabeza y a mirar hacia el suelo, deseando quedarme solo de nuevo.

ㅡFirma aquí, Seungmin. ㅡMurmuró, señalando el papel y entregándome el bolígrafo. Cuando escuché aquel nombre fruncí el ceño y alcé la mirada, extrañado.

ㅡNo me llamo Seungmin.

ㅡYa, pero la última vez te dije mi nombre y no me dijiste el tuyo, así que te llamaré así. ㅡLo dijo con tanta simpleza que me sorprendió. No parecía un mal chico a pesar de ser exageradamente amigable. Y, tras pensarlo varias veces, decidí darle aquel simple placer.

ㅡYoongi, me llamo Yoongi. ㅡSusurré, frotándome uno de los ojos con la mano. Jimin sonrió ampliamente y salió de mi casa casi saltando de la emoción.

ㅡAdiós, Yoongi. Que tengas muy buen día.

Murmuré un casi inaudible "igualmente" y cerré la puerta.
Curioseé entre las bolsas de comida hasta que encontré la fruta. Cogí una manzana y un plátano y me dirigí al salón para desayunar tranquilamente. Después, opté por ver una película.

No iba a mentir, a veces me asomaba a la ventana para ver a las personas caminar y observaba a los grupos amigos de mi edad pasar. A veces me imaginaba qué se sentiría.
Sabía que era algo difícil de alcanzar, al menos para mí, principalmente porque apenas podía salir de casa con tranquilidad y soltura.
Era algo que odiaba de mí mismo porque, a pesar de estar cómodo y sentirme seguro en la forma en la que vivía, quería ser un chico más extrovertido, poder salir sin problema de fiesta, o ir al parque, o al karaoke, y así sentir que formaba parte de algo, con gente a la que le caía bien y que me quería.

Por escasos segundos pensé en Jimin. Él tendría más o menos mi edad. ¿Tendría amigos? ¿Pareja? ¿Saldría los fines de semana con el dinero que ganaba trabajando en el supermercado? Me imaginaba que sí. Un chico tan resuelto, amable y simpatíco como él tendría muchos amigos, seguro.
No me apetecía pensar más en eso así que me sumergí en la película hasta que el reloj marcó la hora de la comida.

Mi melodía favorita - YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora