9. Un nuevo descubrimiento

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Esperando. Les estaban esperando. Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que les haría pensar que eran tan importantes? Aidan no podía dejar de mirar al viejecillo. Hacía dos minutos, había comenzado a llorar, y, desde entonces, no había levantado la vista.

Cuando se tranquilizó, volvió a hablarles y les contó todo.

- El Sol ha quemado la Tierra. Mucha gente ha muerto. Mi familia, mis amigos... Hemos sido muy pocos los que hemos sobrevivido. Y, según lo que dicen las leyendas, cuando el Sol se apagara, cuatro jóvenes venidos de otro mundo nos salvarían.

- Perdón, señor. Pero debe de haber un error. Nosotros no venimos de otro mundo. Y el Sol no ha quemado la Tierra. De ser así, nosotros lo sabríamos.

El señor cada vez les miraba con una mirada más severa.

- Bueno, no fue exactamente eso lo que pasó... Cayó un meteorito, una bola de fuego, lo que quiere decir que el Sol se está apagando, y, que pronto moriremos todos.

Aidan miró a Logan. Y vio cómo permanecía completamente aterrado. Sus ojos estaban inmóviles. Ni siquiera pestañeaba.

- ¿Cómo podemos ayudarles?- preguntó Aidan.

El señor bajó la vista al suelo.

- Eso solo lo sabe el Sr. Guten.

- ¿Quién es el?

- Es el hombre más astuto e inteligente de Hastol y el que lleva todo el poder.

Hastol. Así se llamaba el pueblo. Aidan no conocía ese nombre. De hecho, le extrañó muchísimo no haber oído nunca aquel nombre. Ni siquiera sería capaz de colocarlo en un mapa.

- ¿Dónde podremos encontrarle?- siguió Aidan preguntando extrañado.

El viejo se rascó la barbilla cubierta por aquella barba blanca y áspera. Y después, contestó.

- Solo podréis verle a las seis de la tarde en la sala de Las Sillas.

En ese momento, al viejo le entró un ataque de tos.

- ¿Y dónde se encuentra?

El viejo siguió tosiendo, incapaz de pronunciar palabra. Y, finalmente, se ahogó, y cayó al suelo, inconsciente.

- Señor...

Aidan pensó que ese viejo había pasado a una mejor vida. Al menos, ahora que había muerto, no sufriría más. Aunque, sin su ayuda, Aidan dudaba que encontrasen la sala de la que el viejo les había hablado. Y mucho menos, que encontrasen al Sr. Guten.

***

Salieron de la casa, y se encontraron una vez más, en uno de los callejones oscuros del pueblo. Logan parecía tener mejor aspecto tras haber comido las galletas que le había ofrecido Aidan.

- ¿No crees que ese viejo estaba tarado?

Aidan se paró algo enojado, delante de Logan, al oír su absurdo comentario.

- No. ¿Es que no has visto sus ojos? ¡Ese hombre ha debido de haber sufrido de verdad! Todo lo que nos ha contado debe de ser cierto.

Logan no comprendía nada. ¿Cómo era posible que ellos no se hubieran enterado de lo del meteorito? ¿Y si su familia hubiera muerto? Un escalofrío le recorrió la espalda.

- No puede ser. Mis padres... habrán...

La voz se le cortaba, era incapaz de pronunciar la última palabra de la frase. Sonaba terrible. "Mis padres habrán muerto."

El chico no pudo más que soltar unas cuantas lágrimas, y, Aidan, se le acercó, intentando consolarle.

- No, vamos... Puede que ese viejo tuviera razón, y que haya supervivientes. Nuestros padres habrán sobrevivido.

De repente, tras decir eso, mientras Aidan consolaba a su nuevo compañero, oyeron unas pisadas. Eso fue lo que les hizo levantarse rápidamente. Y una sombra apareció en la pared de una casa que tenían en frente. Parecía la silueta de una mujer.

Muertos de miedo, los chicos se quedaron expectantes al ver acercarse cada vez más la sombra. Hasta que se convirtió en una hermosa joven de no más de 1,60m.

Aidan se quedó embobado mirándola. La chica, de pelo oscuro, recogido en una coleta despeinada y ojos azules, le pareció realmente guapa.

- ¿Buscáis lo mismo que yo? - les preguntó la chica con el rostro serio.

- P... Pu... Pues, no lo sé. Tal vez sí, o tal vez no.

Logan fue el primero en contestarle. Y, Aidan comprendió al oírle hablar tan nervioso, como a él también le imponía aquella joven.

-Estamos buscando la sala de Las Sillas. ¿Sabes dónde está?- le preguntó Aidan, intentando corregir las palabras de Logan.

La chica se quedó observando a Aidan con sus grandes ojos azules y, Logan pudo ver, que en ellos se veía una fuerte atracción hacia el chico.

- Seguidme.

Logan y Aidan le obedecieron. Y la siguieron por un montón de callejuelas, plazas y callejones rumbo a la sala que estaban buscando.

- Está muy buena, la verdad- susurró Logan al oído de Aidan.

En ese momento, la chica giró la cabeza. No sabían muy bien si porque había escuchado el comentario del chico, o porque les iba a decir algo nuevo.

Por suerte, era lo segundo.

- Estaba aquí- les dijo.

Se encontraban delante de lo que parecía un gran almacén con una puerta de metal. La chica intentó abrirla, pero estaba herméticamente cerrada.

Aidan la intentó ayudar, pero sin obtener mucho éxito.

- Nada. Está cerrada- aseguró.

- Tal vez debamos esperar hasta las seis. ¿No recuerdas las palabras del viejo? Nos dijo que viniéramos a las seis si queríamos encontrar al Sr. Guten- le recordó Logan.

En ese momento, Aidan pensó que su compañero no era tan imbécil como le parecía al principio, y, aceptó su respuesta por vez primera.

Los tres se sentaron en el suelo. Estaba algo húmedo y frío, pero no les quedaba otra que esperar allí sentados, ya que, ni siquiera poseían un reloj en hora. Esperarían hasta la hora que les había indicado el viejo para que se abriera la gran puerta.

- ¿Qué creéis que habrá ahí adentro?- preguntó Aidan a la chica, que parecía saber más sobre el asunto.

- Llegué aquí hace exactamente dos días. Estaba en casa con mi hermano, en Chicago, y, unas manos me agarraron fuertemente el cuello impidiendo que pudiera respirar. Perdí completamente el sentido, y, llegué hasta aquí. Mi nombre es Sarah, a propósito.- hizo una breve pausa, para retirarse un mechón de pelo de la cara- Ayer vi entrar a una chica rubia en esta sala. Estaba hablando con un hombre. No conseguí escuchar de qué hablaban. Luego, salió. Y la puerta se cerró. Me dio mucho miedo preguntar a la chica. Así que me escondí detrás de ese arbusto para que no me viera. Sentí mucho miedo.

Aidan giró la cabeza mirando el arbusto en el que Sarah se había escondido el día anterior. Le pareció una chica muy valiente. Estando sola se atrevió a acercarse a la sala de Las Sillas. Con la incertidumbre de qué pasaría si la descubrieran. Y es que no sabían si la gente de aquel pueblo sería buena o mala. Ni siquiera sabían nada acerca de lo que había en aquella sala. La Sala de las Sillas.

¿Quién sería el Sr. Guten? ¿Por qué debían de hablar con él?

¿Y esa chica rubia? ¿Por qué hablaba con él?

Esperaban poder dar respuesta a todas esas preguntas muy pronto. O, al menos, antes de que esa puerta se volviera a abrir, y tuvieran que entrar, sin saber si podrían volver a salir.

© Saga Elementos: Fuego (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora