5: Cuando éramos cinco I: Metidos en líos

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El bar Clarence´s estaba situado en el sótano de un edificio y para acceder a él había que bajar unas escaleras que hacían acrecentar su sensación de bar “alternativo” y atractivo para todos los chicos que querían ser alguien popular en Luddock. Su rótulo era de color verde, para dar un efecto más irlandés, y las letras que confeccionaban el nombre de Clarence´s eran amarillas. Aun así, lo más cerca que había estado su dueño, Jonathan Clarence natural de Maryland, de Irlanda, fue cuando su abuelo Stephen viajó a Manchester a la boda de su hermana Edna.

Su cabeza casi calva, sus ojos oscuros y su tez morena hacían pensar a mucha gente que era italiano o latino, cosa que él refutaba a gritos y con amenazas. A la gente le encantaba hacer enfadar a Clarence, quien tenía un temperamento explosivo.

El bar no era demasiado amplio, había cinco o seis mesas con sillas, un billar y una diana para dardos. Y por supuesto la televisión ya que Clarence no se perdía ni un sólo partido de los New York Jets.

Si un  empleado cambiaba de canal se ganaba una bronca espectacular y posiblemente una jarra de cerveza sería derramada por su cabeza (que se descontaría de su sueldo).

Era mediodía de un lunes aburrido y en el bar no había demasiada actividad. En una mesa estaban varios miembros del equipo de fútbol del instituto Luddock High School, Bob Hardy el pelirrojo quaterback que se consideraba un rompecorazones pero al que la mayoría de las chicas ignoraban y sólo hacían caso por su éxito en el equipo, Greg Mahoney , enorme offensive guard que siempre tenía problemas para controlar su peso y su acné, llevaba el pelo negro muy corto al estilo militar  y Rich Abbiatti, running back del equipo, opuesto de Greg con el que se llevaba muy bien, delgado y con pelo largo rubio que llevaba a veces recogido en una coleta. Los tres hablaban a voces  de fútbol y de chicas mientras bebían cerveza de las sucias jarras de Clarence. Técnicamente no tenían edad todavía para poder beber pero mientras no apareciesen policías por allí a Clarence le daba igual lo que bebieran los chicos. Además, si armaban jaleo los echaría a patadas sin muchos miramientos pero con la cartera llena.

En la otra mesa ocupada del bar estaban John Crowley, Harry Gorman e Ismael Wellings intentando estudiar, ya que tenían un importante examen de matemáticas por la tarde mientras bebían zumo de naranja. Mientras estudiaban y hablaban entre ellos, intentaban ignorar los comentarios de los chicos del equipo de la otra mesa,  que de vez en cuando se burlaban de ellos.

–Esos imbéciles, deberíamos contratar a alguien para que les diera una paliza– murmuró Harry enfadado.

Llevaba una camisa amarilla a cuadros de manga larga y unos pantalones de pana negros. Su largo pelo negro estaba alborotado como siempre y añadido a su cara de enfado le daba el aspecto de un recién salido del manicomio de Bush Hill.

La gente del instituto se reía de él por su aspecto entre alocado y dejado y porque su madre Claudine era la bruja oficial del pueblo. A él le importaba más bien poco lo que pensaran los demás pero cuando se metían con su madre se enfadaba con facilidad y acababa metiéndose en líos para defenderla.

–Calla que te oirán– respondió Ismael en un tono aún más bajo.

Ismael era un chico algo bajito para su edad y apenas se había desarrollado del todo, así que su voz a veces parecía la de una niña.  Antes llevaba el pelo largo pero como se burlaban de él por su rostro aniñado, se lo había cortado y ahora lo llevaba peinado con una raya al lado. Algunos seguían metiéndose con él, pero en parte por la envidia que sentían porque Ismael tenía bastante éxito con las chicas. El problema del joven Wellings es que era demasiado apocado para darse cuenta de dicho atractivo y de usarlo a su favor.

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