Logré llegar de vuelta a mi morada. Me gustaría decir que me sentía a salvo allí pero después de lo que había pasado, no me sentía seguro en ningún sitio. Aunque la casa construida por mis padres me recordaba buenos momentos.
Es un pequeño terreno de unos 300 metros cuadrados, con un minúsculo patio trasero y un jardín delantero. En el centro del terreno se encuentra una vivienda de 2 pisos. Cuando fue construida era una casa preciosa, diseñada basándose en el estilo anglosajón, con una fachada de un color blanco grisáceo. Su gran cantidad de ventanales victorianos la llenaban de luz y la dotaban de una elegancia sin igual. El toque más distintivo era su alta chimenea de ladrillos. Todavía tengo recuerdos de las llamas crepitando en la sala de estar y llenado la estancia de ese color ámbar tan característico. Con el tiempo se había transformado en algo que con dificultades podía llamarse hogar. Con la muerte de mis padres, la casa cayó en manos de mi tío que nunca la trató como se merecía. Al fin y al cabo no era suya... El blanco reluciente se había desteñido y ahora era amarillento, los marcos de las ventanas estaban cochambrosos y descascarados, había perdido su esplendor. ¿Como el tiempo era capaz de hacer algo así?
Mi estado físico no era mucho mejor que el de mi residencia. Tenía el pelo desordenado, lleno de tierra y hojas, y mi ropa estaba sucia y empolvada. Me dolía el torso a cada paso y estaba realmente exhausto, solo tenía ganas de tirarme en mi cama y no volver a moverme en un mes. Y de mi estado anímico mejor ni hablemos... En ese momento estaba rozando la locura y apunto de abrazar el delirio. Todo estaba descuadrado, nada encajaba, nada tenía sentido.
Busqué las llaves de casa en el bolsillo de mi pantalón y, como era de esperar, no estaban. En algún punto de la persecución se habían escapado de mi bolsillo. La ley de Murphy es la ley que rige mi vida. Miré por la ventana, no se muy bien con qué objetivo, quizá para torturarme un poco; tan cerca y a la vez tan lejos... Pero como dicen los irlandeses, si crees que las cosas van mal, espera cinco minutos y verás... En el salón había una especie de reunión "arañil" a la que no me habían invitado. Cada centímetro de estaba plagado de arácnidos de todos los tamaños, los más grandes medían alrededor de 30 centímetros. Estaban en constante movimiento, rebuscaban en cada cajón, en cada estante... Lo lanzaban todo al suelo, sin ningún cuidado, casi con desprecio.
Esa imagen me hizo hervir la sangre, no solo habían entrado en mi casa, estaban destrozándolo todo. No iba a quedarme quieto, no esta vez. No había podido salvar a aquel chico, había huido de aquellos monstruos y ahora ni siquiera podía defender mi casa de unas arañas. Me había cansado de ser un pusilánime. Aunque no volviera de allí, defendería mi hogar con uñas y dientes.
Se me ocurrió una idea, era totalmente suicida pero no tenía tiempo para pensar nada mejor. Me dirigí a la parte trasera de casa y cogí la manguera para regar el jardín. Abrí a máxima potencia la entrada de agua. Solo tenía que rotar la llave de paso y un chorro de agua saldría disparado como escopeta de feria. Sabía que la puerta que daba a la cocina estaba en muy mal estado, era de madera y la humedad había causado estragos en su estructura. Esa era mi vía de entrada. Pateé el portón, este se astilló e hizo un ruido estridente que resonó por todas las habitaciones. Dí un paso al frente y entré. Notaba la tensión en cada fibra de mi cuerpo, pero no sentía miedo, solo furia.
Las arañas comenzaron a apelotonarse en la entrada que conectaba el estancia principal con la cocina. Cuando no cabía ninguna más en el marco de la puerta, se quedaron totalmente inmóviles, analizando la situación... Estaban esperando a que diera el primer paso. Se veían muy hambrientas; de sus colmillos salía una especie de saliva blancuzca que goteaba en el suelo. ¡Era el momento de pasar a la acción! Abrí el paso de corriente y las primeras arañas salieron despedidas de vuelta al salón. Algunas conseguían sobrepasar el borde de la puerta e intentaban acercarse; unas por el techo, otras por el suelo pero ninguna lo lograba. El agua las golpeaba y les hacía perder el equilibrio, además resbalaban al intentar ponerse de pie.
Sin ninguna compasión aplastaba sus cuerpos y chutaba sus cadáveres, que se convertían en ceniza al poco tiempo. Fui ganando terreno progresivamente, pero parecía interminable. A mitad de camino, aún sin pasar de la cocina, la manguera se quedó atascada porque era demasiado corta, no podría utilizar mi mejor arma. Entonces visualicé encima de la encimera, mi sartén preferida, con ella obtendría la victoria. Era lo suficientemente robusta para golpear y destruir arañas. Cerré la llave de paso y agarré mi nuevo mandoble. Cada estocada impactaba con más fuerza que la anterior, mis enemigos desaparecían uno a uno, golpe tras golpe eran aplastados sin contemplaciones.
Cuando ya no parecía haber más arañas, entré en el salón lentamente, expectante de un ataque sorpresa, preparado para batear. Tenía los brazos exhaustos, pero la moral tan alta que habría podido seguir todo el día. No quedaba ningún adversario, todos habían perecido. Analicé el campo de batalla. Papeles, libros, cuadros, todo estaba por el suelo. Una estantería había cedido al peso de las arañas y había caído en medio del salón, partiendo por la mitad la mesita de delante de la tele. El suelo estaba encharcado a más no poder. De todo el desastre, lo único que no estaba destrozado era la caja que me había llegado el día anterior. Las arañas ni siquiera la habían movido del sitio, esa caja contenía una pista, estaba seguro. La agarré, me llevé la tarjeta de dentro y memoricé la dirección de envío. Lo dejé todo patas arriba, subí a mi cuarto y me lancé sobre mi camastro.
No sabía cómo iba a explicar aquel embrollo. Pero tampoco me importaba, nada importaba realmente.
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Comentarios del autor
¿Que pensáis que encontrará Alex siguiendo la pista?
¿Es la sartén el mejor arma existente?
Gracias por leer esta historia =)
Votad si os ha gustado la furia de Alexios.
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El Despertar del Olimpo[Pausadisima]
FantasyHistoria pausada hasta que me vuelva a gustar y la edite, un saludo mi gente bella. "Nunca has tenido la sensación de que la vida es demasiado sencilla, de que algo se te escapa... Nunca se te había ocurrido la idea de que el orden de las cosas no e...