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El jueves por la mañana fui a casa de Jimin para que nos viésemos un rato, su madre estaba trabajando y su hermana en casa de sus abuelos. Le conté acerca de la quedada con Hoseok y todos los papeles que debía entregar a la universidad.

ㅡ¿Ves como les caes bien? Jungkook se disgustó mucho el día que te fuiste, también le agradas muchísimo. ㅡAfirmó, mirándome con cara acusatoria.

ㅡNo me regañes... ㅡMurmuré cual niño pequeño, fingiendo estar afectado tras escucharle.

ㅡQue no te regaño. Pero en serio querían estar contigo, no quiero que pienses cosas que no son.

Asentí con la cabeza, sin mucha confianza, mientras me terminaba el razón de cereales que me había servido.

ㅡ¿Quieres quedarte a comer? ㅡMe preguntó, pasado un rato, cuando ya estábamos sentados en el sofá de su salón viendo la tele.

ㅡNo, no te preocupes. Me iré a casa.

ㅡEs que no quiero comer solo. ㅡInsistió, mirándome directamente a los ojos. Terminé por aceptar su invitación, como era de esperar, siendo inmediata la sonrisa que se instaló en sus labios. ㅡQue mimado me tienes...

ㅡSólo un poco. ㅡBromeé, dándole un suave golpe en el brazo. Fingió que aquel roce le dolió en demasía y comenzó a quejarse mientras se lo sujetaba con la mano.

ㅡ¡Yoongi, por dios. Me lo has roto!

ㅡPero qué dices, exagerado. ㅡExclamé, mientras le observaba de arriba a abajo y me aguantaba la risa. ㅡTonto.

ㅡPero no me insultes. ㅡSe volvió a sentar como si nada y me miró alzando una ceja, abalanzándose sobre mí a los pocos segundos para empezar a hacerme cosquillas. Si bien yo era un chico de lo más serio, educado y tranquilo, tenía muchísimas cosquillas, especialmente en el cuello y en los costados. Jimin atacó estos últimos, mientras yo me retorcía y, entre carcajadas, le suplicaba que parase.

ㅡ¡Jimin, por favor! ㅡEra incapaz de hablar por todo lo que me estaba riendo y, debido a mi escasa fuerza en los brazos, no podía quitármelo de encima. Por suerte para mí, en cuanto que se distrajo un segundos, me incorporé y me desplomé encima suyo, contraatacando con la misma arma con la que él había usado conmigo. ㅡAnda, quién lo diría, si tienes un montón de cosquillas. ㅡMurmuré, fingiendo sorpresa mientras admiraba con cierto asombro la risa de Jimin. Como siempre, sus ojos se achinaban y dejaba ver una hermosa sonrisa, que me causaba mucha ternura porque sus dientes no terminaban de estar completamente rectos y colocados. Me quedé tan embobado admirándole que no le fue difícil volver a cogerme de los brazos para que dejase de hacerle cosquillas. Sin embargo, no lo hizo. Aún sin soltarme de los brazos se me quedó mirando fijamente, al igual que yo le observaba a él. En ocasiones así me invadía la misma sensación de siempre, una que se me hacía familiar pero lejana al mismo tiempo y que rozaba la incomodidad, sin llegar a tocarla, al igual que un nerviosismo notorio que me desconcertaba y me hacía temblar. Pero que, inconscientemente, me gustaba.

ㅡ¿Por qué me miras? ㅡCuestionó.

ㅡ¿Por qué me miras tú a mí? ㅡMurmuré, de igual manera.

ㅡNo lo sé.

ㅡYo tampoco, ¿esto es un concurso de miradas? ㅡSusurré en cuanto me di cuenta de que estábamos algo más juntos que antes. No quería dejar de mirarle, de hecho, sentía la extraña necesidad de acercarme un poco más, pero con mi pequeña broma logramos apartar la mirada y separarnos.

Quizá fuesen sensaciones mías, pero sentí, después de aquella escena, como el ambiente se volvía algo menos natural. Me seguía sintiendo cómodo pero había algo raro que me mantenía tenso.
Inmediatamente se levantó y se dirigió a la cocina con la idea de hacer la comida. No quería que lo hiciese todo solo así que le seguí y le ayudé en lo que pude. Fue cuestión de pocos minutos que todo volviese a la comodidad de antes.

ㅡEstás muy delgado, tienes que comer más. ㅡMurmuró, mirándome de arriba a abajo.

ㅡNo estoy delgado, estoy bien.

ㅡEstás bien pero no pasa nada si comes un poquito más.

Agaché la mirada y me observé de arriba a abajo: las piernas, abdomen y brazos.

ㅡQue estás bien, Yoon. Sólo era un apunte, no eres extremadamente delgado o algo así. ㅡAseguró, dándome un golpecito en la tripa.

ㅡTú tienes mejor cuerpo que yo. ㅡMurmuré, sentándome en la mesa de la cocina. Jimin se giró para mirarme y negó con la cabeza.

ㅡEs porque he cogido músculo este verano, pero no tengo tan buen cuerpo.

ㅡJimin, te he visto sin camiseta. Estás muy bien.

ㅡAy, ¿tú crees? ㅡBromeó, acercándose a mí mientras hacía una pose seductora y me sonreía de manera ladina.

ㅡYa te digo, estás increíble. ㅡAfirmé, siguiéndole la broma y dándole un toquecito en el hombro. Como era de esperar, se echó a reír. Y entre risa y risa no nos dimos cuenta de que el agua que calentaba los espagueti comenzaba a evaporarse y anunciaba que ya era más que suficiente el tiempo que había estado cociéndose la pasta. ㅡ¡Jimin, la comida!

Nos dirigimos con rapidez al fuego y lo apagamos antes de que se nos quemase la comida que, por suerte, no sufrió daños. Tras apartar la olla del fuego, se echó a reír, y yo fui con él.

ㅡNo te rías. ㅡLe pedí entre carcajadas. ㅡQue casi nos quedamos sin comida, idiota.

ㅡPero si no ha pasado nada, seguro que le dan un toque rico y todo. ㅡContraatacó, teniendo que apoyarse de la encimera para no caerse del ataque de risa que le había dado.

Cuando pudimos dejar de carcajearnos, servimos la comida y nos sentamos en la mesa a comer. Era un plato sencillo pero me supo buenísimo, apenas hablamos mientras engullíamos los espagueti.
Estando ya acabando levanté la cabeza y mis ojos fueron a parar a la marcha de salsa que Jimin tenía en la mejilla. Me parecía muy frío pedirle que se limpiarse así que alcé la mano y se la limpié con el pulgar. No sé sorprendió ni se quejó en lo absoluto, pero se quedó mirándome fijamente por varios segundos.
Enseguida me apresuré a coger los platos para así lavarlos y que él no lo hiciese, pero en cuanto vio mis intenciones comenzó a quejarse.

ㅡOye, pero que no vas a limpiar tú. ㅡSe quejó mientras se levantaba con rapidez de su silla.

ㅡNo seas pesado, déjame hacer algo al menos.

Esta vez se resignó a mi petición y se quedó sentado en la encimera, mientras yo fregaba y hablábamos de cosas aleatorias sin demasiada importancia.
Una vez con todo limpio, nos despedimos, como siempre : con un abrazo y un beso en la mejilla que por primera vez esperaba que me diese, y me marché a casa.
Había quedado con Hoseok al día siguiente a las diez de la mañana en la entrada de la Universidad. Debía ir solo hasta allí pero no me sentía extremadamente nervioso o inquieto. O, al menos, no tenía ganas de vomitar. Con suerte incluso podría pasar una mañana tranquila con él sin sentir que iba a desmayarme si no me marchaba a casa.

Mi melodía favorita - YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora