Dae.
Tranquila, relajate, respira.
¿Por qué las cosas siempre son tan jodidas?
No sabía como actuar o que decir.
Tampoco sabía si debía intentar controlar la crisis de Sun hee que en ese momento estaba padeciendo o controlar la mía.Todo era un caos.
Un caos que sabía que era mi culpa.Solo era cuestión de tiempo para que descubrieran mi rostro y después todo saldría a la luz, todo lo que habíamos estado protegiendo saldría a la luz como si nada, como cualquier chisme de revista.
Aún miraba atónita la pantalla, deseando que todo se borrara, que jamás paso, que todo esto era producto de alguna pesadilla que había tenido y que en realidad, hacía horas que estaba durmiendo frente al computador.
Parpadee un millón de veces esperando que despertara.
No lo logre.
No era un sueño.Escuche ruido fuera del despacho, era Sun hee intentando calmar su crisis de ansiedad.
Salí y fui a la sala que se encontraba con una tenue luz de una vela aromatica que llevaba rato encendida, encontrandome con ella en el suelo, tomando su cabeza con fuerza y respirando con rapidez. Su cuerpo temblaba sin intención de parar.
Corrí hacía ella, me acerque con tranquilidad, no quería que aquí alguien salga peor.
Intente tranquilizarla abrazandola con delicadeza.—No va a pasar nada, nadie lo va a saber. Estamos seguras—Susurre, procure que mi voz sonara lo más firme posible aunque ni siquiera yo lo supiera con certeza.
—No mientas joder—La desesperación de sus palabras me hizo sentir aun más culpable—No intentes aparentar que estas bien ¡Me molesta tanto eso! Cuando tú y yo sabemos que estas igual.
—Si yo no estoy bien ni tu tampoco, seríamos dos locas en un departamento con muchos gatos—Elegía con agilidad mis palabras—Y tu peor pesadilla estaría a la vuelta de la esquina.
Reí.
Joder, reí.
Dolió tanto hacerlo.—No es momento para bromas.
—Siempre es momento para estupideces. Así que cierra el pico y ríe de mis tonterías.—Intente levantarla pero se resistió.
—Quiero quedarme un momento más aquí.—Acarició con torpeza el piso de madera.
—Bien.—No quise insistir más, ambas necesitamos un momento a solas—Estaré en mi habitación, pero si escucho algún ruido raro no te libraras tan fácil de mi.—Advertí.
Ella asintió, volviendo a la misma posición en donde la encontré.
Estuve por decir algo pero todo esto era demasiado, y ahí comprendí que las personas tenían distintas formas de liberarse del estrés.Camine por el pasillo que daba a mi habitación, y abrí la puerta.
Di el primer paso hacía el lugar donde era mi guarida, donde podría ser completamente yo misma.
Al cerrar la puerta, no prendí el interruptor. A estas horas de la madrugada cualquier luz me destrozaría los ojos.Me pareció que en esta noche, todo era más oscuro que de lo que recordaba.
Me senté en mi cama a duras penas y la ansiedad se apoderó de mí, como la prima de la depresión que indudablemente tendría que estar en la fiesta.Yo era la fiesta.
Y era una en donde no quería estar.No podría seguir en este país en cuanto mi rostro se revelara e incluso tendría que abandonar a Anónimo.
Si tan solo hubiéramos hecho algo al respecto.
Si tan solo no hubiera actuado con estupidez hubiera sido tan diferente todo esto.Tonta, tonta, tonta.
Un miedo comenzó a invadir mi ser, las manos me temblaban y producían sudor a más no poder, mi respiración se entrecorto.
No es que no quisiera respirar, es que en ese momento lo olvide, sentí mi corazón en la garganta. Y ni siquiera me di cuenta de cuando empezó.
Una tristeza inmensa se hizo presente.
Me tumbe en la cama, como última salida.
Y todo se volvió oscuridad.
La ventana que solía reflejar la luz del otro edificio se esfumó lentamente.Dejándome a ciegas.
Dejándome sin resplandor.
Dejandome sin nada.Lentamente volvía a aquel lugar donde solo existía yo. Donde solo podía escuchar mis llantos silenciosos. Donde recordaba todo lo que mamá sufrió.
Parecía una habitación oscura, como la mía. Pero esta no tenía paredes, no sabría decir el tamaño de la habitación ya que como recordaba, cuando era niña, había pasado mucho tiempo buscandole un final a aquella interminable pesadilla.
En aquel lugar había una voz.
Una voz que me decía que todo había sido mi culpa. Que yo era una idiota. Y efectivamente, lo era.
Aquel lugar era frío.
Mi voz se escuchaba en eco.Atrapada.
Sola.
Desesperada.¿Por qué no podía salir de este lugar? Me preguntaba seguidamente. Pero aquella voz me respondía casi al instante.
Es tu castigo.
Y tenía razón.
Mi culpa.
Todo era mi maldita culpa.
Yo debí...yo debí...De un momento a otro me encontraba de vuelta en mi habitación.
Mi visión borrosa, mis mejillas mojadas y parte de mi suéter.Tome una decisión.
Todo empezó por un descuido.
Uno que había comenzado por hablar, comunicarse y lazos de amistad.Y la tristeza de nuevo me envadio.
Ya no podría ver a los chicos. Tener mi ataque de risa con los chistes de Ahn;Huir y hacer tonterías con Jun; Reír internamente con los ataques descarados de Bin; Poner rojo a Young ni burlarme de lo mandon que era Kyung. Todo eso se acabaría.
Y las lágrimas que tenía en mis ojos salieron, como despedida.*
Habían pasado los días, en donde no quise salir de cama. Deje de comer como antes, y inclusive mi comunicación con Sun había disminuido notablemente.
Había perdido las ganas de intentar salir y divertirme, solo me importaba buscar algún lugar lejos de aquí para huir de Gook.Cobarde, lo sé.
Pero me aterraba la idea de verlo a la cara.
Habían pasado ya muchos años.
Muchas amenazas y muchas cosas.Un día, todo esto era tan pequeño que hasta podría atreverme a salir, pero la ansiedad me arrastraba de vuelta a la cama. Y muchos otros era tan grande que incluso si había dormido en todo el día, me sentía cansada.
Cansada de todo.
Cansada de vivir.Cada vez que entraba a Internet para buscar un nuevo lugar en donde vivir, mi inicio se llenaba de noticias anuncionando que Anónimo ya tenía identidad.
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Su identidad.
Teen FictionDae y Sun Hee. Ambas contaban con un encanto opuesto. Amigas desde la escuela secundaria y ahora mejores cómplices y escritoras. Lograron firmar con las agencias y personas importantes mundialmente. A paso rapido, se volvieron las escritoras más...