CAPÍTULO 3: ERES MI PROTEGIDO

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CAPÍTULO 3: ERES MI PROTEGIDO

Una risa desinhibida e infantil llenó la Sala del Trono. La fuente el sonido hubiera sido desconocida de no ser por una cabecita que asomaba, juguetona, por debajo de una mesa.

- Merlín, este no es el momento ni el lugar para esconderse – reprendió Arturo.

Estaba esperando que algunos de sus mejores caballeros comparecieran ante él para tratar asuntos importantes. Estaba, además, de mal humor porque la situación requería que llevara la molesta y pesada corona, y unas ropas de terciopelo que apenas le permitían moverse. Sentía el peso del anillo con el sello real como si fuera un objeto mucho más grande, y estaba nervioso por la decisión que iba a tomar. Lo último que necesitaba era tener a Merlín incordiando por ahí, como un recuerdo de los verdaderos motivos por los cuales iba a ratificar la ley que permitía la práctica de la brujería en Camelot, que era la razón por la que había convocado aquella reunión. El Consejo había terminado de redactar el documento y él debía exponerse a las quejas de sus hombres ante una ley que lo revolucionaba todo. Él era el rey, y por tanto el que tenía la última palabra, pero para él era importante contar con el apoyo de su gente. Así que no tenía tiempo para ocuparse de niños aburridos con exceso de tiempo libre, y menos cuando son brujos, y por tanto afectados directos de esa nueva legislación.

Pero Merlín no captó las sutilezas del estado de ánimo de su protector, y se sintió embargado por algo de inseguridad, preocupado por la posibilidad de que Arturo siguiera enfadado con él por la pelea del día anterior con Mordred. Esa vez le había castigado él mismo y no su guardián/cuidador/lo que fuera. Aunque se alegraba de que hubiera sido Arturo, no sabía si había sido así porque le había enfadado mucho. Por eso aquella mañana le había buscado para jugar con él, pero Arturo no parecía tener tiempo para él. O eso, o que seguía enfadado. De ahí su sentimiento de inseguridad. Asomó más la cabeza y luego sacó todo el cuerpo de debajo de la mesa, y se quedó allí, de pie, mirando a su protector, que imponía más que nunca vestido con un traje de gala y la corona. No cabía duda de que era el rey y con su altura y su armadura parecía muy grande. Y sin embargo Merlín no tenía miedo de él...

– Apuesto a que Ogo te está buscando ¿verdad? ¿Acaso quieres hacerle enfadar?

...pero de Ogo sí, así que se apresuró a negar con la cabeza.

- ¿Y a qué estás esperando? – insistió Arturo, viendo que el niño se quedaba ahí de pie, sin hacer nada.

En vez de retroceder hacia la puerta, Merlín dio un pasito hacia él. Y luego otro. Y de pronto corrió atravesando la habitación hasta llegar a su lado, y se abrazó a su cintura de forma muy parecida a como lo había hecho el día anterior. Fue algo arriesgado, y Merlín temió que no fuera bien recibido, pero no notó que Arturo le apartara, aunque tampoco le devolvió el gesto.

- De acuerdo – dijo Arturo, incómodo. – Ahora ve, vamos.

- Pero...

Merlín no quería irse tan pronto, estaba aburrido de estar solo, y además le encantaba estar ahí, abrazando a Arturo. Algo dentro de él le decía que eso no era natural. Que esa no era la relación que debía tener con él.... Como si hubiera vivido otra vida en la que los abrazos entre ellos hubieran estado prohibidos.

- Cuando el rey dice que lo dejen solo, hay que obedecerle – dijo una voz, perteneciente a un caballero que acababa de entrar en la habitación. Era sir Percival, que miraba la escena con una sonrisa mitad tierna mitad de burla. No podía creerse que el hombre que abrazaba a ese niño fuera Arturo.

Al ver al caballero, que era algo así como el hombre más grande que Merlín había visto nunca, el niño se asustó un poco, y por acto reflejo se escondió detrás de Arturo. Sir Percival soltó una carcajada.

De padres y reyes [FANFIC DE MERLÍN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora