CONOCIDOS

173 37 41
                                        

Después de pasar días sin novedad alguna por la zona, decidimos despejar un poco la mente saliendo de la cabaña para dar un paseo.

No teníamos rumbo fijo, pero no nos salíamos del esquema de abandonar el bosque, por lo menos por ahora.

Durante el tranquilo trayecto estuvimos conversando.

- Dime Aida, ¿crees que tus padres están decepcionados o preocupados?

Ella me miró seria.

- Ni lo uno ni lo otro - Y continuó caminando en silencio.

- ¿Te ha molestado la pregunta?

- No. Es solo que, bueno, no quiero pensar en ellos ahora mismo.

No era mi intención insistir, pero tenía tanta curiosidad que era imposible evitarlo.

- ¿Acaso no tenéis una buena relación?

- Oye... que no quiero hablar de ello, ¿entiendes? - Frunció el ceño.

- Lo siento - Dije - Es solo que yo siempre me acuerdo de los míos.

- Bueno, es normal.

- Ojalá estén bien...

Continuamos atravesando el bosque con relativa calma.

Aida parecía inmersa en algo. Miraba fijamente al infinito con seriedad.

- ¿Qué pasa?

- Nada. Solo me preguntaba qué hacía una cabaña en mitad del bosque.

- Pues sería de alguien, imagino - Contesté con lógica.

- ¡No es eso! ¡Claramente está abandonada!

Se molestó bastante. No sé qué le pasa hoy, pero su actitud me enfada.

- Es una cabaña, ¿qué más te da? - Seguí caminando.

Un agarrón muy fuerte de mi sudadera me hizo girar sobre mis pies y enfrentarla cara a cara.

- ¿¡Qué haces!?

- ¿No lo entiendes?

- ¿¡El qué!?

Unos ruidos de motor rompieron el momento. No estaban muy lejos.

- ¡Debemos volver! ¡Aprisa! - Aida tomó mi mano y echamos a correr de vuelta a la cabaña.

Esquivamos ramas y troncos tan rápido como podíamos. Casi sin aliento, llegamos al escondite.

- ¡Rápido!

Aida abrió la puerta y la cerró en cuanto entré. Seguido, la atrancó con una silla y se agachó debajo de la ventana.

- Aika, quita todas nuestras cosas de la vista y escóndelas debajo de la cama.

- ¿Por qué?

- ¡Haz lo que te digo!

Obedecí con miedo. No sabía qué pasaba. Si era la poli, no nos bastaría una silla para defender la puerta.

El sonido de motores estaba muy cerca ya. Se distinguía perfectamente entre tanto silencio.

- ¿Es la policía? - Pregunté bajito.

- Peor.

¿Qué es peor que la policía? No comprendía nada, pero yo seguía temblando.

De repente, los motores volvieron a rujir. Estaban aquí, por todas partes. Venían de izquierda y derecha.

En un instante, escuché varias puertas abrirse. Luego, pisadas y gente hablando. No distinguía bien qué decían, es más, no sabía si eran de hombre.

FUERA DE LA LEY Donde viven las historias. Descúbrelo ahora