15. Preparación

4.8K 313 15
                                    

Y, entonces fue cuando todo cambió. De repente, las calles estaban habitadas por una especie de aldeanos de pueblo.

Parecía gente humilde. Llevaban la ropa muy vieja y tenían aspecto desaliñado. Como si llevaran meses o incluso años sin lavar su ropa.

Sus casas tampoco parecían del todo acogedoras. Algunas de ellas tenían las ventanas rotas y otras en cambio, recubiertas de enormes telarañas.

Ninguno de los chicos podía comprender por qué el Sr. Guten podía darse el lujo de tener una enorme e increíble casa en comparación con toda aquella gente.

Es más, salir de aquella mansión, era como viajar en el tiempo, a un lugar lejano y pobre.

Sin duda alguna, las diferencias por estrato social eran desmesuradamente grandes en aquel lugar.

Una señora caminaba con un bebé bajo el brazo.

A Sarah le encantaban los niños, y, no pudo por menos que hacerle una pequeña carantoña. Algo que a su madre, le resultó fuera de lugar, ya que al ver el gesto de la chica, cubrió a su hijo con los brazos, escondiéndolo a la vista de Sarah.

¿Por qué la gente de aquel pueblo era tan fría? ¿Acaso estaba mal intentar acercarse a ellos?

Según iban caminando por las calles de Halton, muchos hombres y mujeres e incluso niños se escondían a su paso.

Era como si les infundieran una especie de miedo inexplicable.

¿Era por el Sr. Guten? ¿Habría hecho algo terrible a la gente de aquel pueblo para que le llegaran a temer tanto?

No les extrañaría nada, ya que algunos lo señalaban con la mano al verle y algunos críos le hacían burlas de todo tipo.

Estaba claro que no era un personaje muy querido en Halton. Más bien, parecía ser odiado por sus habitantes.

¿Y si creyeran que eran mala gente por estar junto a él? De ser así, se equivocaban. Muchísimo.

Siguieron caminando. A cada paso que daban, descubrían algún rincón nuevo de aquel pueblecito.

Algo llamó la atención de Logan. En todas las casas, poseían una especie de jaula, en la que encerraban arañas. Arañas de todo tipo. Grandes, peludas, tarántulas, pequeñas...

Las jaulas permanecían colgadas en el borde de la puerta de entrada.

-¿Por qué arañas y no otro animal?- preguntó Logan.

- Es una especie de tradición, digamos... Los únicos animales capaces de vivir a pesar de que acabase el mundo, serían las arañas. La gente piensa que al tener arañas en casa, éstas sustituirán a la familia en el futuro, cuando ésta muera. Algunos incluso creen que serán capaces de reencarnarse en personas.

- Eso es imposible- objetó Aidan.

- ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Eh?

Se hizo un silencio abrumador en el que solo se oyeron las campanadas de una pequeña iglesia que había en alguna parte del pueblo.

Ambos, tanto Aidan como el Sr. Guten, prefirieron callarse para no acabar enzarzándose en una nueva discusión. Así que prosiguieron el camino.

Más adelante, no encontraron más que una especie de camino que según el Sr. Guten les había dicho, les conduciría a su destino.

Caminaron durante dos horas largas por aquel descampado, hasta que llegaron a un enorme edificio.

Era un edificio descomunal, grande, con aspecto de gran importancia. En esos momentos, incluso la casa del Sr. Guten parecería una miserable casucha en comparación con aquello.

Impresionaba demasiado como para ser real.

Una serie de hombres vestidos con trajes oscuros acolchados, permanecían inmóviles en todas y cada una de las puertas de aquel lugar. Parecían guardias de seguridad, más que otra cosa.

Decidieron avanzar hasta la puerta principal. Una vez allí, el Sr. Guten marcó un código en un teclado al lado de la puerta, y ésta se abrió con un gran estrépito.

Al entrar, vieron que lo que había en el interior del enorme edificio era aún más impresionante, si cabía.

Se trataba de una enorme sala. Cinco espejos. Ocho puertas. Cuatro en cada lateral. Paredes blancas y mesas alargadas con formas uniformes.

Así podía describirse aquel lugar. En unas grandes pantallas, se podía observar el Espacio. Deberían estar conectadas a un satélite.

En cada una de las puertas, había dibujado un signo especial.

Un delfín, un pájaro, un castillo, un dragón.

Al otro lado, los dibujos se podían ver reflejados, de manera que se veían al revés.

Enseguida entendieron que el delfín expresaba Agua. El pájaro, Aire. El castillo, Tierra. Y, cómo no, el dragón, fuego.

Al fondo de la sala había un gran ascensor de metal. Lo que les hizo pensar que el edificio tenía más pisos.

¿Qué les depararían aquellos otros pisos si este ya era por sí solo, increíble?

Un misterio.

De repente, la luz del ascensor, se iluminó, e indicó que alguien estaba bajando de uno de los pisos superiores.

Al abrirse, descubrieron que se trataba de una mujer esbelta que parecía tener unos treinta años. Tenía el pelo pelirrojo recogido en una coleta alta. Iba vestida de negro, al igual que los guardias de afuera.

- Hola, Simona.

El Sr. Guten parecía conocerla. Se dirigió a ella y le dio un apretón de manos.

En ese instante, el Sr. Guten se giró hacia los chicos y les sonrió con una nueva sonrisa forzada.

- Bien, Elementos. Ahora me iré y os dejaré con Simona. Ella será vuestra entrenadora durante el resto de vuestros días. A partir de ahora será vuestra mentora. Y no olvidéis que debéis tratarla tan bien como me tratasteis a mí.
¿Entendido?

El Sr. Guten levantó las cejas esperando la respuesta de los chicos.

- No lo ponga en duda- respondió Aidan.

Y, así, el Sr. Guten avanzó hasta el interior del ascensor, y, subió en él, desapareciendo de la vista de los chicos. Por fin.

© Saga Elementos: Fuego (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora