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Algunas semanas más tarde hice una compra añadida y urgente para que me llegase el jueves, pues se me había acabado la salsa de soja y el arroz y era algo que necesitaba sí o sí para vivir.
Por primera vez, esperaba que Jimin apareciese tras la puerta, y así fue. Cuando esta sonó, dio lugar al chico sonriente que siempre aparecía para entregarme la comida.

ㅡEsta vez no es la compra de siempre. ㅡMurmuró con amabilidad, secándose el sudor de la frente que asomaba bajo la gorra y su flequillo castaño.

Jimin era lo único interesante y fuera de lo común que me pasaba en mis días de verano y, tras haberle visto varias veces, dejó de molestarme su presencia.

ㅡ¿Quieres un vaso de agua? Hace mucho calor. ㅡMe atreví a preguntar. Odiaba las altas temperaturas y podía imaginarme el infierno que debía de vivir aquel chico estando a esas horas trabajando bajo el sol. Este se limitó a asentir frenéticamente con la cabeza, mientras me sonreía.
Me hice a un lado y cerré la puerta para poder guiarle a la amplia, impecable y blanca cocina, donde pude ofrecerle el frío vaso de agua.

ㅡEres la primera persona que entra aquí que no sean mis padres.

ㅡ¿En serio? ㅡCuestionó el castaño, entre emocionado y sorprendido. Aquella frase salió de mis labios aún cuando creía que sólo lo había pensado, quizá como consecuencia de la cantidad de veces que hablaba solo estando en mi casa.

ㅡOh... Bueno, sí. ㅡSusurré, rascándome la nuca con la mano. Fijé mi mirada en el vaso de agua que aún tenía en las manos, ya casi vacío, dándole a entender que ya había terminado y que podía marcharse.

ㅡOye, perdona la pregunta pero...¿estás bien? ㅡCuestionó de pronto, dejando el cristal en la encimera antes de comenzar a juguetear con sus manos, tímidamente. ㅡEs que... La gente que suele pedir la compra a domicilio es muy mayor o está enferma. Y tú eres muy pálido y serio y parece que te pasa algo.

No esperaba que dijese algo como aquello tan de repente y, tan de sorpresa me pilló que no pude evitar quedarme en blanco.

ㅡBueno... En realidad. No, es decir, no estoy enfermo ni nada. Sólo que no me gusta salir.

ㅡYa veo... Pero deberías salir. ¿No tienes amigos? ¡Si quieres podemos salir juntos!

ㅡ¿Qué? No. No te conozco, ¿de qué vas? ㅡMi reacción fue tan brusca y, a la vez, tan natural, que me sentí culpable. Me mordí el labio inferior con fuerza y le acompañé a la salida, murmurando un leve "gracias" antes de cerrarle la puerta. Sin darme cuenta había comenzado a sudar hasta el punto en que tuve que deshacerme de mi camiseta.

Me pasé el resto del día dándole vueltas a aquella conversación. Por esa misma razón no podía tener amigos, no era capaz, joder. Apenas podía hablar con los repartidores de comida o salir de casa, como para encima aceptar aquella inesperada, alocada y algo tentadora invitación.
Me costó tanto dormir aquella noche que me puse a tocar el piano, hasta que la luz del sol comenzó a molestarme y tuve que meterme en la cama.

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A la semana siguiente, el martes, me encontraba a mí mismo dando vueltas por la casa, pensando cómo pedirle disculpas a Jimin. Finalmente me decanté por escribirle una pequeña nota para ahorrarme la tarea de hablar.
Cuando llamó a la puerta me saludó amablemente, pero no con tanta energía como lo hacía las veces anteriores.
Cuando terminó de dejar la compra en el interior de mi casa, le extendí la nota, sin decir nada, y cerré la puerta.

ㅡPerdón por lo de ayer y gracias por tu oferta. Que tengas buen día...

Pude escuchar desde el otro lado de la superficie de madera como Jimin leía mi corta y catastrófica nota, con un tono suave y bajo.

Mi melodía favorita - YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora