04

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El sábado, Haunter despierta a Chris cerca a las seis de la mañana.

—Vete —murmura de mala gana.

Su gato es muy malo.

Se levanta cuando empieza a arañarle la cara, y siempre lo hace los fines de semana, pero cuando lo necesita para no llegar tarde, no hay rastro de él.

Abre su persiana y ve el auto del orangután en la entrada, o estaba muy cansado y no se enteró de nada, o había tenido la decencia de comprar un silenciador.

Va a su cocina por un vaso de yogurt y revisa la lista que tiene pegada en el refrigerador: Limpiar la cocina, hacer las compras de la semana, cortar el césped, entre paréntesis, hablar con el orangután para decidir cuándo le toca cortar el césped a él.

Acaba las primeras tareas más rápido de lo que piensa, y parece que será un día relajado.

—Buen día, querido.

—Hola —responde abrazando a la señora Collins— ¿Cómo amaneció?

—Muy bien, es un día precioso, ¿no lo crees?

—Sí, espero que nada lo malogre.

—¿Ya lo conociste? —pregunta sabiendo que ambos entienden a quién se refiere.

—Es policía —dice en un susurro, porque no quiere que el orangután lo escuche y piense que él le da importancia, aunque sí lo hace.

—¡Oh por Dios! ¿No es eso emocionante?

—Algo... Es bastante guapo —comenta apenado.

—Entonces ya le echaste el ojo.

—Si no fuera tan chusco, tal vez —dice dando por finalizada la conversación y se aleja de la reja.

Chris prende la cortadora luego de colocarse los audífonos y empieza su tarea del día, va bailando con la música a todo volumen en sus oídos, hasta que siente unos pequeños golpecitos en el hombro pero no hace caso.

Entonces es golpeado por uno fuerte y voltea.

—¡Dolió! —chilla frunciendo el ceño.

Richard lo mira con los ojos rojos, un gesto feroz y la ropa sucia; su aspecto habitual.

—¿Por qué demonios me golpeó?

—No me deja dormir —dice con molestia— solo fueron unas palmaditas, no sea marica.

—Pues fíjese que yo no acostumbro a ser tratado así.

Sonríe.

—Disculpa —pide cambiando de actitud— soy algo torpe a veces. ¿Pero podría tener un poco de consideración y apagar eso?

—¿Consideración? Claramente usted no sabe lo que significa esa palabra, ¡Son las once de la mañana! Y no soy el único que comete este grave delito, vea las demás casas.

—Pues resulta que esta casa la compartimos, y usted está frente a mi dormitorio.

—¡Acuéstese a una hora decente!

—Mi horario es irregular, pensé que ya lo había entendido, discúlpeme por eso.

—¡Bien! ¡¡Cortaré esta mierda en la noche! —grita caminando adentro— Por cierto, a usted le toca la siguiente semana.

Orangután, orangután, mil veces orangután.


Chris se las arregla para no volver a cruzarse con Richard el resto del fin de semana, y el lunes llega al trabajo a una hora decente.

Es un buen inicio de semana, incluso se queda en la puerta hablando con el de seguridad por unos minutos.

Antes que cierre el ascensor, Erick entra corriendo; no es que Erick no le agrade, pero no se siente cómodo a su lado, le da miedo desde que lo conoce.

—Buenos días —dice llamando su atención y el ojiverde solo mueve un poco la cabeza en respuesta.

No vuelve a mirarlo hasta bajar en su piso.

Erick es tan raro.

Él se sienta en su escritorio y mira el reloj.

Cinco minutos después, como siempre, Joel entra.

—Hola, Er —lo saluda.

—Joel —responde cortante y baja la mirada.

Se dedica a ignorarlo el resto del día porque tiene miedo.

No ha podido parar de pensar en él y eso lo está distrayendo de lo importante, no olvida a los imbéciles.

La mujer perfecta || Joerick-Oreo || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora