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Memories.

Lo que vino a continuación fue una de las escenas más calientes que Jimin pudo haber visto en toda su vida. Definitivamente, algo debía estar mal en su sistema cuando se fijó en el aspecto de Yoongi y sintió cómo la parte baja de su abdomen se tensaba, hirviendo.

El hombre no llevaba mangas; su camisa manchada con sangre y sus ojos lucían tan fríos que podrían haber congelado el infierno. Cristo, él fácilmente podría haber matado a alguien con la mirada despectiva que estaba lanzando en ese momento. Tenía una postura relajada, pareciendo como si se enfrentara a ese tipo de amenaza todos los días.

Demasiado tranquilo para el gusto del pelirrubio.

Hoseok salió disparado del lado de Jimin, presionándose ambas manos en la herida de roce que le bala había dejado sobre la piel de su pierna. Soltó el cuchillo, maldiciendo en voz baja y poniéndose en guardia tan rápido como le fue posible.

— ¿Con armas, Min? — rugió — Creí que serías menos cobarde.

Ambos soltaron lo que traían en sus manos, como por inercia, como si se hubieran comunicado por los ojos y no hubiera necesidad de decir palabras. Park casi sintió celos. Casi. La complicidad que tenían delataba que, quizás, hicieron algo juntos en el pasado.
Sin embargo, lo más increíble de todo fue que, en cuanto la pistola y el cuchillo quedaron estáticas en el suelo, los dos ya estaban rodeándose con sigilo. Dos cazadores imponentes peleándose por la presa.

Hoseok lanzó el primer golpe directo a la pierna del pelinegro; su patada rozando a duras penas el estómago impropio. Yoongi lo esquivó como si nada, sosteniendo tranquilamente una postura de suficiencia. Lo golpeó con su pie en la cara, lanzándolo metros más allá y probablemente rompiendo su perfecta nariz. La sangre corría a chorros por su cara, deslizándose hasta mezclarse con su ropa negra. Asqueroso.

El tipo seguramente quedó inconsciente, pensó Jimin, porque desde luego él con suerte respiraría luego de un golpe así.

— Siempre fuiste un cabrón presumido, ¿sabes? — murmuró Hoseok antes de volver al ataque.

Arremetió directo al estómago de Yoongi, dispuesto a propinarle un golpe que probablemente lo dejaría sin aire, pero el contrario fue más rápido. El pelinegro, que seguía sin alterarse, frenó el golpe con un puñetazo en el pecho del colorino.

Jimin aplaudió mentalmente y luego se calló, sorprendido al ver cómo su amo retrocedía un par de pasos tras ser golpeado por los puños ensangrentados de Hoseok. Observó todo mientras ahogaba un grito: el pelirrojo golpeaba a su hombre con todas las fuerzas; atacando principalmente sus costillas y pateándole las piernas a una velocidad increíble.

Santo cielo. Jimin sentía que era un puto inútil, mirando desde la seguridad de la cama y aguantándose el miedo mientras era defendido. Totalmente patético.

— ¿Ya acabaste, Hose? — escuchó gruñir.

De pronto, toda la situación había cambiado. Yoongi había lanzado al pelirrojo al suelo y ya estaba a horcajadas sobre él, golpeándole a la cara con su diestra y doblándole el brazo con la zurda lo suficientemente fuerte como para romperlo. El tipo emitió un grito horrible: el sonido gutural erizando los vellos en la piel sedosa de Jimin y lanzándole un escalofríos por la espalda baja. Incluso él podía sentir el miedo, la rabia y el pánico que provenían del pelirrojo.

— No conseguirás nada, Yoon — escuchó el susurro — los otros ya vienen.

Parecía uno esos animales deshuesados que adornaban las carnicerías, con las extremidades flojas y la piel cubierta de sangre. Sus piernas flácidas, sin capacidad de moverlas correctamente, al igual que las manos. Sí. Yoongi le había roto el brazo. Yoongi probablemente había roto más de un hueso.

— ¿Por qué él? — gritó Hoseok en un gemido agónico — ¡Pudiste haberlo arreglado todo casándote con Suran! ¡Todo! — escupió, inmóvil — demasiado débil para aguantar la tentación de follarte a una puta, ¿no?

Eso fue todo, no iba a soportarlo más. Yoongi lucía rojo de la cólera; encestando sin cesar golpes mortales sobre el rostro de Hoseok. Su brutalidad era tal que le daba un aire enfermizo: la sangre manchaba el suelo, tiñiéndolo, y Jimin estaba bastante seguro de que lo había matado.  Joder, ni siquiera él mismo podía respirar ante la escena. El charco de líquido color carmín que se expandía por suelo era tan grande que dudaba pudiera ser limpiado después.

— ¡Yoongi! — jadeó el pelirrubio luego de entrar en razón, poniéndose de pie y agarrándose la cabeza con ambas manos — ¡Yoongi, déjalo!

Pero él no escuchaba. Sus nudillos destrozados impactaban una y otra vez sobre la cara irreconocible del pelirrojo, mientras sus ojos carecían de cualquier expresión cálida que hubiera tenido en algún momento.

Estaba completamente ido.

— ¡Yoongi, para! — logró acariciarle el hombro, sintiendo la tensión acumulada bajo su piel mientras lágrimas amargas descendían desde sus ojos — ya está muerto. Detente.

Y paró. Su mirada perdiéndose en la figura malherida sobre la que estaba montado. Ninguno volvió a moverse. Habían pasado demasiados pensamientos extraños por sus mentes. El silencio casi quemaba.

— Toma un arma y escóndete — ordenó, poniéndose de pie y sacudiéndose la sangre de sus prendas — alguien más morirá hoy.

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2019 ⏰

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