16: Nadie en casa

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El humo del cigarrillo flotaba sobre el ambiente como un diente de león empujado por el viento. Círculos concéntricos de vapor gris surgían de la boca de Rain, quien jugueteaba con una de sus trenzas con parsimonia. Las dos últimas horas habían sido las más largas  y aburridas de su vida. No quería parecer insensible con los asesinatos de la novia de Ismael y su amiga, ni con el secuestro de Harry, pero tenía la sensación de estar prisionera en la tienda y los espacios cerrados le agobiaban.  Observó a Ismael mientras el hombre tecleaba con desgana el ordenador.

Había pasado ya dos horas desde que Tommy se fue y el ambiente era aún más deprimente desde su marcha. Ismael había intentado llamarle al móvil (pese a las débiles protestas de John de que no lo hiciera) y la voz femenina de Verizon le informó que el número al que estaba llamando estaba apagado o fuera de cobertura.

Ismael masculló un insulto en voz baja pero Rain no estaba segura si se dirigía a la compañía telefónica o al propio Tommy.

Si hubieran encontrado algo de información sobre los captores de Harry, al menos tendrían algo a lo que aferrarse pero las búsquedas de Ismael por internet habían sido infructuosas. En algunos foros, había encontrado alguna mención a “Los hijos de Enoc” pero tan sólo eran elucubraciones de fanáticos que decían que era una organización de ángeles que se dedicaban a la captura de demonios. Los hijos de Enoc tenían prohibido hablar de los valores y del trabajo que hacían en nombre de Dios, ya que eso sería pecar de vanidad. Sin embargo, habían contribuido a grandes causas para el bien de la Humanidad y nunca se les había reconocido su valía por su celosa intimidad y modestia. También se decía que habían ayudado a los aliados en la Segunda Guerra Mundial y que salvaron a muchas personas avisándoles de que no fueran a trabajar el 11 de septiembre.

Cuando Rain escuchó como Ismael comentaba lo del 11–S, sintió como unas náuseas le subían a la garganta. ¿Cómo podía la gente atreverse a sugerir que una especie de secta de iluminados que se creían ángeles había conocido de la existencia de aquella tragedia y no avisaron a las autoridades? No eran más que mentiras que esparcían para que su mito creciera pero le parecía asqueroso que alguien pudiera jugar con las vidas de las personas, aunque fuera por internet.

En lo único que coincidían los pocos datos que habían encontrado era en su fundación: en 1863. Resultaba curioso que en los tres o cuatro foros en los que habían localizado algo de información coincidían con la fecha. A Rain le parecía más bien que alguien había dicho ese año al azar y todos le habían imitado. Sin embargo a Ismael le parecía un dato muy relevante y que debían conservar.

La chica se incorporó y su espalda crujió de forma dolorosa. A su lado, John, quien había estado con la cabeza apoyada en el hombro de la joven con los ojos entreabiertos, parpadeó y dijo con voz pastosa:

– ¿Tenemos algo?

Rain negó con la cabeza. –Todavía no. Descansa si puedes.

John asintió y dejó que su cabeza se apoyara sobre la fría pared. Cerró los ojos pero no servía para nada. Tan sólo una ilusión cerebral. No había podido dormir ni siquiera con la ayuda del Celebrex que podía tumbar a un elefante. Rain no comprendía como ese hombre había podido sobrevivir los últimos dieciséis años de su vida sin dormir ni una sola hora sin volverse loco. La muchacha sonrió. Pese a todo por lo que había pasado, John había usado su poder para ayudar a la gente en lugar de intentar aprovecharse de ella. Era un gruñón malcarado pero ¿Quién podía culparle?

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2014 ⏰

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