DESPACIO

197 39 28
                                    

Amaneció. Abrí mis ojos pesadamente y miré al techo de madera.

Noté en mi pecho el peso de un cuerpo y, al mirar, vi a Rikako echada sobre mí.

Estaba tan dormida que no me atrevía siquiera a respirar fuerte con tal de no despertarla. Me detuve a mirar la improvisada venda de anoche. Parece que ha aguantado. Eso me recordó lo que había pasado en la madrugada y me puse pálida.

Hay dos cuerpos ahí afuera y tengo que quitarlos de en medio.

Con sumo cuidado la quité de encima mía y la recosté bien. Salí de la cama hábilmente como pude y abrí la puerta. Corrí a buscar los cuerpos inertes de esos extraños hasta que los encontré.

Allí estaba uno de ellos. Tenía la cabeza abierta de un golpe brusco. Era el que Aida dejó fuera de combate.

Con mucho asco y terror lo agarré de los tobillos por el pantalón y lo arrastré bien lejos, junto al otro compañero. Los puse tan juntos que se rozaban las mangas de las camisas. Cuando vi al otro hombre sentí unas irrefrenables ganas de vomitar.

Tenía lo menos veinte puñaladas en el torso y mucha sangre.

Me contuve como pude y busqué hojas secas para taparlos. Cogí tierra y la mojé con agua para crear barro, así mantendría las hojas más pegadas.

Estuve cubriéndolos durante unas horas. De esta forma tardarán más en encontrarlos.

Cuando me di cuenta, había creado un montículo de barro y follaje. No disimulaba que había algo debajo, pero en cuanto se secara, costaría mucho tiempo el destrozarlo.

Di media vuelta y volví a la cabaña. Cuando quise entrar me di cuenta de que mi ropa estaba sucia de barro y sangre seca. Me la quité y la lavé en el riachuelo. Luego me metí yo en la laguna poniendo a secar mis ropas.

- No puedo creerme lo que pasó anoche - Dije entre susurros.

Me eché agua en el pelo y me senté en una piedra.

- He matado a un hombre a sangre fría... Aika, ¿qué te ha pasado?...

Noté una mano tocarme el hombro. Del susto, grité y me zambullí en el agua.

- No quise asustarte, perdona - Aida se llevó la mano izquierda a su brazo herido.

- No te preocupes... deberías estar descansando - Dije preocupada.

- No puedo - Se sentó en la piedra poniendo a remojo sus pies - ¿Por qué te lamentabas?

Le di la espalda. No quería recordar.

- Dímelo Aika. Solo quiero ayudarte.

- Ayer, bueno, escuché disparos y volví al refugio. Te encontré tirada en el suelo, herida, y acabé matando al poli.

- No lo sabía. Me quedé inconsciente en esos momentos... - Dijo con pena.

Me giré a mirarla. Parecía muy triste y afligida.

- Soy una mala persona.

- ¿Por qué dices eso? - Me acerqué para mirarla más de cerca, pues su ojos miraban a sus rodillas.

- Te he metido en un gran lío y encima has tenido que protegerme. Ojalá no hubiese tenido el impulso de correr hacia tu coche.

Eso me molestó.

- ¿Tengo que recordarte que yo soy dueña de mis propias acciones? - Dije molesta.

Ella no me miraba. Seguía inmersa en sus rodillas.

FUERA DE LA LEY Donde viven las historias. Descúbrelo ahora