Capítulo 2. [ET]

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Muchos en la escuela se preguntaban qué es lo que pasaba con ese nuevo joven, de ojos verdes, piel más blanca que la luna, y ese cabello revuelto.

Todo empezó desde pequeño, todo lo que sufrió simplemente no tenía que recaer en nadie de su edad. Rubén era muy feliz a la edad de 8 años en Noruega, ciudad natal de su madre. Una Navidad tocaron la puerta de su casa, llamando la atención de su familia. Su padre se levanta, temeroso por la llegada de alguien que quizá él ya conozca. Rubén se levanta de su silla dispuesto a ir con él, pero escucha algo que nunca le pasó por la cabeza, al contrario de detenerlo lo induce a seguir a buscar a su padre a la puerta.

Escuchar un estruendo, ver a su padre caer ante sus pies, sentir la mano de él buscando la suya, saborear el dolor, y oler el suave humo de la bala estallando en el pecho de su padre terminaron con los 5 sentidos de Rubén. Lo toman rápidamente de la mano y lo suben a su cuarto quitándole el abrigo color café que, de repente tomó un color rojizo. En la cama, ya sentado, se arrodilló la abuela quedando así con un niño completamente en shock.

—Ya pasó Navidad, ¿cierto abue?

—¿Por-porqué dices eso Rubén? —su abuela trataba de contener las lágrimas.

—Porque esto no pasa en Navidad —la mujer lo miró expectante—. Papá murió... ¡Las personas no mueren en Navidad! —lo tomó en brazos, abrazándolo y consolándolo mientras él gritaba de desesperación. Rubén siendo una niño, tuvo que vivir la muerte de su padre.

Él nunca preguntó por qué.

Su madre quien sufrió en la memoria de un hombre que nunca sabrá que hizo para merecer eso, piensa que es mejor ir a España, de donde era su padre. Sus abuelos los reciben con los brazos abiertos. Sorprendidos por la opción de haberse ido tan espontáneamente a Madrid.

Rubén tenía 13 años cuando entró a un colegio en España, donde no sabía mucho sobre el idioma, pero le entendían, quizás por eso le caía bien a la mayoría de la gente. Era un día común en la escuela, y era normal que los profesores lo acompañaran al automóvil de su madre, ya que los alumnos no podían salir solos. Desde ese momento se podría decir que su mamá cayó en los brazos de una persona que era por fuera una de las más simpáticas y, sobre todo, caballerosas.

Cuando ellos empezaron a salir, cambiaron a Rubén de colegio, algo que, por cierto, lo desconcertó y lo molestó, ya que tenía amigos. En ese mismo año su madre acepta ser la esposa de quien, alguna vez, fue maestro y la imagen de un futuro prometedor de padre para Rubén.

Nunca había visto a mamá tan feliz y radiante en tanto tiempo.

Para el 3er mes de esposos, su padrastro empezaba a tener un cambio de actitudes que simplemente lo dejaron en blanco. Empezando por sacarlo del colegio donde iba, hasta comenzar a pegarle a su madre. Nunca olvidará el día que su padrastro le levantó la mano a su madre, amenazándola, Rubén se metió a la pelea siendo él, el afectado. Su "padre" le propinó una golpiza por interferir en algo que a Rubén no le correspondía. Su madre siempre se terminaba culpando, tanto de no tenerle las cosas a su esposo cuando se las pide como no poder evitar que le pegarán a su único hijo.

Iba de colegio en colegio sin poder quedarse en uno. Hasta que llegó en donde conoció a Mangel, por suerte.

Por otra parte, Mangel había tenido una vida común, normal, como cualquier niño. Sólo que siempre tenía algo cargando, la culpabilidad. Como decimos tenía mucho de que agradecer, hasta que llegó la muerte de su madre.

Mangel le había insistido mucho sobre un carro de carreras que él quería. Su madre un poco desesperada, y apresurada ya que era un juguete muy adquirido, toma su bolso y sale para subir a su automóvil.

Salió al patio, despidiendo a su madre.

Su madre le vio sonriendo, orgullosa de tenerlo.

Par de horas el policía designado llegó con la noticia que, al parecer, un automóvil le chocaba de parte del conductor, haciendo que los dos autos se revolcarán. Una muerte dura, dolorosa y con la persona incorrecta. Es algo que lo sigue atormentando, trata de superar algo que le dejó una cicatriz.

Años después pudo en el colegio desenvolverse, haciéndose amigo de casi todos, a pesar de lo que pasó con su madre, su vida en la escuela la tomaba completamente bien. Y es que nadie sabía que era lo que había detrás de una sonrisa suya después de un día en el panteón.

Rubén nunca había pensado en que el amor no avisa, no da señales. Mangel era un chico que se había interesado mucho en el amor, quizás, a veces pensaba en ello cuando veía a alguien besándose con su pareja en el salón. Cada uno fue el ángel del otro, cada uno con sus historias, cada uno con sus sentimientos.

Las debilidades de uno, son las fortalezas de otro, ¿qué pasaría si los juntáramos?  







Habitación 163. (Rubelangel) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora