Estaba tan cansada que se durmió en mi espalda justo después de salir de aquel sitio. La dejé durmiendo en la habitación de mis padres y yo me fui a buscar hielo y medicinas para tratar sus hematomas. Cuando volví, la encontré saliendo de la habitación a hurtadillas; ella me miró con sus ojos vidriosos, comenzó a llorar y me suplicó con la voz rota:
—No me hagas daño por favor.
No me imagino lo que ese monstruo hacía con aquellas chicas. Nunca había visto tanto miedo en una mirada. Conseguí calmarla y apliqué hielo en sus moretones. Durante ese rato, no pronunció ni una sola palabra, observaba un punto fijo en la lejanía, estaba encerrada en un lugar que nadie podía entrar. Finalmente, cayó rendida ante la falta sueño y acabó su vigilia. Yo me quedé dormido cerca para que no hiciera alguna locura, pero sobretodo porque quería que se sintiera protegida y segura.
Me ocupé de ella lo mejor que pude, pero no tenía ni idea de cuidados médicos ni de cocinar. Ella simplemente me agradeció que la ayudará aunque me daba la sensación de no haber conseguido nada. No habíamos mantenido una conversación, ni siquiera sabía su nombre, pero no quería atosigarla, ya me lo diría en su debido momento. Pensé en pedir consejo en alguien que supiera más que yo pero solo conocía a Diego y había quedado claro que a él no le importaba lo más mínimo mi compañera. Supongo que ella vió mi desesperación y me dijo:
—No te preocupes tanto por mí, pero ¿Podemos salir a algún sitio tranquilo y con naturaleza? Lo necesito de veras.
— Claro que sí, conozco un sitio perfecto.
Dejé que escogiera ropa de mi armario y se la regalé. Tenía un aspecto tan extraño, la ropa le quedaba grande y parecía una mezcla entre rapero y muñeca angelical. Aún estaba bastante ensimismada pero había visto trazas de una medio sonrisa mientras se medía su ropa nueva y se miraba al espejo. Decidí llevarla a mi sitio preferido cerca del río, donde Ino y Amelia me habían perseguido. Esperaba que allí se sintiera como me sentía yo, cómodo y tranquilo, como si las preocupaciones salieran del cuerpo y se las llevará el caudal.
En vez de ir por el paseo de la orilla, ella quiso ir a través del bosque, rozando con sus dedos las cortezas de los árboles y admirando la virginidad de las flores. Me dio la sensación que su semblante se volvía más alegre, sus pómulos más rosados y sus ojos más brillantes. Incluso parecía que los golpes que se asomaban por las prendas de ropa iban diluyéndose con su piel. Llegó un punto que pareció totalmente recuperada, más alegre y vivaz que nunca. Se giró, me sonrió y por primera vez, pude detallar sus matices.
Era un chica de piel cándida, pelo sedoso, largo y moreno que llegaba hasta su espalda y desprendía un aroma embriagador de mora dulce. Su rostro era perfilado, esbelto y definido como en una escultura de Bernini. Sus ojos evocaban un océano tormentoso e indomable capaz de reducir cualquier barco a escombros. Su nariz era literalmente perfecta, cada milímetro parecía hecho a mano y refinado a lo largo de los siglos con una arquitectura prodigiosa. Y sus labios eran la culminación perfecta de un cóctel armonioso de juventud y belleza. Pero definitivamente su rasgo más característico eran sus diminutas pecas, repartidas principalmente en su nariz y sus pómulos, que le daban un aspecto angelical capaz de perder a cualquier hombre en la locura más absoluta.
Me quedé sin aliento unos breves instantes y ella comenzó a hablar.
— Mi nombre es Cassiopea o Cassie, ¿Cual es tu nombre? — preguntó con su mirada dulce. Yo concentré todas mis fuerzas en mis cuerdas vocales para resolver el nudo de mi garganta y respondí.
— Alexander Larsen.
—Alex... Estaré en deuda contigo por el resto de mi vida. Gracias por salvarme a mí y a todas las otras dríades, para saldar la deuda seré tu acompañante de por vida, te cuidaré y protegeré hasta mi muerte .
—¡No!,¡No hace falta! Lo hice porque sí, no me debes nada. Además si no lo hubiera hecho yo lo hubiera hecho cualquiera.
—Diego tenía razón, no sabes nada sobre el mundo... Desde el incidente, se asumió que cada uno velaba por su propia vida. Los valientes acaban en el cementerio.
—No me hables de ese animal rastrero. Quería abandonarte a tu suerte.
—Y es lo más sensato, cualquiera habría hecho lo mismo. Él solo buscaba tu seguridad, hace mucho tiempo que se acabaron los héroes.
No le respondí y seguí caminando, ¿Como defendía a aquel cobarde? Ella me siguió sin decir murmurar frase. A medida que caminábamos veía como volvía a estar afligida. Estábamos realmente cerca de mi sitio preferido y pensé que eso la alegraría, pero un olor horripilante me golpeó. Corrí buscando la causa de la peste. El claro donde siempre solía descansar de mis problemas estaba mancillado con una escena macabra. Cadáveres semi putrefactos se amontonaban en el centro, rodeados por árboles negros y marcados por la muerte. No entendía nada hasta que recordé lo que había pasado. Eran las personas que me habían ayudado a escapar de Ino y Amelia. Cassie, que aún no había llegado a ver nada, dijo con una voz triste y casi imperceptible.
—Sabes lo que hacía aquel cíclope con las chicas...— comenzó a llorar y su voz se resquebrajó — las violaba.
_________________________
Comentarios del autor
Hola, dentro de poco me iré de vacaciones una semana y como es normal no podré publicar. Por eso estos días subiré más capítulos de lo habitual para que no os sintáis abandonados.
¿Que os parece lo que está pasando?¿Qué va a pasar ahora?
¿Como va a reaccionar Alex ante todo esto?
Espero que os haya gustado tanto como a mí la descripción de Cassiopea. Es una dríade hermosa cuanto menos.
Gracias por leer y votad si os ha gustado.
ESTÁS LEYENDO
El Despertar del Olimpo[Pausadisima]
FantasyHistoria pausada hasta que me vuelva a gustar y la edite, un saludo mi gente bella. "Nunca has tenido la sensación de que la vida es demasiado sencilla, de que algo se te escapa... Nunca se te había ocurrido la idea de que el orden de las cosas no e...