XIII

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Hét
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Kuna Báthory II, hijo de Leónidas Báthory y nieto del conde Kuna Báthory I, heredero directo y único al título de Conde.
El mayor bastardo, si nos podemos ahorrar todas las parafernalias. En la corte era un caballero por el cual todas las cortesanas suspiraban, en sus tierras explotaba a sus trabajadores y les cobraba excesivamente por vivir allí. Era un dirigente corrupto y dejaba mucho que desear sobre la enseñanza de sus padres. Pero había una razón por la cual conservaba dicho puesto, una razón que al emperador húngaro no le convenía que fuera revelada.

Así que rechazó de inmediato todo tipo de audiencia que pudo haber tenido con cualquier Császár, empezando por Imara, que fue la primera en ir a interceder por la muchacha.

Y es que él no lo entendía, ¿Por qué hacer tanto alboroto por una mujerzuela? Los caprichos del conde le eran indiferentes siempre y cuando él pudiera resolverlos, pero... tener al clan Császár completo encima era de lo más fastidioso e irritante ¿Qué no podían acatar una simple orden?

De igual manera, si la reina estaba de acuerdo, ¿Cuál era el motivo de semejante escenita?
El siguiente movimiento de Báthory, fue planear los esponsales y reclamar su derecho marital sobre la mujer.

Kuna era dos años menor que Lorand, quien tenía 34 años; había heredado el título a los 15, que fue en la edad en la cual su padre murió debido a una epidemia que azotó el país en aquella época, por fortuna tuvo al hermano de su padre, Hans Báthory para orientarlo y ayudarlo asumir la posición noble... que de nada le sirvió, más que para aprender a ser hipócrita y cortesano, porque buen conde no era.
Tenía los labios delgados y pálidos siempre arrugados en un gesto severo, la frente amplia, rígida, los ojos verdes sin brillo y los cabellos castaños recogidos, atractivo si obviábamos su nefasta personalidad, pero era esto precisamente algo que Pruna no podría tapar o ignorar.

Los esponsales se habían acercado y estaba nerviosa... ella sabía, que sus padres estaban en el castillo y aun así no habían tenido la decencia de ir a visitarla. Se habían limitado a disfrutar de la "amabilidad" del conde, quien sin reproche los había alojado en la región este del castillo. Lo más lejos posible de su hija, cómo si les fuera a importar.

Ajena a las maniobras del conde y de sus padres, Pruna en su alcoba aun buscaba la manera de salir, luego de haber incluso perdido la noción del tiempo allí dentro, intentaba con todas sus fuerzas encontrar una salida; ya había gritado, llorado, peleado, arañado las paredes, pedido auxilio, incluso había intentado arrancar la ventana... todo en vano, nada funcionó y no tener a Lorena allí empezaba a ponerle los nervios de punta. Ella ya hubiese encontrado una salida práctica debajo de alguna piedra o algo así.

Una criada le entraba comida una vez al día, por lo que la Hannah que había llegado a Alemania con las mejillas hundidas y pálida por la hambruna, era mucho más atractiva que aquella Pruna escuálida, que solo recibía una pequeña ración diaria y a veces ni eso. Sopesó que tal vez el conde quería matarla de hambre para no tener que matarla el mismo por sus "pecados", seguro le salía más barato y era más fácil aparentar y fingir el llanto. Cuan hipócritas todos los aristócratas y nobles, estaba hartándose de aquel estilo de vida.

Sin embargo aquel día no entró la criada que usualmente entraba, sino que fue el conde en persona quien abrió la puerta con una mueca de desdén y... ¿Asco?

¿En serio? ¡¿Asco?! Cuando no fue sino él quien logró que ella se viera en aquel estado.

—Oh, mi lady, os veis, un poco...

—Mi imagen es el reflejo del trato que he recibido —escupió, espinosa.

—En efecto, pero... —se volvió y cerró la puerta—. Eso no es importante ahora... quiero, comprobar el estado de mi nueva esposa.

Boldog Szilva: Ciruela Feliz libro 1 [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora