Capítulo 12. [ET]

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Las madres siempre son protectoras y cariñosas. Siempre están ahí para uno. Ese mismo día, una vez más, se iría con Mangel, al hotel, a pasar dos noches, según lo planeado.

—Mamá, ya me voy. Si necesitas algo me puedes llamar, llego en dos días. —tomó sus cosas y antes de tomar sus llaves, su madre lo sorprendió dándole un beso en mejilla y abrazándolo.

—Espero que te vaya bien en tu campamento con Mangel, me lo saludas mucho, ¿vale? —Rubén asintió. Y salió.

En el camino pensó que había sido una gran idea haberle dicho a su madre eso. El campamento con la familia de Mangel, donde según, se irían a un lugar con la familia de Mangel a pasar ese fin de semana. Porque no podía llegar a su casa diciendo "Mamá, me voy con Mangel a un hotel a hacer una investigación y te veo después" .

Solo llevaba una pequeña mochila donde cargaba su ropa y cosas necesarias para un "campamento". Hablaban solo lo necesario y ella ya había comprendido que necesitaba darle un tiempo para...  ¿Comprender? Que ella no dejaría a su esposo. Sí, ya lo había decidido, no quería dejar a su pequeño o pequeña sin un padre, ¡no eso no! Sólo pasaría del tema cuando Rubén hablara de él, si no, no soltaría ninguna palabra.

Llegando al dichoso hotel, Rubén se tomó el tiempo que buscar a Mangel con solo la mirada. ¿No estaba? Se sentó en una silla que se encontraba cerca de la recepción. Y... Al parecer ya no estaba el chico que el otro día lo había atendido.

—¿Verdad que ya no ehta? —un acento conocido se escuchó detrás él y de inmediato, se hizo un tanto indiferente.

—¿Crees que le haya pasado algo? Se veía que caía bien. —se levantó y le sonrió a Mangel quien se veía en las mismas condiciones que él.

—¿Vamoh?

—Sí—digo mientras tomaba de nuevo sus cosas. Mangel se adelantó y susurró para sí mismo—. Una vez más.

Ya en recepción, una chica de casi la misma edad, de cabello rubio y ojos negros, los recibió. Mangel se acercó rápidamente.

—Hola, estamoh aquí para reservah una habitación.

La chica sonrió y sus perfectos dientes salieron al descubierto. Y un notorio cambio se dio cuenta Rubén cuando vio como se ensanchaba más su estúpida sonrisa cuando veía a Mangel. ¿Acaso había salido de un sueño esa tipa?

—¡Claro que sí! ¿Desea escogerla usted o aleatoria?

—Como quieras —respondió Mangel, haciendo que Rubén bufara y se le salieran hasta por los ojos los celos. Le dio un golpe con el codo cuando vio como la mujer se sonrojaba— lo siento, no, la escogeremoh, es la número 163.

—Está bien —respondió—. Bueno, yo soy Alicia y yo voy a hacer la persona que los atenderá. Necesito sus datos, amm...

—Miguel —dijo en seguida—. Miguel Ángel Rogel. Y mi acompañante, Rubén.

Y como fue casi por inercia, Rubén se fue separando poco a poco antes de escucharlos de nuevo. Sabía que de sólo volverla a escuchar le diría hasta de lo que se moriría.

En su perspectiva, sólo los veía reírse y hablando, ¿acaso no tenían un trabajo qué hacer? ¿Qué hacía "ligando"?

Mangel se enderezó y la mujer se levantó para darle un apretón de manos. El más largo que en su vida había visto. Mangel regresó con una sonrisa y eso lo cabreo un poco más.

—Es una perra... —susurró, cerró los puños lo más fuerte que pudo.

— ¿Qué dijisteh? —preguntó confundido, mirando como Alicia lo saludaba o se despedía de él. 

—Nada —tomó su mano—, vamos arriba ya, ¿si?

—Sí.

Rubén se sintió tan vengativo de hacer eso. Sólo quería restregarle a la mujer aquella que Mangel ya tenía a alguien. Sí, aunque no fueran nada aún, ya tenía a alguien.

Cuando llegaron a la habitación, tan tranquilo era el espacio y le transmitía todo lo contrario a la última vez que llegaron. Dejaron sus cosas, cada quien en una cama.

—Bueno... —rascó su nuca de forma nerviosa—estamos aquí de nuevo.

—Exacto —río un poco.

Y ahora el siguiente paso... ¿cuál era?

—Pues, son las ocho de la noche, no sé si quieras empezar o mañana.

Mangel subió y bajo los hombros en forma de no saber.

— ¿Qué quiereh hacer tú? —preguntó de la misma forma.

Rubén se aventó en su cama.

—Empezaré, no me quiero quedar más tiempo del esperado —Mangel frunció el ceño pero asintió—. ¿Quieres empezar conmigo?

Ya eran casi las doce de la mañana y Rubén se había dormido en sus notas, sin decir que su cama estaba llena de periódicos. Seguro que mañana amanecería de forma dolorosa.

Mientras que Mangel seguía buscando una pista, o algo.

—Mangel... —dijo de forma espontánea Rubén aún adormilado— ya duerme... ¿Si?

—Sí, esposa, ya casi acabo el trabajo. —los dos sonrieron ante el comentario y cada quien volvió a lo anterior.

Antes de dejar ya todo a un lado, Mangel se dispuso a leer un artículo de policía.

"El incidente del día 26 de Mayo cuando ocurrió un choque en una avenida, el hombre que conducía chocó con quien era una mujer de mediana edad que murió por el impacto, se mostró que esté estaba escapando de el lugar de los hecho en el hotel «Santa Isabel», en donde mató a su esposa. Se le detectó una enfermedad mental y se le condenó a 7 años de prisión."

Mangel se levantó rápidamente, con ojos llorosos, y se acercó a Rubén que seguía dormido, lo movió y cuando despertó se alteró.

— ¿Qué pasa?

—Tu padrahtro, ¿es él?— dijo, señalando la foto que acompañaba el artículo que presentaba a un hombre con las esposas en sus muñecas y portando el uniforme naranja. Rubén asintió— Él mató a mi madre...

Habitación 163. (Rubelangel) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora