Chapter 3

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Regina permaneció bajo la lluvia, mirando alejarse el coche de Emma hasta que dejó de oír el estruendo de su motor. Se quedó inmóvil, en la oscuridad, rodeado de barro, bajo y empapandose.

Como una idiota.

Lanzó un taco y se dio la vuelta. Por su reacción, cualquiera hubiera dicho que no había tocado nunca a una mujer, mucho menos besado a alguna, en toda su vida.

Cada vez más enfadada, se encogió de hombros. La camisa empapada se pegó lastimosamente a su piel.

Emma Swan iba a traerle complicaciones.

Aunque Mills carecía de una amplia experiencia en mujeres, siempre se había fiado de su instinto.

Pero aquella rubia desafiaba a su instinto y lo burlaba.

Era una bala perdida con un corazón de oro. Una locuela con las mejores intenciones.

Pero por encima de todo, la morena sentía una rara fuerza en ella y de algún modo misterioso, creía comprenderla. De alguna forma, era igual que ella. Hacía lo que debía hacer. Se preguntó cómo conseguía parecer tan segura y sonreír tanto si estaba la mitad de asustada que ella cuando se enfrentó al papel de madre soltera.

Volvió a pensar en la forma en que le había trastornado aquel beso. Emma olía bien, sabía bien, daba gusto tocarla, pero rompía el orden natural de las cosas.

Aquella mujer iba a traerle complicaciones.

Cuando Swan aparcó ante su casa, eran más de las diez. Tenía hambre y Henry empezaba a quejarse. Sintiendo cierta debilidad en las rodillas, le sacó del coche y entró en su casa.

—Vale, cariño. Ya sé que quieres comer y jugar un rato. Pero espera que me prepare un sándwich —susurró—. No tardaré más de un minuto.

Dejando al bebé en el cochecito, fue a la cocina. Apenas había puesto mostaza y tomate sobre dos rebanadas de pan cuando sonó el timbre y Henry comenzó a llorar.

La rubia sacó la cabeza por la puerta a tiempo de observar a su hermano entrando en la casa.

—¿Dónde has estado? —preguntó Neal y le quitó el sándwich de las manos—.He pasado dos veces a verte. Me preguntaba si no te habría pasado algo —dio un bocado e hizo una mueca, mirando el pan—. ¿Qué es esto?

Aunque le hacía gracia que su hermano pequeño cuidara así de ella, Emma movió la cabeza con censura.

—De momento es pan con mostaza. Iba a convertirse en un sándwich de jamón en escasos segundos, pero no podías esperar —dijo quitándole el pan de las manos—. Además, es para mí. ¿Te importa cuidar a Henry un minuto mientras termino esto?

Neal echó un vistazo al cochecito y sonrió.

—Muy bien. Pero si intenta chuparme el brazo como el otro día, te lo devuelvo.

Swan le dirigió una mueca burlona.

—La vida te da sorpresas. Si a mí me pasara algo, puesto que eres el padrino, te tocaría ocuparte de él y dejar que te chupara, escupiera y todo lo demás —explicó—. Todo el tiempo.

El rubio suspiró y sonrió con sorna.

—Ya lo sé. ¿Por qué crees que me preocupo tanto por tu bienestar?

—¿Por qué? Pues porque me quieres y adoras —dijo la chica dándole un beso rápido en la mejilla.

—Oh, dame el niño. Prefiero tratar con él que con su madre —masculló el joven.

Emma sonrió mientras terminaba de preparar el sándwich y se servía un refresco. Neal se sentó en el sofá y le habló a su hijo de las mujeres en un tono tierno y dulce. Su hermanito, con su pelo rubio por los hombros, el pendiente en la oreja, vestido de cuero y siempre motorizado, se deshacía con su sobrino. La rubia regresó al salón y se sentó en el sofá de manera a poder comer y alimentar al bebé al mismo tiempo. Tras dar un par de bocados, estiró los brazos.

Una Chica con ProblemasWhere stories live. Discover now