CAPÍTULO 4: AVANCES

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CAPÍTULO 4: AVANCES

Arturo estaba acostumbrado a pasar su escaso tiempo libre con Gwen, pero ella ya no estaba. Cuando no podía disponer de Gwen, se iba de caza, pero no era lo mismo si no podía chinchar a Merlín en el proceso. En sus expediciones, Arturo pasaba la mayor parte del tiempo metiéndose con su sirviente y descubrió que lo que de verdad le gustaba de esos días era pasar tiempo con su amigo, sin protocolos, coronas y aburridos documentos de por medio. Lo echaba mucho de menos.

Sin embargo, pensó que eso no tenía por qué cambiar. Que no tenía por qué renunciar a llevarse a Merlín de caza. ¿Cuántos años tenía él la primera vez que acompañó a su padre? No se acordaba bien, pero debía rondar los seis años. Así que decidió que Mordred y Merlín le acompañarían. Sería una oportunidad perfecta para conseguir tratar a ambos chicos por igual.

Pero Arturo no había contado con un pequeño problema: cuando él iba con su padre, era un príncipe, criado en el protocolo e instruido en el rutinario deber de la obediencia. Si su padre le decía quédate atrás, él se quedaba atrás. Y ni se le ocurría hacer otra cosa. Pero Merlín y Mordred no tenían ese entrenamiento. Ellos no entendían la necesidad de la obediencia total cuando hay lanzas y flechas de por medio...

Partieron muy temprano. Por seguridad, el rey no podía salir solo pero él se aseguró de que le acompañara el mínimo número de hombres posible, y de que Percival y Lion estuvieran entre ellos. Gente de cuya compañía pudiera disfrutar y que además no hiciera preguntas al ver que los niños iban con ellos.

Merlín era un charlatán en todas sus formas y edades. Prácticamente estuvo hablando durante todo el camino poniendo a prueba la escasa paciencia de Arturo.

- ¿Por qué no lleváis armadura en los brazos, sir Percival? – preguntó. El resto de caballeros llevaban una cota de malla cubriendo todo su cuerpo, pero sir Percival tenía los brazos al descubierto.

- Porque es un presumido – respondió Sir Lion en su lugar, y Arturo y él se rieron.

- Porque me permite moverme mejor – dijo sir Percival, ignorando a los otros dos. – Puedo doblar mejor el brazo, y eso es muy importante cuando manejas la espada.

El niño asintió indicando que entendía, y luego miró a Arturo, preguntándose si a él la cota de malla le impediría moverse.

- ¿Tú podrías ganarle a Arturo? – preguntó Merlín, y Arturo soltó un tosecilla imperceptible, porque no estaban a solas y no debía llamarle así. - ... ¿al rey? – rectificó Merlín.

- Nadie puede ganar al rey, Merlín – respondió Percival, con corrección.

- Tú podrías – insistió el niño. - ¿Verdad? Eres muy fuerte.

- No todo es cuestión de fuerza.

Percival se veía realmente incómodo. Arturo tenía fama de ser el mejor hombre entre sus caballeros, y probablemente lo fuera, pero de todas formas nadie se atrevería a decir jamás lo contrario. Ningún caballero debe ser mejor guerrero que el rey.

- Majestad, ¿podría ganaros? – preguntó Mordred. Él no había dicho ni una sola palabra en todo el rato y Arturo se alegró de que participara en la conversación. Solo por eso se animó a responder.

- Los caballeros de Camelot son los mejores de los cinco reinos, Mordred, pero poco importa el valor de un solo hombre.

- Pero, ¿podría ganaros o no? – insistió el niño. Percival pensó que Arturo se molestaría por la insistencia, pero en lugar de eso sonrió.

- Sí, Mordred. Estoy seguro de que sir Percival es uno de los pocos hombres que podría llegar a vencerme – respondió, y el aludido sintió que aquello era un gran halago. – Pero tendría que entrenar mucho, y atacarme con la guardia baja – añadió, y todos sus hombres se rieron.

De padres y reyes [FANFIC DE MERLÍN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora