Capítulo 14. [ET]

1K 92 15
                                    

Aquella sensación de haber dejado algo inconcluso o de no estar con alguien, esa que te hace sentir un vacío gigante en el pecho lo estaba invadiendo de adentro hacía afuera. ¿Qué había pasado?

El frío lo consumía, la manta que tenía no lo cubría del todo y el hecho de que estuviera tratando de mantener el calor que emitía su cuerpo no era suficiente.

Apenas había pasado una hora desde que se había ido Mangel con la mujer que empezó todo. Tuvo que actuar como si nada hubiera pasado y eso dolía. Dolía saber que esa persona no era como pensaste. Un ardor de apodero de sus ojos y el sentimiento de querer llorar pero, no lo iba a hacer, no podía, no iba a hacerse el débil ahora.

Todo paso tan rápido que de solo recordarlo le hace pensar porqué lo dejó ir.

«— ¿Entonces interrumpo algo? preguntó de nuevo al ver que nadie decía nada. Mangel solo bajó la mirada, apenado. 

Antes de poder decir algo Alicia contestó.

Claro que sí. ¿Acaso no ves que nos besamos? contestó lo más tranquila que pudo aunque solo se escuchara enojada—La verdad que es que solo venia por él. Ya nos íbamos...

Tanto Rubén como Mangel la vieron confundidos. ¿A dónde? La mujer tomó a Mangel de la mano, y la expresión de él, esa de confusión y tristeza había desaparecido por arte de magia y solo sonrió.

Sí, es ciehto. No pudo decihte porque... no sé, se me olvidó. Nos vemoh.

Espera dijo en voz alta antes de que salieran haciendo que voltearan los dos, ¿me estas diciendo que en la madrugada tenias una crisis, que te hiciste una cita con... ella, y que te vas a ir así como así?

Mangel se encogió de hombros y asintió.

Espera... ¿Y el brillo que tenían sus ojos?»

Aún en la cama, sin esfuerzo alguno, y se echo a llorar, una vez más. ¿qué más daba? ¿No siempre se decía "fuerte" y al final acababa igual? Seguramente está no sería una excepción.


Mangel apenas reconocía el lugar en el que estaba. Todo tenía colores complemente oscuros, y estaba amarrado. ¡Estaba amarrado!

¿Un sadomasoquista lo había raptado o algo así?

Tomó un segundo vistazo al lugar, y encontró la puerta, a un lado una mesita con un reloj y con las pequeñas llaves de las esposas que tenía.

De pronto abrieron la puerta, muy despacio, como si tuvieran miedo.

Y ahí estaba Alicia con ojos llorosos, se limpió con la manga de su suéter y fue rápidamente con él. Enserio, ¿qué estaba pasando?

—Por fin —dijo agachándose y tomando su cara entre sus manos—. Te encontré...

Habitación 163. (Rubelangel) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora