ESPÍAS Y TRAIDORES

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De nuevo amanece un nuevo día.

Me levanto con dificultad pues hacía tiempo que no dormía tan tranquilamente, no desde que me topé con Aida Rikako, alias Riko san.

Como pude me dirigí a la cocina en busca del desayuno, pero lo poco que encuentro ha caducado. Es lo que pasa cuando vienes poco por tu segunda residencia.

No me queda otra que vestirme e ir a la calle aunque sea por un triste dulce.

Salgo de mi casa y camino por la calle en busca de mi objetivo. Paso por decenas de tiendas sin pararme siquiera a echar un ligero vistazo. Ya habrá tiempo para perder cuando tenga el estómago lleno.

- Supongo que Rikako también desayunará... - Pensé mientras cruzaba de calle.

Mientras buscaba sin cesar un sitio adecuado para solucionar mi hambruna me fijé en un hombre que pasaba por la acera de enfrente. Era más alto que yo e iba de traje y corbata. Además, llevaba unas gafas de sol puestas e iba mirando el móvil. No es que sea malo ni nada, pero me resulta extraño ver a una persona así en un barrio tan humilde.

El hombre extraño alzó la vista en mi dirección. En un instante, se puso tenso y continuó su camino. Aceleró su paso y giró la esquina.

- Tendrá prisa por algo... - Pensé de nuevo.

Y seguí a mi aire caminando hasta encontrar una pequeña cafetería clásica coreana. Atravesé el local y me dirigí al mostrador donde se exponían cantidad de dulces de todos los colores y sabores imaginables.

- Buenos días, ¿te puedo atender? - Una jovencita me atendió. Más que dependienta parecía una idol famosa.

- Buenas, solo estaba viendo. Cuando me decida te aviso... - Me quedé mirando a la chica. Era una belleza.

De acuerdo. Tómate tu tiempo - Y sin más, atendió a otra clienta. Juraría que me había guiñado un ojo.

Miré uno por uno los hermosos dulces que se exponían. Si fuera por mí me los llevaba todos. En momentos así agradezco no ser diabética.

Tras comerme los sesos para decidirme qué dulce escoger para mí y Aida volví a llamar a la idol-cajera.

- Disculpa... - La llamé.

- ¿Te decidiste? - Preguntó con una sonrisa.

- Sí, quiero ese de chocolate y nata, y aquél de merengue. Para llevar.

- Ahora mismo.

Los metió en una cajita blanca y rosa decorada con el logotipo de la tienda.

- ¿Algo más? - Dijo poniendo la adorable caja en el mostrador.

- Un par de tés de matcha, también para llevar.

De nuevo, la chica puso en dos recipientes de plástico las bebidas y lo metió todo en una bolsa. Yo pagué la factura y me dispuse a irme de la tienda, cuando:

- Se te olvida el ticket, por si pasa algo.

- Ah, gracias - Le dediqué una sonrisa y, esta vez no me imaginé que me guiñara el ojo.

Con más preguntas que un examen de literatura me fui de allí. Regresé sobre mis pasos de vuelta a casa.

Abrí mi puerta y puse todo en la cocina. Eran ya las 10 pasadas, así que desperté a Aida para que desayunase conmigo.

Entré a la habitación y le abrí la persiana para que le diese la luz en la cara.

- Arriba delincuente, que hay que desayunar.

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