CAPÍTULO 18: EL BRAZALETE

963 56 4
                                    

Arturo estaba paralizado de cintura para abajo. Por más que intentara doblar las piernas para correr, para huir como un cobarde como no era propio de él ni de cualquier rey que se preciara, no podía dar ni un solo paso porque sus músculos estaban agarrotados. Le invadía una rigidez casi dolorosa, que le asemejaba más a una estatua que a un hombre.

El rey de Camelot había conocido el miedo en todas sus infinitas formas. Miedo a perder a un ser querido, miedo a decepcionar a su padre, miedo a no ser un buen rey, miedo a la magia, miedo a los magos, miedo a los dragones y otras criaturas mágicas, miedo a un enemigo especialmente habilidoso con la espada, miedo ante tener que dejar que un galeno le cosiera la piel, poniendo su cuerpo a merced de lo que el hombre de ciencia quisiera hacer con él.... Generalmente podía sobreponerse. A menudo fingía que no pasaba nada hasta el punto de que él mismo llegaba a creérselo. Jamás se había dejado inmovilizar por el miedo, porque él era Arturo Pendragon, rey de Camelot, y el hombre vivo más habilidoso con la espada. Era valiente, temerario, y por qué no decirlo, algo presuntuoso. No era -y mataría a quien osara pensarlo si quiera- un cobarde.

Sin embargo, jamás había sentido nada como lo que sintió aquel día en los corredores de su propio castillo. El terror más absoluto se apoderó de él cuando vio cómo su hogar, sus dominios, su fortaleza, se derrumba ante sus ojos, como asolada por un terremoto. Las catástrofes naturales eran algo que rompía todos los esquemas de la gente medieval. Algo contra lo que no podías luchar. Un enemigo al que no se podía vencer con la espada.

Los habitantes del castillo corrían por su vida cubriéndose la cabeza, como si sus endebles brazos pudieran bastar para frenar la avalancha de rocas que se les venía encima. Ni siquiera en un asedio -con las catapultas enemigas lanzando proyectiles demoledores- las piedras cedían tan rápido precipitándose contra el suelo.

El rey observaba impotente el terror de sus caballeros, de sus soldados y de los nobles que componían su corte, y se dejaba contagiar por ellos. Oyó gritar a una criada que había caído al suelo, y desde allí se protegía con la certeza de que en cualquier momento sería aplastada.

No supo cuanto tiempo pasó en aquel estado huidizo de la mente, en el cual se limitaba a observar sin ser capaz de procesar lo que estaba viendo. Los muros se llenaban de grietas y se derrumban instantes después, con un ruido ensordecedor, pero Arturo no parecía capaz de escucharlo. Finalmente, el techo cedió, y el rey supo que todos los habitantes de la ciudadela, incluyéndose él mismo y sus dos hijos putativos, morirían aplastados.

La muerte no llegó, sin embargo, y Arturo, que en algún momento había cerrado los ojos, los abrió sin saber con qué iba a encontrarse. La imagen que se encontró era asombrosa a la par que esperanzadora. Aronit estaba gritando palabras en un idioma arcano que el rey no podía entender, con los brazos extendidos en cruz y su cuerpo levitando ligeramente. Era como si todo él flotara, con su larga melena plateada suspendida en el aire también, dándole un aspecto terrible, bello, y poderoso.

El conjuro que Aronit estaba pronunciando había detenido el derrumbe del castillo, haciendo de escudo para todos los que habían estado condenados a morir de una forma espantosa. El rey jamás le había estado tan agradecido a alguien en su vida, pero se dio cuenta de que el druida no iba a poder resistir mucho más, sobre todo teniendo en cuenta que estaba herido.

- ¿¡Podéis arreglar esto!? - preguntó, encontrando su voz por fin.

Aronit negó con la cabeza.

- Solo puede el que lo ha provocado.

Arturo recordó las palabras de los guardias, que habían dicho que aquello era obra de Merlín. No podía creerse que el niño fuera causante de aquello. No tenía ningún motivo para hacerlo, y además Arturo sabía que jamás causaría un mal así a nadie. Antes de poder pensar nada más, sintió que alguien tiraba con fuerza del borde de su jubón.

De padres y reyes [FANFIC DE MERLÍN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora