Capítulo 5. [ET]

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—Disculpe, ¿cuál? — la cara de Guillermo era de sorpresa. Nunca habían pedido, ni siquiera habían preguntado por esa habitación desde que murió esa joven.

—163.

—M-muy bien —Antes de poder hacer movimiento alguno apareció un joven alto, muy fuerte con facciones muy formadas. En su placa aparecía el nombre de Samuel. Estuvo en todo momento detrás de Guillermo y se fue acercando hasta llegar a interponerse entre la computadora y el empleado. Todo por causa de que Guille estaba escribiendo de forma nerviosa y se equivoca con rapidez. Samuel le apartó un poco.

—Buenas tardes — dijo con una sonrisa cordial—. ¿Les puedo ayudar con algo?

—No, los estoy atendiendo yo. — dijo con enojo el primer empleado, interrumpiéndolo, se disculpó y pidió de nuevo los datos de los jóvenes.

—Guillermo... —Samuel puso los ojos en blanco y se volteó a este. Se agachó hasta quedar enfrente de su rostro, Rubén y Mangel, trataban de pasar por alto lo que decía—. Necesito que me digas una cosa. ¿Vale? —susurró viendo el nerviosismo de Guillermo al tenerlo tan cerca— ¿Quién es el jefe?

—Tú... —contestó el menor.

—Hazme el favor de irte a la bodega. Cuando termine con los clientes, voy contigo. —se levantó de mala gana y fue hacia donde se le indicó. Samuel se sentó, se disculpó y pidió de nuevo los datos de los jóvenes.

Estaban cada uno metido en sus pensamientos enfrente el elevador. Pensado en diferentes cosas pero a la vez tan relacionadas. 

Tanto Mangel como Rubén rompieron aquel silencio con carcajadas que ni siquiera ellos sabían como controlarlas.

Cuando calmaron su respiración o sus ganas de reír. Subieron al elevador en donde apretaron el número del piso donde se encontraba su habitación. Y esperaron...

Cada vez Rubén se sentía más y más nervioso.

Sin embargo, Mangel se sentía seguro de sí mismo.

— ¡Llegamoh! — gritó Mangel, sintiéndose casi extasiado por la llegada.

—Llegamos... — A cambio de Mangel, Rubénse sintió mal por haber venido. Y susurró esto con la pena y vergüenza más guardada que tenía. Un presentimiento lo mantenía carcomiendo por dentro. ¿Porqué se sentía así, sí sólo es una investigación? — Mangel... ¿Y sí mejor cambiamos de tema o algo así? Ya no me gustó tanto esto...

— ¿Pero qué diceh? — Preguntó arqueando una ceja— Ven, vamos. — tomó a Rubénde la mano, entrelazando sus dedos. Pero al notar como él se quedaba quieto, miró sus manos y sonrojado los separó agarrándolo de su antebrazo. Sólo susurró un inaudible "lo siento".

Rubénsonrió ante el gesto inconsciente de Mangel. Caminaron hasta la habitación y la abrieron. Lo que sintieron cuando la abrieron simplemente los dejó sin saber si en realidad había sido una buena idea. 

Habitación 163. (Rubelangel) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora