- ¡No podéis hacer eso!
- Majestad, es una locura.
- Recapacitad, sire. El pueblo se volverá contra vos.
Arturo esperó pacientemente a que terminara el revuelo, haciendo lo posible por no enervarse ante las objeciones de su corte. Sabía que aquella noticia no sería bien recibida. Algunos le tachaban de loco, y otros, en secreto, de traidor. Un rey traicionando a su propia gente....
- Todo lo que he hecho siempre ha sido por y para mi pueblo, sir Wolfrick – respondió Arturo, cuando sintió que podía elevar la voz por encima de los murmullos que comenzaban a hacerse más bajos.
- ¡Pero eso lo hacéis únicamente por vos, y por el joven plebe... el joven príncipe!
Arturo no tenía muchos argumentos en contra de esa acusación, porque la verdad es que era básicamente cierta. Había decidido contar con los servicios de un anciano druida para que instruyera a jóvenes magos como Merlín. En definitiva, estaba creando una escuela de magia. Y aunque esperaba ayudar con ello a jóvenes inexpertos con los dones de su hijo, lo cierto es que tal idea había nacido de la necesidad de aceptar esa parte de Merlín a la que él tanto temía, en su fuero interno.
Sí, Arturo hacía eso por Merlín. Por el príncipe. Por el joven plebeyo. Por su hijo. Porque no podía seguir forzándole a ser algo que no era.
- Esta medida no beneficiará únicamente a los magos – intervino sir Lion. - Si vamos a convivir con la hechicería tenemos que saber más sobre ella. Así nos será más fácil distinguir de quién debemos defendernos realmente. Distinguir un tipo de magia de otro.
Nadie pudo rebatir esas palabras, por lo que los ánimos se calmaron un poco. Arturo dedicó una mirada de agradecimiento hacia su amigo y respondió a un par de inquietudes más antes de retirarse del Salón del Trono.
Cualquiera pensaría que esa había sido la parte más difícil. En los últimos tiempos la aprobación de la que solía gozar entre sus súbditos pendía de un hilo, y esa decisión no le facilitaba las cosas. Pero en realidad, aquel juicio sesgado al que le habían sometido había sido la parte más sencilla de todo aquello. Aún tenía que buscar el mago encargado de la educación de Merlín, de Mordred y de cualquier joven hechicero del reino.
Arturo tenía claro que tenía que ser un druida. Los druidas eran pacíficos y representaban el tipo de magia que Arturo aprobaba. Incluso antes de aceptar la hechicería, se sentía más inclinado a ser benevolente con los druidas que con el resto de hechiceros. Pero lo cierto es que él no conocía ninguno, y los que pudiera conocer no guardarían buen recuerdo de él, pues como príncipe e incluso como rey los había perseguido y masacrado.
Le había encargado a Ogo la misión de encontrar a alguien cualificado para el puesto y el hombre había partido esa misma mañana a los bosques, que era donde ellos se refugiaban. Por tanto los príncipes habían estado sin su mentor durante toda la mañana, aunque tampoco habían tenido tiempo de sentirse solos. Mordred tenía una rutina de entrenamientos muy marcada, y en cuanto a Merlín, se había encerrado a leer el libro especial que había encontrado. Arturo pasó a ver a ambos niños para ver si necesitaban algo. Aunque tenían varios sirvientes a su disposición, el joven rey había empezado a entender que había necesidades que los sirvientes no podían satisfacer.
Fue a media tarde cuanto Arturo vio regresar a Ogo desde uno de los ventanales. Le acompañaba un hombre encapuchado, a lomos de un caballo blanco bastante majestuoso. Arturo se encaprichó del animal enseguida, y se dijo a sí mismo que tenía que comprárselo. Tenía diez caballos como aquel, pero ese parecía más blanco, más joven, más brioso, más... más.
El rey trató de averiguar algo del recién llegado, pero la capucha le impedía ver cómo era. Creyó distinguir un mechón de cabello plateado, por lo que imaginó que se trataba de un anciano, aunque sus movimientos eran los de un hombre joven.
Les recibió –al extraño y a Ogo – en el Salón del Trono. El hombre misterioso era bastante alto, y no tuvo la deferencia de quitarse la capucha en presencia del rey. Arturo esperó a que se acercaran mientras la impaciencia le carcomía.
- Descubríos – ordenó, cuando el extraño hincó una rodilla a modo de reverencia.
El hombre llevó sus manos a la capucha y la deslizó suavemente. Descubrió así el rostro de un hombre joven de cabello muy rubio, prácticamente platino o quizá directamente blanco. Era difícil decirlo. Sus ojos eran de un imprevisible verde grisáceo y sus pómulos estaban muy marcados. Los suyos eran rasgos suaves y algo afeminados.
Arturo no pudo evitar sentir que sus expectativas no se veían satisfechas. Era un hombre demasiado joven, más joven que él mismo, y su aspecto delgado y esbelto no le daba una imagen muy imponente. Casi parecía más el hijo mimado de algún noble que un poderoso hechicero.
El rey sabía que Merlín y Mordred eran dos de los magos más poderosos que jamás habían existido, así que quien estuviera a su cargo tenía que tener un poder similar. Ese chico no parecía el indicado...
- Fue el único que se ofreció voluntario, Majestad – dijo Ogo, adivinando el rumbo de sus pensamientos por su expresión desencantada.
- ¿El único? No puede ser. ¿Les dijiste que tenían salvoconducto? ¿Les dijiste que la magia ya no está prohibida en Camelot? – inquirió Arturo.
- Estaban enterados.
- ¿Creyeron que era una trampa, tal vez? – insistió el rey.
- Lo dudo, sire. También les ofrecí el dinero que me distéis, pero ninguno quería venir al castillo.
- ¿Por qué? ¿Me temen?
- No – respondió Ogo tajantemente. Arturo se sintió un poco decepcionado; como herido en su orgullo por no ser temido por los druidas. – Al mencionar a Merlín capté el interés de unos pocos, pero perdí el de la mayoría al hablar de Mordred. Solo este joven se mostró tan interesado en uno como en otro.
- Rechazar la posibilidad de conocer a Emrys es solo una muestra de la decadencia en la que se encuentra mi gente – susurró el druida con una voz aterciopelada, con un matiz siseante que recordaba al sonido de las serpientes.
- ¿Emrys? – preguntó Arturo.
- Es el nombre del que llamáis Merlín entre mi gente.
Arturo parpadeó. El nombre de Emrys era el de un mago al que él había perseguido. Tenía que haber supuesto que se trataba de Merlín. Por lo visto, a fin de cuentas, siempre se había tratado de él...
- ¿Y cuál es el vuestro?
- Aronit.
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De padres y reyes [FANFIC DE MERLÍN]
FanfictionMordred y Merlín regresan mágicamente a su infancia, y Arturo se ve en la difícil situación de ser su... ¿pensabais que iba a decir padre? ¡Venga, por favor! Aunque... si alguien se preocupa por ti como un padre, cuida de ti como un padre, y te trat...