CAPÍTULO 10: LAS RELACIONES SOCIALES SON DIFÍCILES

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- ... y juro serviros a vos y al reino de Camelot hasta mi pos... pos... - balbuceó Merlín y se mordió el labio, inseguro, y con miedo.

Estaba de rodillas en frente de Arturo, pero sabía que a sus espaldas había un montón de gente escuchando sus palabras. Le picaba todo el cuerpo, porque vestía unas extrañas ropas de terciopelo que casi pesaban más que él. De su cuello pendía una molesta capa y si por él hubiera sido se hubiera quitado todo eso en ese mismo instante. Mordred estaba a la derecha de Arturo. Él ya había pronunciado el Juramento de Vasallaje y lo había hecho sin equivocarse. Merlín tampoco lo estaba haciendo mal, pero ciertamente el discurso que tenía que decir incluía palabrejas que no entraban en el vocabulario de un niño de siete años.

- Postrero – susurró Arturo, desde su asiento en el trono, y sonrió para darle ánimos.

- ... hasta mi postrero día – concluyó el niño, y luego suspiró.

Arturo se puso de pie, para la parte que le tocaba a él también.

- ¿Queréis ser mi vasallo? – preguntó.

- Lo quiero.

- Os recibo como mi vasallo.

Merlín se horrorizó: tenía que responder algo, pero, ¿qué? No se acordaba. Entonces, sintió un dolor agudo en su cabeza: Mordred trataba de hablar con él:

"Tienes que decir 'os prometo ser fiel'" le dijo, mentalmente.

"¡Arturo no quiere que usemos nuestros poderes" respondió Merlín, en la cabeza de su hermano.

"Nadie se ha enterado. ¿Quieres decirlo de una vez? ¡Te están mirando!"

- Os prometo ser fiel – recitó Merlín.

- Levantaos entonces como Merlín Pendragon, príncipe de Camelot – proclamó Arturo, con voz potente, para que resonara en el inmenso salón del Trono que habían tenido que restaurar rápidamente, debido a los daños que Mordred causo el día anterior. Si uno se fijaba bien podía ver restos oscurecidos allí donde algunas banderas habían ardido, pero los sirvientes habían hecho un buen trabajo.

Merlín se puso de pie, sintiendo que las piernas le temblaban. No le pusieron ninguna corona. Arturo le había explicado que eso sucedería cuando cumpliera veinte años. Entonces, pasaría a ser el príncipe coronado de Camelot... y el heredero del trono. Merlín era mayor que Mordred. Diez años mayor, en realidad, aunque los dos aparentaran la misma edad. A Arturo le había parecido lo más justo. Tenía que nombrar un heredero para la corona. No podían ser los dos. Aún tenía años para pensar en ello, pero interiormente había decidido que fuera Merlín.

- ¡Larga vida a los príncipes de Camelot! – gritó alguien desde abajo, y todos respondieron a la aclamación. - ¡Larga vida al Rey! – dijeron entonces, y lo repitieron tres veces.

"¿De qué sirve que me deseen larga vida? También se la desearon a Gwen" pensó Arturo, amargamente, pero siguió sonriendo, manteniendo su pose. En aquel momento echaba de menos a la que fue su mujer, por pensar que eso era algo que deberían haber compartido.

Después de la ceremonia, venía el banquete. Arturo les llevó aparte un momento para hablar con ellos.

- ¿Recordáis todo lo que os ha explicado Ogo, acerca del protocolo? – preguntó.

- Tenemos que probar todos los platos – dijo Mordred, repitiendo aquello que le habían dicho cientos de veces en las últimas horas. - No podemos vaciar ninguno. No podemos levantarnos de la mesa hasta que lo hagas tú. No podemos empezar a comer hasta que lo hagas tú. Un sirviente ha de rellenar mi copa cuando quede vacía, si no lo hace debo exigirlo. Debemos responder a todo el que nos hable. No debemos tocar el cuchillo.

De padres y reyes [FANFIC DE MERLÍN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora