5. En casa de la bruja
Los tres hombres bajaron las escaleras en silencio, con miedo de romper la quietud que inundaba toda la casa. Harry seguía incapacitado y no había forma de hacerlo volver, y cada vez que volvían a esta casa sin resultados, era como si alguien hurgara más en la herida y la llenara de pus.
-Sigo creyendo que no deberíamos mirar nada más -dijo Ismael que casi se sobresaltó con el sonido de su propia voz. La casa se hallaba en un silencio ceremonioso como si no quisiera despertar a Harry.
-Es lo único que podemos hacer -respondió John. Sus amigos tenían problemas al caminar por la oscuridad reinante en la casa, pero él se sentía a gusto. Era una sensación agradable.
-Claudine se enfadará -se quejó con voz lastimera Ismael.
-Eres el único que puede abrir la puerta, no te pedimos más -pidió John.
- ¿Y no podemos pedirle permiso? -Susurró Ismael.
No le gustaba la idea de hurgar en las cosas de Claudine, con ella en la habitación de al lado.
-Nos enviará a la mierda seguramente. Pero se lo debemos a Harry. -dijo Tommy, quien empezó se separó del grupo y se acercó a la cocina.
Empujó la puerta de la cocina con suavidad y allí estaba Claudine, sentada en su silla, con los codos apoyados en la mesa, con el pecho lleno de migas del sandwich que se había comido, y observando en penumbra, muy interesada, el cuenco de frutas que tenía sobre la mesa.
- ¿Ya habéis dejado a mi hijo en paz? -Preguntó Claudine sin apartar la mirada del cuenco.
Tommy se pasó la mano por la cabeza y se rascó el pelo de la nuca. Era un hombre sin miedo pero la madre de Harry Gorman siempre le había producido escalofríos de una manera u otra.
-Podríamos decir que sí -contestó mientras rebuscaba en su bolsillo para sacarse otro cigarrillo. Intento fallido. Se había acabado el paquete ya, justo en el peor momento.
-Pues largaros de una puta vez. Os diría que no regresarais nunca más pero sois tan imbéciles que volvéis cada año. -La mujer soltó un bufido -Como si a Harry le importara si venís o no.
Tommy pensó en contestar con alguna réplica ingeniosa, pero sabía que no sería justo. Ella había sufrido mucho y verlos sanos y salvos era un recordatorio de que su hijo nunca estaría bien.
John e Ismael se acercaron al no escuchar voces y se asomaron a la cocina. Tommy estaba con la mirada perdida, concentrado aparentemente en los armarios de la cocina de Claudine. Ésta, parecía observar insimismada su cuenco de fruta.
John carraspeó y empezó a hablar:
-Claudine... Señora Larreaux. Nos gustaría saber si podríamos coger prestado un libro. Están sucediendo cosas y...
Claudine no le dio tiempo a John a terminar la frase. Agarró una naranja del cuenco y sin mediar palabra se lo tiró a John en la cabeza. La frente del hombre se hinchó de dolor y la naranja rodó bajó sus pies. Claudine le miraba con los ojos encendidos por la ira.
-Seréis hijos de puta, ¿Cómo te atreves a pedirme un libro de magia? ¿Después de todo lo que pasó? Niñatos imberbes, ¿Creéis que la magia arreglará lo que la magia rompió? ¡No aprendisteis nada! ¡Largaos de mi casa antes de que llame a la policía! Quizás estén interesados en saber porque los principales sospechosos de la muerte de Stan Hardy están en casa de su amigo tetrapléjico Harry Gorman.
Claudine se levantó y salió de la cocina, dando un gran empujón a Tommy, que la superaba ampliamente en altura y peso. La mujer agarró el teléfono y empezó a marcar un número con prisa pero no pudo completar la llamada. Ismael le quitó el teléfono de la mano y la agarró de las muñecas. Él era apenas un poco más alto que ella y estaban casi a la misma altura.
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Poseídos
Horror¿Quién podría estar interesado en secuestrar a Harry Gorman, un hombre en estado vegetativo desde hace dieciséis años? La respuesta la tienen sus peculiares amigos de la infancia: Tommy el indestructible, Ismael quien puede abrir cualquier puerta y...