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Chris despierta temprano, antes que Haunter, y eso anima su día.

Luego de tomarse su tiempo para hacer cada una de sus actividades, aún tiene minutos de sobra para él mismo por primera vez en meses.

Al salir ve a Richard agachado buscando algo en su auto, está vestido con su traje de policía, y no hay nada más caliente que eso.

—¡Hola! —lo saluda animado.

La sorpresa ocasiona que Richard levante la cabeza y la golpea fuertemente con la parte superior.

—Por un demonio, Chris —reclama llevando su mano hasta el lugar— no vuelvas a asustarme así.

Christopher no responde, está ocupado riéndose.

—No te ves tan alcohólico así —dice cuando recupera el aliento.

—¿Alcohólico?

—Es lo que pensaba que eras, llegando cada madrugada, la horrible ropa que usas, no sé, tal vez las demás personas también lo vean así.

—Lo siento, me ducharé y afeitaré más seguido cuando consiga por fin jodidas vacaciones. Además renovaré mi armario, solo por ti.

—Eso suena bien, desperdicias mucho bajo tanta mugre.

Chris enrojece al darse cuenta de lo que ha dicho.

El moreno piensa en burlarse pero prefiere dejarlo pasar.

—Deberías ir a tu trabajo, Chris.

—Sí, eso haré.

Camina rápidamente hacia la avenida, aún está nervioso y vuelve a tropezar con el cubo de basura de Richard, desparramando todo.

—Estoy bien —dice levantándose, y el moreno lo mira divertido— recogeré esto al volver, ¡Cierre la boca!

—No pensaba decir nada.

—Cierre la boca dije.

[...]

—¿Entonces te gusta? —pregunta Johann, sentado frente a él en el almuerzo.

—Eso creo.

Sus amigos ríen, porque ya era hora de que Chris encuentre a alguien.

Tiene 29 años.

—¿Y tú, Joey? —dice Zabdiel— ¿Por qué estás tan animado, hoy?

—Erick y yo estamos saliendo, o al menos eso creo.

Los tres lanzan preguntas al azar exaltados pero callan de inmediato cuando el ojiverde pasa por su lado para ir a su lugar de siempre.

Erick saca el paquete de su almuerzo, ordena cuidadosamente todo, y toma un emparedado de pechuga de pavo con lechuga.

—¿Por qué no puede comprar solo una hamburguesa grasosa en la cafetería? —pregunta Chris riendo.

—Él vino al mundo para hacernos sentir ineficaces —dice Johann inclinando la cabeza.

El ojiverde saca su envase de fresas y las va comiendo una a una, asegurándose de limpiar su boca cada cierto tiempo con una servilleta.

—Me gustaría que muchas chicas con las que salgo fueran como Erick —menciona Zabdiel poniendo una mano en el hombro de Joel— tienes suerte.

—Es como la mujer perfecta, pero es hombre así que jamás podría serlo — dice Chris riendo más.

—Le faltan unas buenas tetas —hablan Zabdiel y Johann al unísono.

Erick voltea ligeramente la cabeza a la mesa de los idiotas.

Los ha oído, y los odia más.

No tienen idea de lo mucho que le afecta escucharlos.

La mujer perfecta || Joerick-Oreo || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora