19. Delfines y sirenas

3.3K 267 1
                                    

Todo parecía estar tranquilo. Sarah solo podía oír su respiración. Y, de vez en cuando, incluso los latidos de su corazón.

¿Dónde se encontraba?

Estaba sobre un suelo de arena fina y clara. Y, al alzar la vista, hacia delante, vislumbró un mar inmenso de un color azul verdoso.

Se encontraba nada más que en una playa. Una playa desierta.

Siguió avanzando, hasta introducir sus dos pies dentro del agua. Estaba muy fría. Y, rápidamente los sacó.

Era el agua más fría que había sentido nunca...

En ese momento, oyó un silbido que provenía de dentro del agua. Lo que le hizo saber que no estaba completamente sola.

Sobre la superficie del agua asomó una aleta de pez. Sarah se asustó al principio, al ver que se dirigía hacia ella, pero, en el momento en que esa aleta se transformó en un delfín saltador, una sonrisa se dibujó en su cara.

El delfín giró la cabeza hacia ella, y se acercó todavía más a donde estaba ella.

Cuando apenas se encontraban a una distancia de un metro, el delfín le hizo un gesto con la aleta, que le dio a entender a Sarah que aquel animal quería jugar con ella.

Sin rechistar, Sarah volvió a introducir los pies en el agua. Esta vez le pareció que estaba más templada.

Siguió avanzando por el agua, y, comprobó que, como toda playa, cada vez se encontraba más adentro. Cada vez cubría más...

El delfín se paró delante de ella, y, Sarah no pudo evitar subirse encima de él, para que éste le diera un buen viaje por el océano.

Cuando se hubo sentado sobre el lomo suave y liso del delfín, éste comenzó a nadar rápidamente para sorpresa de Sarah.

Por un momento, ella también se sintió delfín. Saltaba junto a él y nadaba igual que él.

Sarah se sintió atemorizada al ver como el delfín, cada vez estaba más adentro, y como la playa parecía estar cada vez más lejos.

El delfín se introdujo bajo el agua, arrastrando consigo a Sarah que se agarraba fuertemente a su aleta para no caerse.

Permanecieron algo así como minuto y medio, a lo que Sarah casi se estaba quedando sin oxígeno.

Por suerte, los delfines eran mamíferos, y éste tuvo que salir para volver a coger aire, como Sarah.

A medida que seguían avanzando, se oyeron unas voces femeninas cantando a lo lejos.

Sarah no pudo creer lo que veía ante sus ojos...

Tras unas rocas que se levantaban sobre la superficie del mar vio a unas preciosas muchachas de largas melenas y, -lo más impactante- que poseían unas enormes colas escamadas.

Eran sirenas. Sirenas de verdad.

Cuando el delfín y Sarah pasaron a su lado, las sirenas cada vez cantaban más fuertemente, y, para más fastidio de Sarah, las sirenas le comenzaron a tirar del pelo, y, a agarrarle de los brazos, intentando que cayera al agua.

Sarah había oído historias de sirenas que encantaban a marineros con sus hermosos cantos, haciendo que estos las acompañaran hasta las mayores profundidades del océano.

Sin embargo, dudaba que esas sirenas quisieran hacer lo mismo. Parecía como si no les hubiera caído del todo bien, y, que quisieran ahogarla en ese mismo instante...

Sarah seguía resistiéndose, pero una de las sirenas la empujó con su mano escamada tan fuerte que hizo que cayera al agua.

Para su desgracia, el delfín, salió nadando hacia otra dirección intentando evitar a las sirenas sin tan siquiera ayudarla.

Sarah se sumergió bajo el agua. Intentó salir a la superficie, pero una nueva sirena que estaba en el fondo del agua, la arrastró hacia dentro.

Siguió bajando, y, bajando. Y, cuando apenas veía la luz del Sol, Sarah pensó que podía ir despidiéndose de aquel mundo y de todos los Elementos.

© Saga Elementos: Fuego (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora