18. La cuenta atrás

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La mano correspondía al Sr. Guten.

¿Cómo podía haberlos encontrado?

Habían cometido una gran imprudencia siendo además, descubiertos.

- ¿Qué narices hacéis aquí? ¿Quién os ha dado el permiso de entrar?

Seguía agarrando la muñeca de Morgan con fuerza y la chica intentaba resistirse, sin mucho éxito.

- La llave... Estaba en el suelo... - se atrevió a decir.

- Estupendo...

El Sr. Guten soltó finalmente la muñeca de Morgan.

Aidan le miraba a aquel hombre con una mirada de gran desconfianza. Al fin y al cabo, ¿tenía por qué tratar así a una chica adolescente?

- MARCHAOS a vuestras habitaciones. Por esta vez, os perdono... Pero, tened cuidado. Como os volviera a pillar en esta sala, lo pagaríais muy caro...

Todos decidieron obedecer al Sr. Guten, que no parecía tener ninguna intención de mencionarles lo que era aquel lugar.

Es más, salieron curiosos. Querían saber por qué solo aquella sala contenía los relojes en marcha en todo Dalton. ¿Por qué no los había en el pueblo y allí, en cambio, sí?

Por otra parte, no pudieron evitar pensar que el Sr. Guten ocultaba algo en aquella sala...

Algo por lo que les había echado antes de que lo descubrieran.

Porque los Elementos eran muy inteligentes, y, aquel secreto habría sido descubierto por alguno de ellos de haber pasado cinco minutos más en aquella sala.

¿Y los productos químicos? ¿A qué se debía su presencia en aquel laboratorio?

Todo era incomprensible.

Cuando el Sr. Guten cerró de nuevo la puerta con llave, y recogió ésta en uno de sus bolsillos, los Elementos pensaron que ya jamás volverían a saber nada sobre aquella sala.

A menos que el Sr. Guten les hablara de ella...

Cada uno de los Elementos se dirigió hacia cada una de sus habitaciones.

***

Morgan no dudó en instalarse rápidamente en el dormitorio. Deshizo las maletas y organizó todas sus pertenencias en las estanterías y armarios.

La habitación se asemejaba bastante a la de un gran hotel.

Constaba de un baño, una cama, un pequeño sofá, un minibar, una mesilla con una lámpara de noche, varios armarios y una televisión.

Al tumbarse en la cama, notó como el tejido que contenía era de muy buena calidad.

Las sábanas eran de seda, y, la almohada parecía estar rellena de plumas de algún tipo de ave.

Dirigió la vista hacia la maleta. Y, vio que había olvidado algo dentro.

Se levantó de la cama, y, acercándose a la maleta, vio que contenía el misterioso libro dentro.

Aquel libro que le había ofrecido Micha, su criada, seguía en el mismo lugar en el que había estado todo el viaje de la casa del Sr. Guten hasta allí.

La Historia Jamás Contada.

Al volver a leer el título, Morgan tuvo la extraña necesidad de abrirlo y comenzar a leer sus páginas.

Le gustaría mucho descubrir aquella historia.

La historia que le contaría el motivo por el cuál era un Elemento. El motivo por el cuál la necesitaban, al igual que a los otros tres Elementos.

Así que, sin perder más tiempo, comenzó a leer.

"Capítulo 1: Donde comenzó todo."

La Tierra se formó hace mucho tiempo. Demasiado tiempo. Seguramente conocerás los años que han pasado desde que se formó la primera célula, la primera galaxia...

Pero esta no es la historia objetiva, sino la subjetiva, de cómo comenzó todo.

Para ello hay que hablar de una Profecía. La Profecía que dice que el Universo se formó a partir de cuatro Elementos: Fuego, Aire, Agua y Tierra.

(...)

***

Al abrir los ojos, Morgan descubrió que no había sido capaz de leer más que una sola página.

La noche anterior había estado tan sumamente exhausta que los ojos se le cerraron solos mientras leía las páginas de aquel misterioso libro.

Decidió seguir leyéndolo cada noche para descubrir y conocer el por qué el Sr. Guten no quería que lo leyeran, y el por qué Micha se lo había regalado.

Entró en el baño y, tras enjabonarse y lavarse cuidadosamente la cara para no estropear su maquillaje, se lavó las manos. En realidad, si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo, habría lavado su cara por completo.

Sin embargo, no tenía permitido hacerlo. Además, no quería desperdiciar aquellas dos horas que habían pasado maquillándola el día anterior.

Se peinó y, cuando hubo terminado de acicalarse, salió de la habitación cerrando la puerta con la llave que Simona le había dado.

Y, cómo no, no olvidó llevar consigo, en uno de los bolsillos de su pantalón aquel amuleto en forma de pájaro.

Confiaba en que le daría suerte en aquella fase.

Fuera lo que fuese a hacer...

***

Cuando todos estaban preparados en el hall para comenzar la Fase 1, Simona apareció junto al Sr. Guten.

- Buenos días, Elementos. Bienvenidos a la Fase 1. Al ser vuestra primera fase, comprendo que estéis algo nerviosos.

Logan asintió. El joven parecía un conejillo de Indias o una rata de laboratorio, que fuera a ser víctima de un experimento en cualquier momento.

- ¡Bien! Cuando cuente hasta tres, deberéis entrar en vuestra respectiva puerta, sin rechistar. ¿De acuerdo?

Por un momento, al Sr. Guten se le iluminó el rostro. Estaba feliz. Extremadamente feliz, de repente.

- Mucha suerte- se dijeron unos a otros antes de empezar.

Cada uno se colocó en frente de su puerta, tal y como Simona les había indicado.

Y comenzó la cuenta atrás.

- Tres... Dos... Uno... ¡YA!

Y, así, los Elementos entraron rápidamente por cada una de las puertas.

Una especie de destello, hizo que los cuatro desaparecieran, ante la mirada de felicidad del Sr. Guten.

© Saga Elementos: Fuego (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora