PRÓLOGO: AMIENEMIGOS

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PRÓLOGO: AMIENEMIGOS

¿Qué era ese lugar? ¿Por qué le dolía tanto la zona de los abdominales? El joven parpadeó, y poco a poco fue recordando.

... El campo de batalla...

... Su lucha con Arturo...

Se llevó la mano al vientre. Sangraba. Eso no era bueno. Las heridas de espada nunca lo eran, pero cuando te atraviesan desde el ombligo a la espalda el milagro es que sigas vivo para sentir el dolor. Miró que no hubiera quedado dentro de él ninguna esquirla del arma: la de Arturo era una espada forjada con el aliento de un dragón, lo había notado, y eso significaba que un trozo sería como veneno para su organismo. Por suerte no parecía haber quedado ningún trozo dentro de él. No era tan descabellado suponer que iba a salir con vida de aquella. Era más de lo que podía decir de los pobres desgraciados que yacían a su alrededor.

Mirara donde mirara, Mordred solo veía muerte.

Habría quien pensara que aquello sería motivo de alegría para él. Nada más lejos de la verdad. Alguno de los caídos había sido compañero de armas cuando él aún creía en los ideales de Camelot. Habían sido amigos. En contra de la opinión popular, él no era el malo. Era una víctima. Traicionado por Arturo... por Arturo y por Emrys... El uno le había dado la espalda, y había condenado a muerte a alguien por el único delito de tener magia...y el otro se había quedado callado, sin hacer nada para evitarlo... desconfiando de él. ¿Por qué no era merecedor de la confianza de Merlín? ¿Por qué Emrys había dudado de él, desde el principio? Deberían haber estado juntos en aquello. Los dos eran hechiceros.

Tendrían que haber sido aliados.

***

Merlín había sacado la punta de la espada de Mordred, que había quedado incrustada en el cuerpo de Arturo. Había sido intensamente doloroso para el rey, pero Merlín no tenía tiempo de hacer una poción para dormirle. Ahora Arturo trataba de recuperarse, jadeando, sudando, e intentando contener cualquier muestra de lo mucho que le dolía. Merlín estaba asustado y preocupado y no fingía tan bien como su amigo. La herida era seria...

- Por suerte para vos, además de un sirviente excepcional soy un galeno con mucho talento – bromeó, intentando aligerar la tensión.

Arturo emitió un sonido que pareció una risa ahogada. Respiraba muy fuerte, y muy rápido, como alguien que está haciendo muchos esfuerzos por no gritar.

- Si eres... tan mal galeno... como sirviente... me espera... una muerte segura – consiguió responder, entrecortadamente.

Merlín no respondió, porque la idea de que Arturo muriera no era tan imposible en aquel momento. Pero era impensable para él. Se sentía incapaz de bromear respecto a eso. Arturo se dio cuenta de que el rostro de su amigo y salvador se había ensombrecido, y reparó también en que el dolor de su costado remitía un poco, así que podría hablar sin sonar patético.

- Pinta mal, ¿eh?

Merlín no levantó la vista de la herida.

- Puedo curaros – dijo simplemente.

- ¿Con magia? – preguntó Arturo. Acababa de descubrir que Merlín no era quien siempre había dicho ser. Que era un poderoso hechicero... La mentira le había dolido, y apenas había tenido tiempo de asimilarlo. Al principio se había enfadado, se había llenado de ira, y hubiera estado dispuesto a aplicar a Merlín el castigo por su delito: la muerte. Pero luego fue observando, y reparando en varios hechos. Merlín usaba su magia para ayudarle, solo para eso. Merlín era el último, era un siervo, cuando podría haber sido el primero. No buscaba poder. Si hay algo que siempre había sabido es que su amigo no era malvado. Era una de las personas más estúpidamente buenas e inocentes que conocía. Eso seguía siendo así, con magia o sin ella.

De padres y reyes [FANFIC DE MERLÍN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora