XIX

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Tíz
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A la mañana siguiente, luego de haberse disipado el susto, Kriska decidió que iría a enfrentar a su marido. Podía ser aun joven, pero la vida de casada la había convertido en una mujer ya de gesto apretado y amargo, su desdicha era reflejada en las ojeras profundas que adornaban sus ojos y en la arruga que empezaba a dibujarse en su frente. Sin embargo, ella nunca fue de las que se dejó amedrentar por esas cosas.

Con ayuda de Akos, quien se ofreció a llevarla a la comisaría, partió y a su vez llegó con seguridad al lugar donde pretendía dar rienda suelta a la ira que la consumía, estaba harta de Nandor, quería desembarazarse de él lo más rápido posible, con cualquier excusa donde ella no se viera afectada. Podría no ser de la nobleza, pero la burguesía en cuanto a chisme y marginación no difería mucho.

Se bajó de la diligencia, mas, Akos la detuvo, para su sorpresa.

—Aun estás a tiempo de regresar y no enfrentar esto tu sola...

—Es mi obligación

—¡No lo es!

—Sí lo es, y lo sabes.

—No es justo para ti.

—No importa si lo es o no, tengo que tener esta conversación con él.

—¿Crees que lograrás algo entrando hablar con un enfermo que solo te ha hecho daño?

—Vos, mi lord, no sois el más adecuado para hablar de hacer daño.

Finalizó, con el gesto severo, ella sabía que eso sería suficiente para mantenerlo callado y se alejó caminando rígida.

Al verla partir, aun cuando ella estaba entrando a la comisaría a ver a otro hombre, Akos sintió una vez más los profundos celos, que solo siente un hombre al que le han arrebatado al amor de su vida a base de mentiras... miserable, entendió que seguía amándola.

De inmediato el sheriff condujo a la mujer hasta donde estaba el pelirrojo y al verlo... Kriska se preguntó, en qué rayos estaba pensando cuando sintió atracción por él. No se había casado por amor, se había casado por despecho, pero indiferente no le era.

Era una sombra perdida, un halo de iniquidades hecha persona, ella no sabía cómo siquiera mirarlo.

—Ya no quiero más —susurró, estaba perdido y ella lo sabía, para su desgracia tenía un vínculo con aquel hombre y conocía sus episodios de locura—. Ya no lo soporto más, no quiero hacer esto más, no quiero hacer esto más... necesito... necesito tocarla de nuevo.

—¿Sabéis a lo que se refiere? —preguntó el sheriff a la mujer quien contristada pensaba en mil y una maneras de haberle evitado aquel destroce emocional.

—Está chiflado, señor.

—¿Chiflado decís?

—Sí, no es la primera vez que hace algo así... pero nunca lo había hecho con un ser humano.

—¿Y nunca alguien lo denunció?

—Jamás imaginé que llegaría tan lejos.

—Lamento mucho todo lo que pasasteis, vos y vuestra familia.

—No os preocupéis, gracias por encarcelarlo, de lo contrario mi hermano lo hubiese matado al instante.

—Dice que, alguien lo mandó a que hiciera esto.

—Sí, escucha voces que le ordenan hacer cosas.

—Entonces, debo reportarlo.

—Sí, creo que sí... Nandor —llamó—. ¿Sabes lo que hiciste?

Boldog Szilva: Ciruela Feliz libro 1 [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora