Cap.24

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                            Parte 2
Cath
Noté como el sudor caía por mi frente. Mi pelo enredado estaba esparcido por la almohada. Él se movía encima de mi, cada vez entrando un poco más, enterrándose más profundo en mí.
Su cabeza pelirroja se enterró en mi cuello, succionando con la boca la piel sensible para luego mordisquear la zona.
Nuestras caderas chocaban mientras él intentaba llegar más profundo. Deslizó su mano por mi brazo hasta llegar a la mía y entrelazó nuestros dedos mientras llegábamos al orgasmo.
Sin descansar siquiera para tomar aire, me giró y se colocó detrás de mi, entrando de una estocada, con una mano en mi cintura y otra cogiéndome del pelo. Él gimió y yo hice lo propio.
El olor a cigarrillo y licor impregnó mis fosas nasales cuando él terminó.
Como yo no había llegado, metió uno de sus dedos anchos en el centro de mi, y lo bombeó, ayudado de otro, hasta que llegué. Él se llevó la mano a los labios y se chupó los dedos. Me giré para mirar a Lucius Malfoy a la cara.

-Catherine. ¡Catherine! -me desperté de un sobresalto. Ginny me estaba sacudiendo.- Merlín, ya era hora. Me ha costado la vida despertarte. Ven a desayunar, nos espera un día largo. -la menor de los Weasley salió de la habitación.

Un sueño. Había sido un sueño. Una pesadilla, más bien. Me pasé las manos por la cara y me froté los ojos.
El día anterior, cuando Harry y yo llegamos de la mansión M, corrí para hablar con Ron pero este se había encerrado en su habitación. Ni siquiera estuvo presente cuando les conté lo que había descubierto ni cuando preparamos el plan. Necesitaba hablar con él.
Me di una ducha, dusfrutando de la sensación del agua contra mi cuerpo agarrotado.
Me puse un pantalón vaquero roto y una camiseta de manga larga del pijama y sin secarme ni siquiera el pelo, fui a la habitación de Ron.
Nerviosa, piqué en su puerta. Después de una eternidad, Harry abrió la puerta.
-Está dentro. Pasa. -entré y con una sonrisa de ánimo, mi hermano me dejó sola con el pelirrojo.
Ron estaba sentado en la cama sin camiseta y con un pantalón a cuadros del pijama, como los de los abuelitos. La goma elástica del pantalon se ceñía a sus marcadas caderas. Resistí el impulso de morderme el labio.

-Hola -no conseguí contener el temblor de mi voz.

-Hola -susurró él sin mirarme-. ¿Necesitas algo?

-Quería hablar contigo.

-No hay nada que hablar.

-Oh, vamos, Ron. -empecé a perder la paciencia- Lo siento. No tendría que haber hecho eso.

-Ahí estamos de acuerdo, fíjate. No, no tendrías que haberlo hecho. Pero lo hiciste. -contestó levantándose de la cama.

-Era parte del plan.

-Podías haberte limitado a dejarles inconscientes y no intentar hacerte la heroína ¿sabes?

-Yo no intentaba hacerme la heroína.

Nos miramos unos minutos que parecieron horas.

-¿Lo disfrutaste? -susurró.

-¿Qué? Por supuesto que no. Ron, yo solo te quiero a ti.

-Quien busca un amante no mezcla los condones con los poemas.

-Ron, de verdad. Eres el único.

-Si fuera el único ni siquiera hubieras barajado la idea de ser la puta de los hurones.

-No me vuelvas a llamar puta.

-No vuelvas a hacer de puta y no te lo llamaré.

-¿PERO NO ENTIENDES QUE TE QUIERO?

-SI ME QUISIERAS NO DISFRUTARÍAS HACIENDOME SUFRIR.

-Ahora el señorito lo tiene muy delicado. NO LO HICE PARA HACERTE SUFRIR.

-Solo de pensar como esos dos tocaban tu... -sin dejarle acabar la frase agarré su cara y lo atraje a mí para besarle. Él me devolvió el beso apoyándome contra la pared.
Me cogió por debajo de los muslos y pasé las piernas alrededor de su cuerpo. Me quité la camiseta mientras él me quitaba el sujetador. Con un movimiento de caderas me quité los pantalones al mismo tiempo que Ron.
Entró en mí de una estocada, empujándome contra la pared. El choque de nuestros cuerpos contra la pared hizo que el único cuadro de su habitación cayese al suelo. Le clavé las uñas en la espalda para sentir que seguía en el mundo real. La sensación que me producía aquello...era parecido a estar flotando en el espacio.
Ron volió a salir para entrar de nuevo con energías renovadas, aún más duro.
-Sí... -apoyé la cabeza contra la pared- Más...por favor.

Con un último empujón, el clímax nos atravesó a los dos, haciendo que casi perdieramos el equilibrio.

-Que conste -dijo Ron poniéndose los pantalones-, que esto no cambia nada. Sigo enfadado contigo.

Sonreí para mí.
Ya veremos

La hija de SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora